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Igualdad de género: concepciones tradicionales, resistencias y avances en las relaciones de género

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CONTEÚDO

ARTÍCULO ORIGINAL

EPIFÂNIO, João Lazaro [1]

EPIFÂNIO, João Lazaro. Igualdad de género: concepciones tradicionales, resistencias y avances en las relaciones de género. Revista Científica Multidisciplinar Núcleo do Conhecimento. Año 05, Ed. 11, Vol. 16, páginas 76-92. Noviembre de 2020. ISSN: 2448-0959, Enlace de acceso: https://www.nucleodoconhecimento.com.br/educacion-es/igualdad-de-genero

RESUMEN

Este estudio tiene como preocupación básica reflexionar sobre la igualdad de género, en vista de los desafíos de las relaciones de igualdad de género, los desafíos derivados de las concepciones tradicionales y las luchas de resistencia para la ocupación de espacios de contingentes femeninos. Este artículo tiene como objetivo analizar el problema de la igualdad de género en el contexto de las concepciones tradicionales, las luchas feministas y la relación entre géneros, enfrentando las formas de opresión a las que está sometido el género femenino. El estudio se llevó a cabo a través de una investigación bibliográfica teniendo en cuenta las contribuciones de Fischer y Marques (2001); Gebara (2001): Antunes (1999); Oliveira (2001) y otros, tratando de enfatizar los factores que históricamente han contribuido a la formación de una mentalidad que dio lugar a una sociedad desigual, donde las mujeres son oprimidas, desde la perspectiva de la evolución tecnológica y la globalización. Concluyó que las relaciones de igualdad de género siguen guiadas por las concepciones tradicionales, aunque los movimientos reaccionarios y la construcción de nuevas relaciones han avanzado la mentalidad machista todavía persiste en la opresión del género femenino.

Palabras clave: Igualdad de género, tradición, educación, relación.

INTRODUCCIÓN

Este artículo busca reflexionar sobre la igualdad de género, con la preocupación de la tradición, la lucha y la construcción de las relaciones de género, con el fin de esclarecer las concepciones formativas que sustentan las prácticas de exclusión femenina, factores fundamentalmente históricos, mentalidad patriarcal y sus implicaciones en el escenario educativo, social, político, cultural y económico en el contexto de la evolución tecnológica del mundo globalizado.

Desde esta perspectiva, para entender las formas de opresión, un enfoque sobre los factores culturales históricos es fundamental con vistas a la mentalidad de la sociedad patriarcal y sus implicaciones en el contingente femenino de las clases menos favorecidas, los factores étnicos y la situación económica. En este sentido, se construyeron preguntas orientativas para guiar el estudio: ¿Cómo se construyen las relaciones de género en el contexto sociocultural? ¿Refleja la forma en que están estructuradas las luchas feministas por la conquista de los espacios?

Cuando se aborda la cuestión del género, se presupone un sistema jerárquico vertical, propicio para el proceso de sumisión y opresión en la relación entre los géneros. Por lo tanto, se supone que la cuestión de la igualdad de género es bastante compleja y abarca varios factores que, interconectados, contribuyen a una situación opresiva y conflictiva.

Antunes (1999, p.109):

Las relaciones entre género y clase nos permiten observar que, en el universo del mundo productivo y reproductivo, también experimentamos la realización de una construcción social sexual, donde los hombres que trabajan están, desde la infancia y la escuela, calificados y calificados de manera diferente para entrar en el mundo del trabajo (…).

En este sentido, el objetivo de este artículo es, por tanto, analizar el problema de la igualdad de género en el contexto de las concepciones tradicionales, las luchas feministas y la relación entre géneros, enfrentando las formas de opresión a las que se somete el género femenino. Para alcanzar los objetivos, se utilizó la investigación bibliográfica de carácter cualitativo como recurso metodológico, realizada a partir del análisis detallado de materiales ya publicados en la literatura y artículos científicos publicados en medios electrónicos.

El texto final se basó en las reflexiones de autores como Fischer y Marques (2001); Pañuelos (2007); MMTR/RS (1995); Gebara (2001): Antunes (1999); Oliveira (2001), entre otros, que abordan la relación entre los géneros dentro del contexto histórico y sociocultural y las formas de opresión que afectan a los contingentes femeninos.

Para dilucidar al lector, el texto se dividió en seis partes, donde buscamos hacer un enfoque crítico y reflexivo sobre la igualdad de género, donde se observa que la clase femenina, protegida por la clase masculina, está sometida a un proceso opresivo, en una sociedad pensada a partir de valores masculinos.

