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Impacto socioeconómico del accidente cerebrovascular en pacientes y familiares

RC: 66049
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CONTEÚDO

ARTÍCULO ORIGINAL

CAPIÑALA, Henriques Tchinjengue [1], BETTENCOURT, Miguel Santana [2]

CAPIÑALA, Henriques Tchinjengue. BETTENCOURT, Miguel Santana. Impacto socioeconómico del accidente cerebrovascular en pacientes y familiares. Revista Científica Multidisciplinar Núcleo do Conhecimento. Año 05, Ed. 10, Vol. 13, págs. 05-40. Octubre de 2020. ISSN: 2448-0959, Enlace de acceso: https://www.nucleodoconhecimento.com.br/salud/accidente-vascular-cerebral

RESUMEN

Introducción: El accidente cerebrovascular es un problema de salud pública mundial y una de las principales causas de discapacidad adquirida en todo el mundo. Objetivo: Estudiar el peso socioeconómico del ictus en pacientes y familiares, seguido de una consulta externa de Neurología en el Hospital Américo Boavida (HAB) y en el Centro de Medicina Física y Rehabilitación de Luanda (CMFRL) de junio a agosto de 2013. Métodos: Se realizó un estudio observacional descriptivo transversal de 56 pacientes después del accidente cerebrovascular, asistido en el HAB y el cmfr/2013. La muestra no era probabilística, de tipo conveniencia. Los datos se recopilaron utilizando un formulario, así como el índice Barthel (IB) para evaluar el grado de dependencia funcional. Resultados: La edad media fue de 53 años, ya que el grupo de edad modal era de 50-59 años, el género masculino fue el más frecuente (53,6%), la mayoría de los pacientes estaban casados (69,6%), desempleados (25%), con educación primaria realizada (37,5%); 80,4% van a consulta de transporte público, la mayoría reportó ser atendido por el cónyuge (67,9%), por lo que el 100% de los desempleados se debió a su enfermedad; el 50% informó tener hogares formados por 6-8 personas; los ingresos mensuales más frecuentes fueron de 2-5 salarios mínimos (47%), y más se gastó en pruebas diagnósticas con un promedio de 9.844,6 4 Kz/mes y un gasto total de media de 28510,71 Kz/mes y que el 25% de la muestra gastó más del 50% de los ingresos mensuales de la enfermedad; el 44,6% dependía moderadamente. Por último, se encontró que la mayoría de los que tenían cierto grado de dependencia se quedaron desempleados y gastaron más del 50% de los ingresos familiares mensuales para la enfermedad. Conclusión: El accidente cerebrovascular afecta, a menudo a las personas más desfavorecidas y, al mismo tiempo, contribuye aún más a la privación socioeconómica.

Palabras clave: Accidente cerebrovascular, impacto, socioeconómico.

INTRODUCCIÓN

CONCEPTO STROKE

El accidente cerebrovascular se define como un conjunto de signos y síntomas que duran al menos 24 horas y son el resultado de daños cerebrales causados por cambios en el riego sanguíneo. (HARRISON et. al., 2008; GOMES, 2003; ANTÓNIO, 2011; PIRES, 2004; RODGERS, 2004; PEREIRA, 2001; NICOLETTI et. al., 2000)

EPIDEMIOLOGÍA

El accidente cerebrovascular es un problema de salud pública mundial, una de las mayores causas de discapacidad adquirida en todo el mundo (CORREIA, 2006; CABRAL et. Al., 2013). La prevalencia mundial en la población general se estima entre el 0,5% y el 0,7% y se considera la tercera causa de muerte, después de las enfermedades cardíacas y cancerosas (CABRAL et. Al., 2013; CHAGAS y MONTEIRO, 2013) . Cada año, 15 millones de personas sufren un accidente cerebrovascular. De ellos, 5 millones mueren y 5 millones quedan permanentemente discapacitados, lo que impone una pesada carga a las personas, las familias y la comunidad (LOGEN, 2003; ANTÓNIO, 2011). La mortalidad varía considerablemente en relación con el grado de desarrollo socioeconómico, con alrededor del 85% en países subdesarrollados o en desarrollo y un tercio de los casos llega a la porción económicamente activa de la población. (CORREIA, 2006) En el continente americano, la tasa de mortalidad se estimó en 59 muertes por 100.000 habitantes. Aproximadamente 730,000 estadounidenses experimentan un nuevo accidente cerebrovascular o recurrencia cada año. Los datos recientes sugieren un aumento de la incidencia. Se espera que este impacto aumente en las próximas décadas, ya que se espera un aumento de 300 ‰ en la población anciana en los países en desarrollo en los próximos 30 años, especialmente en América Latina y Asia (SILVA y COSTA, 2012). Brasil es el sexto país en número de accidentes cerebrovasculares, después de China, India, Rusia, Estados Unidos y Japón. Entre los países de América Latina, es el país con mayor mortalidad por accidente cerebrovascular tanto en hombres como en mujeres. (SÁ, 2013) Y según el Ministerio de Salud de Brasil, el ictus es la principal causa de muerte en Brasil (PADILHA, 2011) Existen grandes diferencias geográficas, étnicas, culturales y socioeconómicas, en relación a la incidencia de ictus, en los barrios de la ciudad de São Paulo y Salvador (LOGEN, 2003; GOMES, 2003). En Europa se estima que la tasa de mortalidad por ictus es de 115 muertes por 100.000 habitantes (SILVA y COSTA, 2012). Las estadísticas oficiales muestran que Portugal tiene la tasa de mortalidad por accidente cerebrovascular más alta entre los países de Europa occidental, donde es la principal causa de muerte. Es el segundo país con mayor prevalencia entre todos los países europeos, variando de 1 a 2 casos por 1000 habitantes (ABE, 2010; PADILHA, 2011). En el que se puede decir que, se estima que seis personas, cada hora, sufren un ictus, y que de dos a tres mueren como consecuencia de esta enfermedad, según SPAVC (Sociedad Portuguesa de Ictus) (ABE, 2010; SILVA y COSTA, 2012).