FACTORES TRADICIONALMENTE PRESERVADOS Y ACEPTADOS POR LA SOCIEDAD EN BRASIL

La historia de los pueblos y su formación social, política, económica, cultural, jurídica, entre otros, reúnen un conjunto de factores que expresan ideas, los valores, la cultura concebida, formada o absorbida, principios éticos, filosóficos, sociológicos, religiosos, ideológicos, culturales y, sobre todo, biológicas que sirvieron de guía para dirigir a las sociedades en la formación de conceptos sobre diferencias físicas, derechos conquistados, garantizados y/o atribuidos según la naturaleza de los roles o funciones que desempeñan cada uno de los miembros de la sociedad en la que forman parte, a saber, el hombre y las mujeres.

Desde los primeros tiempos, hombres y mujeres realizan actividades de acuerdo a sus capacidades y habilidades, observaron los roles que se les asignan dentro de los primeros grupos humanos, culturalmente aceptados o impuestos y transmitidos de generación en generación como modelo en la definición de las funciones desempeñadas entre los géneros y sus relaciones sociales. El dominio masculino se superpuso, teniendo en cuenta los aspectos físicos, especialmente en el nomadismo donde la lucha por la supervivencia era el punto fundamental de la perpetuación de los grupos humanos. En este contexto, el género masculino tuvo un mejor desempeño, ya sea en la búsqueda de alimentos, en la guerra o en las tareas que requerían fuerza física, capacidad de mando y liderazgo. Así, se establecieron las relaciones de poder y dominio entre los géneros.

Según Fischer y Marques (2001, p. 02), “Las relaciones entre hombres y mujeres, a lo largo de los siglos, mantienen un carácter excluyente. Se asimilan de manera bipolarizada, siendo designadas a la mujer la condición de inferior (…)”. El hombre en la condición de ser racional se impone a los más débiles, su capacidad de pensar asociada con las características biológicas eran determinantes para imponer la idea de inferioridad al sexo opuesto.

Las concepciones tradicionales tuvieron una fuerte influencia en la afirmación de la superioridad masculina, tanto en términos biológicos como en la condición de mando, estatus e importancia social. En la antigua Grecia es posible percibir una fuerte influencia de las ideas de guardia y aristotélicas de la supremacía masculina, ya sean intelectuales, estéticas, políticas, militares, etc., colocando al ser más frágil, en este caso el género femenino, en una situación de inferioridad. Las concepciones aristotélicas, aceptadas en la Edad Media y asociadas con el pensamiento religioso, refuerzan la idea de la desigualdad de género. Esta afirmación es tan cierta que la idea de inferioridad del género femenino se ha convertido en un imperativo para la construcción de una mentalidad machista, culturalmente aceptada sobre la desigualdad de género.  También según Fischer y Marques (2001, p. 03) “La relación de género formada por hombres y mujeres se basa en diferencias biológicas, generalmente transformadas en desigualdades que hacen que ser una mujer sea vulnerable a la exclusión social (…)”. Estas concepciones justifican la supremacía masculina, colocando al género femenino en una posición más baja.

La construcción de conceptos, que atribuye al género femenino el grado de inferioridad, se basa en características físicas y orgánicas, biológicas y productivas, que se consideran un criterio de clasificación para la capacidad de producción, que se impone por fuerza y dominio, en la relación de poder y en la división de tareas. En este sentido, el sexo femenino era visto como incapaz de realizar las mismas actividades que el sexo opuesto, especialmente en relación con la periodicidad, o incluso como el sexo masculino, como un jefe así definido.

Según Pañuelos (2007), las tradiciones patriarcales se presentan en el lenguaje que se preabo libre para simplificar el sexo femenino, los modos utilizados y sus contenidos vistos como un acto agresivo observado en la vida cotidiana, tanto individual como colectivamente, ridiculizar el género femenino con expresiones, consciente o inconscientemente, que están cargadas de elementos sexistas, discriminación y violencia contra las mujeres.

Asociadas a esta mentalidad, las doctrinas religiosas creadas en el contexto de la Edad Media principalmente y, confirmadas por las narrativas creadas por las élites, predominantemente masculinas, resuenan las doctrinas religiosas creadas en el contexto de la Edad Media, confirmadas principalmente y, confirmadas por las narrativas creadas por las élites, predominantemente masculinas, con el fin de garantizar sus privilegios, creando, incluyendo leyes que determinase los derechos y deberes de los géneros para ejercer así sus funciones en la sociedad. En este sentido, la desigualdad, entendida como normal, continuó durante mucho tiempo sin ningún signo de cambio, seguido del curso de la mentalidad elitista, como elemento cultural aceptado por la sociedad en sus diversos segmentos.

Observando el proceso histórico, es el nacimiento de la revolución industrial que la lucha por la igualdad de derechos ha ganado más consistencia, debido al trato desigual en el trabajo en las fábricas. También ganó impulso en el proceso de explotación al que fueron sometidos en la esfera productiva, especialmente en los países occidentales, donde las revoluciones (Ilustración, las revoluciones inglesa y francesa) que se produjeron en fechas posteriores ya habían señalado caminos para una sociedad más justa e igualitaria.

La formación de nuevos conceptos, en relación con la mujer, la construcción de dispositivos jurídicos, en términos de reducción de la desigualdad, ascendencia política entre otros aspectos, se debe principalmente al desarrollo técnico/científico, cultural y económico que permitió la formación de una nueva sociedad (modernidad) frente a las demandas y necesidades del mundo moderno, exigidas por la sociedad capitalista ante el mundo globalizado.

Sin embargo, el modelo de sociedad persistió en la adopción de conceptos excluyentes que siempre han situado al sexo femenino en un nivel de inferioridad, contribuyendo a su marginación, siendo visto incluso como una condición humana, observó la situación económica, social, de color y de nacimiento. Según MMTR/RS (1995), fue a partir del modelo de sociedad patriarcal que las diversas formas de opresión y explotación se intensificaron en el sexo femenino, creando raíces y perpetuando entre los pueblos.

Así, se percibe que existen numerosos factores que, tradicionalmente, justifican las narrativas de afirmación de la desigualdad y se superponen, a nivel de exclusión, del género masculino con lo femenino, privándolos de los derechos de igualdad. Además de estos, hay otros que fortalecen los conceptos de desigualdad de género, destacando el sentimiento de dominio posesivo que, además, concibe el género femenino más frágil, sensible y físicamente tenue. Gebara (2001), señala que las mujeres en este punto de vista de la inferioridad son vistas como seres pertenecientes a otros seres, es decir, hombres, por lo tanto, la idea de que las mujeres existen para servir a los hombres. El género femenino se atribuye deseo, pasión, placer, por lo tanto el sentimiento de posesión donde un tratamiento conceptualizado prevalece en forma de objeto, los atributos dominantes imponen y concibe a los dominados como un objeto de manipulación.

A partir de lo anterior, es posible tener una noción sobre los orígenes de la desigualdad de género, que puede considerarse el punto de partida para entender el proceso de exclusión de las mujeres y diversos aspectos relacionados con los derechos y el largo camino de lucha por la igualdad. Estas concepciones están apoyadas por el tradicionalismo cultural que todavía gobierna las sociedades y que concibe el sexo femenino como objeto de control y manipulación. Sin embargo, proporciona información importante para la comprensión de la sociedad que se formó a partir del siglo XXI, aunque gobernada por los valores del capitalismo y algunos preceptos de la religión y los conceptos imbricados en la mentalidad de la cultura tradicional y conservadora.

EL CONTEXTO A FAVOR DEL CAMBIO

Frente a las nuevas exigencias del mundo moderno, las luchas por la libertad en sus diversos aspectos y en los más variados campos de actividad se intensificaron, especialmente en el umbral del siglo XXI: cultura, política, economía, educación, producción, deporte, trabajo, dinámica de las relaciones sociales, desempeño de altas funciones en diversos campos de actividad, etc. Frente a estos nuevos retos, surgen nuevas ideas y, en consecuencia, cambios de mentalidad, un entorno favorable que permitió a las mujeres conquistar nuevos espacios en la sociedad, pero que siguen siendo vistas como una minoría. Las nuevas ideas fortaleció los movimientos de clase, que han ganado cada vez más expresividad frente a la dinámica tecnológica y el desarrollo de la ciencia, así como las nuevas demandas y necesidades del mundo moderno.

Según Mota apud Duque, (2000, p.41), “la situación de la mujer en los últimos tiempos se ha ido redefiniendo, tomando nueva fuerza tanto en las relaciones sociales como en la producción, y esta reorganización ha provocado un equilibrio dentro del nuevo contexto que se está definiendo actualmente”.

Este equilibrio se debe al aumento del sexo femenino al mercado laboral, puestos ejecutivos, desempeño en varios segmentos productivos, que proporcionaron más independencia, así como la formación de una nueva mentalidad sobre el papel de la mujer en la sociedad. Sin embargo, los paradigmas tradicionales todavía persisten en definirlo como inferior en varios aspectos, cuando el tema se analiza desde algunos puntos de vista, especialmente aquellos que involucran contenido conservador. En cuanto a los otros aspectos mencionados anteriormente, los cambios en la concepción se produjeron, y se producen, de acuerdo con los contextos y demandas que surgen en ellos, porque son los que definen los criterios de igualdad entre géneros. “La igualdad presupone una orden que debe lograrse a través de políticas de equidad, porque son las que consideran las diferencias y presumen identidades” (FISCHER E MARQUES, 2001, p. 07).  Otros puntos que deben tenerse en cuenta están relacionados con la clase a la que pertenece y el linaje, es decir, la clase a la que pertenece y el origen étnico, también son factores sustancialmente importantes a tener en cuenta al analizar el tema de la desigualdad de género.

En todo este cipoal de ideologías, conceptos, concepciones, factores, aspectos, luchas, promociones o construcciones son intencionidades que señalan y justifican las concepciones en las que se anclan las formas argumentativas de inferioridad. Las luchas por las políticas de equidad surgen de propósitos o de una condición, ya sea económica, social, de nacimiento o de color, y generalmente denotan situaciones de exclusión.

El derecho a la igualdad de género ha sido, con el tiempo, objeto de debate y discursión en la sociedad, especialmente en el mundo actual, defendido como un derecho fundamental, que es realmente de hecho. Ser un derecho fundamental es también un derecho natural, asumiendo que todos nacen iguales. Si la igualdad de género se analiza desde este ángulo – del derecho fundamental – podemos llegar a la conclusión de que no debe haber distinción entre el yerno, porque todos nacen con los mismos derechos, por lo que la ley debe ser la misma para todos, no sólo en la teoría, sino también en la práctica. Por lo tanto, no sería necesario que las luchas organizadas del género femenino asegurara algo que ya es tuyo por derecho. Según Fischer y Marques (2001, p. 08), “(…) desde la década de 1980, las luchas de las mujeres han tomado una nueva dirección, lo que ha permitido la formación de un nuevo concepto para la causa de la mujer, el género”. Este nuevo concepto, creado con el fin de fortalecer las luchas de las mujeres, sólo fue posible gracias a la entrada, más intensamente, de mujeres en cursos universitarios que permitieron la producción de estudios sobre el tema, lo que llevó a la cuestión al debate en la academia, dando mayor visibilidad a las luchas de las mujeres.

En este sentido, es necesario entender que las leyes se elaboran de acuerdo con el proceso de evolución de la sociedad y la ideología que guía un contexto determinado, asignando funciones, roles, estableciendo normas y reglas. Sin embargo, las leyes que rigen la sociedad también se basan en las tradiciones, y romper la tradición no es una tarea fácil de lograr, porque los cambios radicales tienen impactos en las estructuras culturales, políticas, conceptuales y sociales, especialmente si se han basado en valores religiosos. Por otro lado, las formas tradicionales se ven reforzadas por el ideal popular, construido a partir de las cretelinas y el misticismo, todavía muy influyente en la formación de la conciencia popular en los tiempos actuales.

Los enfoques presentados reúnen argumentos que ayudan a entender los orígenes de la desigualdad de género. Se sabe que las teorías se construyen para cambiar conceptos dentro de las necesidades de un nuevo contexto, creado o surgido de invenciones tecnológicas, descubrimientos científicos, guerras o catástrofes naturales. Estos contextos requieren procesos de reestructuración para adaptarse a la nueva realidad.

RESISTENCIA DE LAS MUJERES A LAS DESIGUALDADES

La lucha de las mujeres por la igualdad ha tenido una gran contribución de la ciencia. Las investigaciones han demostrado que las mujeres tienen las mismas habilidades que los hombres de diversas maneras. La difusión de estos estudios ha engrosado los movimientos feministas, las organizaciones de clase, entre otros, reuniendo a otros segmentos sociales, también discriminados, como los homosexuales y los afrodagresidos y las minorías indígenas. Según MMTR/RS (1999), se encontró que desde la segunda mitad del siglo XIX, las mujeres ya formaban parte de movimientos sociales, como la abolición de la esclavitud. En el siglo XX, se convirtieron en parte de los partidos políticos, más tarde entraron en la producción industrial y la lucha contra la dictadura en el período militar.

Junto con el surgimiento de movimientos sociales y populares, muchas mujeres que vivían en el campo tomaron la iniciativa de organizarse como una forma de reclamar sus derechos, como el “Movimiento de Mujeres Agricultoras en Santa Catarina y la Organización de Mujeres del Países Fríos en Rio Grande do Sul”, (MMTR/RS, 1999).

La organización de los movimientos dio lugar a conferencias, en las que se prepararon documentos que definen políticas y programas destinados a reducir las desigualdades entre hombres y mujeres, a través de medidas para combatir las desigualdades. Los programas de acción resultantes de reuniones y conferencias y refuerzos de organismos internacionales como las Naciones Unidas han logrado últimamente buenos resultados, ya que los gobiernos han llegado a reconocer la necesidad de definir políticas específicamente destinadas a reconocer los derechos de los grupos y minorías discriminados.

Brasil, que siempre ha tratado mal a parte de su población, como los indígenas y sus descendientes, los homosexuales, los ancianos, los pobres, los negros y las mujeres, especialmente los de las clases medias y bajas, ha logrado recientemente grandes avances en la lucha contra las desigualdades, especialmente en relación con las mujeres que han estado rompiendo barreras, rompiendo tradiciones y conquistando espacios previamente restringidos a los hombres. Sin embargo, no se puede decir que todo ya se haya resuelto, que todavía queda mucho por hacer en este largo viaje de luchas por la igualdad de género.  Gebara (2001), señala que el feminismo tiene como objetivo poner al género femenino en igualdad de condiciones con el sexo masculino.

Siendo un país emergente, o en desarrollo, y aspirando al grupo de países desarrollados, Brasil a menudo busca modernizar su legislación con extensos textos y llenos de lagunas, espacios vacíos y difíciles de cumplir, porque siempre son concesiones que la mayoría de la población no conoce, no entiende, es difícil de interpretar y, por lo tanto, sin mucho efecto práctico. Según Frei Beto (2001), bajo presión, las Naciones Unidas (ONU) declararon el Año Internacional de la Mujer en 1975, y en la misma década y en la década de 1980, inauguraron lo que sería el Decenio de la Mujer, declarado en todo el mundo.

Los avances legislativos, a favor de la igualdad de derechos y en la garantía de su defensa, en relación con cuestiones de desigualdad entre los distintos segmentos sociales, y especialmente entre los géneros, son logros extremadamente importantes y hasta cierto punto inconmensurables a los ojos de los excluidos. Sin embargo, hay factores, además de los varios ya mencionados, que directamente e impactan en la aplicación y observación de las leyes y su reconocimiento que son los factores educativos, étnicos, sociales, religiosos, económicos.

LA EDUCACIÓN COMO ELEMENTO DE RESISTENCIA A LA IGUALDAD DE GÉNERO

La educación, ofrecida libre y obligatoriamente a la sociedad brasileña, todavía no incluye un modelo educativo genuinamente nacional, siempre hay algún elemento resultante de copias externas más allá, por supuesto, del abismo que se ha formado entre la educación y los cambios procesados en el contexto de la evolución tecnológica y los descubrimientos científicos, que se han producido en las últimas décadas. Así, se traduce en una educación deficiente que forma a los ciudadanos con discapacidad intelectual, incapaz de promover cambios que conduzcan a las transformaciones tan necesarias por parte de la sociedad.

Según Oliveira (2001), aunque los movimientos escolares y sociales enseñan pacíficamente ambos tienen el sentido político del proceso educativo, tanto la escuela como los movimientos sociales, en opinión del autor, deben ser lugares favorables para el desarrollo de una educación crítica y emancipadora. Se entiende, por tanto, que el verdadero papel de la escuela y de los movimientos que movilizan a la sociedad, por una determinada causa, deben contribuir, fundamentalmente, a la construcción del conocimiento fundamental las transformaciones sociales de la equidad, de una sociedad más justa y fraterna.

Según Fischer y Marques (2001, p. 07-08) “La educación, ya sea informal en el ámbito doméstico o escolar, es una de las bases de la exclusión y la violencia contra las mujeres, difundida en diversos contextos de la sociedad (…)”. Así, es necesario avanzar, preferentemente en la formación intelectual (investigación y extensión) para que una movilización popular asociada a la lucha por la desmitificación de estereotipos y ruptura de prejuicios, vaciado de conceptos y concepciones tradicionales que actúen desfavorablemente en el proceso educativo. Paulo Freire (1989), en sus análisis sobre la cuestión educativa, refiriéndose a la formación de la asignatura, nos enseña que el verdadero significado de la educación es contribuir para que los oprimidos puedan luchar por la transformación de la realidad, es decir, liberarse de la condición de los oprimidos.

Las instituciones educativas todavía ofrecen en sus planes de estudio elementos, llenos de contenidos prejuiciosos, que refuerzan los ideales de la hegemonía masculina, fruto del patriarcado, tradicionalmente construido en el contexto medieval y aceptado como modelo de sociedad. Esto, en términos generales, contribuye directa o indirectamente a la perpetuación de la ideación que concibe la desigualdad de género como una normalidad natural.

Por otro lado, existe, con gran frecuencia y repercusión, la difusión de contenidos en los principales instrumentos de comunicación e información que también refuerzan las ideas de inferioridad del sexo femenino, conservados culturalmente, expresados en los medios de comunicación, la industria cinematográfica, las telenovelas entre otros. La intención de estos medios de comunicación y vehículos de información, tal vez no reforzar estos conceptos o ideas que conducen a procesos discriminatorios, lo que se cuestiona es la dificultad o incapacidad de la mayoría de los espectadores, usuarios, oyentes o usuarios de Internet para absorber, digerir, entender e interpretar el verdadero significado que estos contenidos transmiten por televisión, periódico, Internet y redes sociales.

La deficiencia del sistema educativo no se corresponde con las demandas que surgen de la sociedad, con respecto a las necesidades que el contexto en el que se procesa la información, es decir, una sociedad desinformada en la era de la información. Las políticas educativas que ofrece el Estado obstaculizan los procesos de cambio y transformación, sean cuales sean, especialmente en los ámbitos de los cambios en las concepciones y en la formación de nuevos conceptos sobre intolerancia, discriminación y prejuicios, relativos a la igualdad de género. Conte (2008, p. 04) afirma lo siguiente: “Es a través de la opresión y la explotación sufridas en la vida cotidiana, y encontrando formas de reacción, a través de la subversión, especialmente colectiva, que las mujeres están permitidas, la liberación y la autoestima”. Lo anterior refuerza la idea de que las formas de opresión pueden servir como estímulo a los movimientos de resistencia, desde el desarrollo de la formación crítica a través de la educación emancipatoria.

La lucha de las mujeres por la garantía y el reconocimiento de sus derechos ha encontrado, y sigue encontrando, una fuerte resistencia, que no podría ser diferente, frente a una sociedad machista y excluyente. Algunos de los logros alcanzados por el sexo femenino, a expensas de muchos esfuerzos, a veces incluso con pérdida de vidas no siempre se respetan. Continúan las agresiones, los malos tratos, la discriminación, el feminicidio y los prejuicios, si aún no se encontraban amenazas, que con frecuencia impiden la aplicación de la ley y, en consecuencia, anulan todos los derechos adquiridos o incluso adquiridos. La deficiencia en la educación educativa dificulta la evolución de los procesos que ofrecen subsidios intelectuales para la construcción de conocimientos que permitan reconocer la igualdad de derechos entre géneros, sin distinción de género, origen étnico, sexo, color, credo religioso y condición financiera.

TRABAJO, UNA CUESTIÓN DE EXTREMA FALTA DE RESPETO

Los movimientos de resistencia feminista y búsqueda de la igualdad de derechos ya han tenido resultados positivos en el ámbito de la legislación, como la definición de políticas que tienen como objetivo promover, activamente la eliminación de formas de discriminación y exclusión de los derechos de las mujeres y desarrollar acciones de apoyo a la participación. toma de decisiones en el país. Según Fischer y Marques (2001, p. 05), “la exclusión de la mujer [en el trabajo] no puede explicarse por circunstancias económicas”. Para las autoras, la jerarquía del patriarcado mantiene a las mujeres en una condición inferior, otorgándoles funciones laborales gratuitas, lo que, según ellas, es “de gran relevancia para la sociedad diseñada para los hombres” (FISCHER y MARQUES, 2001, p. 05).

En este contexto, vale la pena mencionar lo que se refiere a la violencia y el acoso sexual, que son quizás los más difíciles de combatir o eliminar, debido al hecho de que se producen en el medio doméstico y en el trabajo. “En el caso de Brasil, la violencia contra la mujer ha sido una preocupación de los investigadores e investigadores, junto con la lucha por el derecho a la ciudadanía en los ámbitos jurídico, educativo, sexual y económico…” (FISCHER Y MARQUES, 2001, p. 06). La violencia, manifestada en diversas formas, es un problema al que se enfrentan a diario las mujeres, donde las más frecuentes son las agresiones domésticas y el acoso sexual.

Las agresiones acompañadas de amenazas, chantajes e indiferencia colocan al agresor en una posición privilegiada en relación con la víctima, que a menudo termina siendo callada ante la situación. Esto se debe a varias razones, entre las que destaca el miedo a perder trabajo, la dependencia financiera, debido a los bajos salarios, el miedo a escandalizar a la familia, especialmente a los niños, cuando hay y la reputación como mujer y las represalias.

Fischer y Marques (2001, p. 05), señalan que: “La lógica de la globalización y las cadenas de producción, muy oportunas para el capitalismo contemporáneo, incorporó los bolsillos mundiales del trabajo barato, sin necesariamente elevar sus ingresos (…)”. En este sentido, la cuestión salarial es uno de los factores más ootados atribuidos al género femenino, y el salario pagado por el trabajo realizado por las mujeres sigue la lógica del tratamiento dado al género: menor.

En este contexto, también hay cuestiones relacionadas, específicamente con el trabajo, con respecto a la cuestión salarial, donde según los estudios, la mayoría de las mujeres remunerada reciben valores más bajos que los hombres, realizando las mismas actividades. La participación de las mujeres en el mercado laboral es menor que la de los hombres. Esto refleja el alto nivel de pobreza, observado en las capas menos favorecidas de la población.

FEMINISMO EN BUSCA DE IGUALDAD Y ALGUNOS ASPECTOS DE LA LEGISLACIÓN

Los enfoques de la igualdad de género, la adopción de medidas y políticas en la lucha contra las desigualdades y la atención especial de los organismos gubernamentales a la causa de la mujer se convierte en un imperativo, ya que las acciones definidas, estratégicamente en la cuestión feminista, aún no han garantizado efectivamente cambios significativos en los procesos discriminatorios contra las mujeres, especialmente de las clases menos favorecidas, afrodescendientes e indígenas. Por lo tanto, la lucha por la expansión de los derechos todavía está muy lejos de darse cuenta a sí mismo y igualar los del sexo masculino.

Desde esta perspectiva, vale la pena mencionar que los derechos de igualdad ya están garantizados en la ley, el problema es la observación de estas leyes que, en el caso del Brasil, necesitan ser reforzadas por otras leyes. La Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas, establece en el artículo 2. ese:

Todos los seres humanos podrán invocar los derechos y libertades proclamados y presentes en dicha Declaración, sin distinción, incluyendo raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política u otro origen nacional o social, fortuna, nacimiento o cualquier otra situación. Además, no se hará distinción alguna basada en el estatuto político, jurídico o internacional del país o territorio de la naturaleza de la persona, ya sea ese país o territorio independiente, bajo tutela, autónomo o sujeto a alguna limitación de soberanía, (DECLARAÇÃO UNIVERSAL DOS DIREITOS HUMANOS, 2009, p. 5).

Con el tiempo, el texto del artículo fue ampliado y reforzado de manera diferente por las conferencias celebradas en los años 1970 y 1980 y especialmente en la década de 1990, cuando sus efectos fueron aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas. En vista del proceso de exclusión de las minorías, especialmente de las mujeres, las iniciativas han sido capaces de contener acciones discriminatorias y eliminar los diversos obstáculos que actúan desfavorablemente contra la igualdad de género. El texto, de la Declaración Universal de Derechos Humanos, no menciona segmentos, clases o grupos sociales específicos, no hace distinción, es decir, si la ley se observa y se toma como modelo entre los pueblos, facilitaría a las sociedades romper con los estereotipos y frenar las formas discriminatorias que inferiorizan el género femenino.

Las deliberaciones, en la definición de roles y la asignación de funciones a géneros, son características de las sociedades jerárquicas que preservan los valores socialmente aceptados y preservados. Se construyen y transmiten comportamientos de generación en generación y, por lo tanto, son difíciles de eliminar, porque son tradiciones ideológicamente impregnadas en la formación de la mentalidad popular.

Sin embargo, la cuestión de la igualdad de género debe considerar qué modelo se organiza o estructura dentro del contexto mundial el estado, el territorio, el país o los grupos sociales. En el caso de Brasil, contenido en el sistema capitalista, la igualdad de género no se superará tan fácilmente, porque las características de este sistema impiden que se produzca tal situación. En el sistema capitalista la desigualdad es una de sus principales características. Por lo tanto, la construcción de la igualdad en este sistema nunca se puede lograr, incluso puede ser mitigada o aliviada, pero nunca totalmente superada. En este sentido, Meszaros (2002) sostiene que la igualdad entre hombres y mujeres, clases o grupos sociales es imposible en el sistema capitalista.

Viendo desde esta perspectiva, la posibilidad de igualdad se hace difícil de lograr, sólo la utopía que alimenta las luchas y el sueño de la igualdad permanece. Esto nos permite entender que las leyes, programas y acciones, proclamados por organismos internacionales, como las Naciones Unidas, o incluso por las leyes nacionales no se cumplen, porque, siendo órganos u cuerpos al servicio del capitalismo, los países saben que sus propuestas son inviables.

Se sabe que en las últimas décadas ha habido varios logros y un compromiso significativo de gobiernos, entidades e instituciones y, podemos mencionar a Brasil, para satisfacer las demandas de los movimientos feministas, y el gobierno estaba dispuesto a debatir sobre el tema de la igualdad de género, pero en una agenda donde la agenda no tiene mucha prioridad. Los legisladores sostienen que los debates deben madurar y que las discusiones deben someterse a una apreciación más profunda para no correr el riesgo de precipitación y cometer errores.

La Constitución brasileña de 1988, en su artículo 5, establece el principio de igualdad, cuando establece que: “Todos son iguales ante la ley, sin distinción de ninguna naturaleza y que el derecho a la vida, la libertad, la igualdad, la seguridad y la propiedad está garantizado” (BRASIL, 2004, p. 7).

Se percibe que lo anterior establece la igualdad de todos sin distinción alguna, pero frente a la realidad se cuestiona: Si todos son realmente iguales porque hay los excluidos? ¿Por qué entonces tenemos los movimientos de clase, los movimientos feministas luchando en busca de la igualdad? Estas son cuestiones que sucesan, porque teóricamente la ley establece todas las garantías, las ideologías que guían la práctica son antagónicas a la legislación.

Según la Constitución, el artículo 3 determina como objetivo fundamental: “Promover el bien de todos, sin origen, prejuicio de origen, raza, sexo, color, edad y cualquier otra forma de discriminación” (BRASIL, 2004, p. 31).

La legislación expresa claramente la igualdad garantizando el fultimus adecuado, extendiéndola a todos sin distinción. Esto se refiere a una reflexión sobre lo que esta igualdad debe ser sin distinción y sobre las desigualdades, así como el proceso de superación, a través de las luchas de clases y, espacialmente, los movimientos feministas. El hecho de que la igualdad exista en derecho, de manera jurídica, no significa que de hecho esté asegurada a todos como se predijo, por lo que no habría movimientos que busquen vencer la libertad en su plenitud.

Los movimientos feministas ya han logrado importantes logros en Brasil, como la Ley Maria da Penha, un importante instrumento para combatir la desigualdad y, sustancialmente importante en este proceso de lucha para superar las desigualdades, las agresiones y la falta de respeto a las que las mujeres son sometidas en nuestra sociedad. La Ley Maria da Penha reforzó lo que determina el Artículo 5 de la Constitución Federal. Sancionada en 2006, la Ley Maria da Penha estableció cambios en el contexto de la realidad de la mujer y propuso aumentar el rigor con respecto a los castigos aplicados a la agresión, los malos tratos y la falta de respeto de las mujeres.

Las mujeres estuvieron presentes en casi todos los grandes momentos que marcaron la historia de Brasil, pero fue en las últimas décadas que en realidad comenzaron a ser reconocidas en el país como personalidades importantes en la construcción de la sociedad. Esto se debe a que en las últimas décadas han sido destacados en competiciones deportivas nacionales e internacionales, en música, arte, política, actividades productivas, ciencias y, sobre todo, en educación, lo que les dio mayor visibilidad en la lucha por la igualdad.

La última década del siglo XX y principios del XXI culminaron con la llamada era del conocimiento, frente a la evolución técnico-científica, los avances tecnológicos, las tecnologías de la información y la comunicación, a los que se accede mediante dispositivos móviles conectados a Internet, las redes sociales y la consolidación del proceso de globalización han sacudido las estructuras patriarcales y han permitido la aparición de movimientos cada vez más organizados contra el patriarcado y contra los actos de discriminación y prejuicios contra las mujeres.

CONSIDERACIONES FINALES

A partir de lo anterior, se concluye que las relaciones de igualdad entre géneros siguen estando guiadas por las concepciones tradicionales, aunque los movimientos de resistencia y la construcción de nuevas relaciones han avanzado en las últimas décadas la mentalidad machista aún persiste en clasificar el género femenino con inferior. Sin embargo, los movimientos feministas han ganado expresividad en la conquista de espacios, el reconocimiento y la atribución de repudio a las prácticas tradicionales que obstaculizan el proceso de igualdad. La lucha de las mujeres demuestra el aliento en la lucha contra la discriminación en la búsqueda de la construcción de una nueva sociedad, donde la confrontación de cuestiones de clase e intereses de género se guían de una manera que contempla a todos de una manera menos desigual.

Se encontró que no es una tarea fácil cambiar una realidad, un contexto ya consolidado y consolidado con ideas, hábitos, costumbres, actitudes y comportamientos históricamente construidos y socialmente aceptados, valorados y reproducidos por las sociedades a lo largo del tiempo, sin embargo los avances tecnológicos en la información y la comunicación, la globalización, el proceso productivo hacen que el entorno sea favorable a los cambios en las relaciones sociales y en la formación de nuevas concepciones sobre la igualdad de género.

Se sabe que la plena igualdad de género no será posible mientras el modelo actual de sociedad, economía y política dicte las reglas y normas que guían la vida en la sociedad. La persistencia de la desigualdad demuestra que es necesario desarrollar más iniciativas, las luchas feministas han demostrado ser eficientes, pero ineficaces desde el punto de vista institucional. El proceso de exclusión y discriminación por parte del género masculino sigue siendo notorio, ya sea por herencia ideológica o por cuestiones físicas, étnicas, económicas y sociales.

Mientras tanto, para que haya realmente igualdad entre géneros, es necesario construir nuevas bases para la formación de una nueva sociedad, despojada de procesos discriminatorios, ideologías, costumbres, concepciones opresivas y construir nuevos conocimientos que conciban a los seres humanos como iguales en todos los ámbitos de la vida. Se espera que este estudio pueda contribuir con nuevas reflexiones y que nuevas perspectivas se desfijen hacia el problema de la desigualdad de género, con el fin de señalar formas y posibilidades de contener las desigualdades asociadas con la intensificación de los movimientos para conquistar nuevos espacios y accesos, la participación en la toma de decisiones y el reconocimiento de los derechos de quienes se encuentran en un estado de opresión.

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[1] Postgrado en Psicopedagogía, Graduado en Historia.

Enviado: Julio, 2020.

Aprobado: Noviembre, 2020.

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João Lázaro Epifânio

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