O.M.S. en su programa global de enfermedades (Global Burden of Disease), publicado en 2008, presenta resultados basados ​​en estimaciones, dos de las cuales afirman que más del 85% de los accidentes cerebrovasculares ocurren en países con menos recursos, en comparación con los países ricos donde ocurren considerables intervenciones preventivas para reducir la aparición de accidentes cerebrovasculares, que corresponden a nivel mundial al 10% de todas las muertes (PADILHA, 2011). Estudios más recientes revelan que los casos de ictus más mortales son más frecuentes en África subsahariana (ANTÓNIO, 2011). Un estudio realizado en Sudáfrica en el Hospital Baragwanth reveló que el ictus constituye alrededor del 60% de los casos neurológicos observados en ese hospital (ANTÓNIO, 2011). Estudios realizados en Zimbabwe y Nigeria han mostrado una alta frecuencia de ictus hemorrágico en comparación con los países desarrollados, hecho que se justifica por la alta prevalencia de hipertensión en estos países (ANTÓNIO, 2011).

En Angola, la magnitud real del impacto socioeconómico de las enfermedades cerebrovasculares aún no se conoce debido a la falta de datos precisos sobre estudios epidemiológicos, pero los estudios de los estudiantes para el trabajo de fin de curso han revelado una alta frecuencia de accidente cerebrovascular (más hemorrágico que isquémico) en nuestros hospitales. Este es el caso del estudio de kussola sobre morbilidad y mortalidad por accidente cerebrovascular en 62 pacientes ingresados en la CSE (Clínica de la Esperanza Sagrada) UCD en 2008 en el que la tasa de letalidad alcanzó muy alto el 50%, por António en HAB (Hospital Américo Boavida) en 2011 que reveló una tasa de letalidad del 24% y por muchos otros realizados en 19999 , 2001, 2003 y 2004 que revelaron que la frecuencia de ictus en nuestros Hospitales de la Provincia de Luanda (ANTÓNIO, 2011) mostró que la frecuencia de ictus era alta en nuestros Hospitales de la Provincia de Luanda (ANTÓNIO, 2011).

TIPOS DE TRAZO

Accidente cerebrovascular isquémico (oclusión del vaso) y hemorrágico (rotura del vaso).

FACTORES DE RIESGO

Los factores de riesgo pueden ser modificables y no modificables. Entre las personas modificables, hipertensión (HTA), diabetes, tabaquismo, enfermedades del corazón, dislipidemia, obesidad, sedentarismo, alcoholismo, y factores socioeconómicos. Entre las escaneas no modificables encontramos edad, género, raza, historia familiar (ANTÓNIO, 2011; FERREIRA et. al., 2013; CHAVES, 2013)

Cuadro 3- Grado de dependencia del índice Barthel

Autónoma 100 puntos
Dependiente leve > 60 puntos
Dependiente moderado > 40 y ≤ 60 puntos
Gravemente dependiente ≥ 20 y ≤40 puntos
Total dependiente < 20 puntos

Fuente: Adaptado de (RICARDO, 2012)

(puntuación: 0-100 puntos)

OBJETIVOS

General:

  • Evaluar el peso social y económico del ictus en pacientes y familiares, seguido de la consulta externa de Neurología del Hospital Américo Boavida y del Centro de Medicina Física y Rehabilitación de junio a agosto de 2013

Específico:

  • Describa el perfil sociodemográfico de la población del estudio.
  • Caracterizar la muestra de acuerdo con los ingresos mensuales del hogar.
  • Evaluar el impacto económico de la enfermedad en la familia en función de los ingresos mensuales del hogar.
  • Describa las implicaciones sociales de la enfermedad en la familia.
  • Relacionar el grado de dependencia funcional medido por el índice Barthel y el impacto socioeconómico.

METODOLOGÍA

SITIO DE ESTUDIO

El estudio se llevó a cabo en las consultas externas del Hospital Américo Boavida (H.Un.B.)  y en el gimnasio del Centro de Medicina Física y Rehabilitación (C.M.F.A.).

TIPO DE ESTUDIO

Se realizó un estudio transversal observacional y descriptivo de todos los pacientes post-accidente cerebrovascular asistidos en la consulta neurológica externa del Hospital Américo Boavida (H).Un.B.) y en el Centro de Medicina Física y Rehabilitación (CMFR), de junio a agosto de 2013.

UNIVERSO

La población del estudio consistió en todos los pacientes después del accidente cerebrovascular seguido en una consulta externa HAB y CMFR de junio a agosto de 2013.

MUESTRA

La muestra fue no probabilística, tipo de conveniencia compuesta por 56 pacientes después del accidente cerebrovascular seguido en una consulta externa de H.A.B. y C.M.F.R., de junio a agosto de 2013.

CRITERIOS DE INCLUSIÓN

Todos los pacientes fueron incluidos en el estudio, seguidos de consultas externas del HAB y del CMFR que fueron víctimas de accidente cerebrovascular confirmado en el proceso con un período de hasta 2 meses como mínimo, sin discapacidad verbal y dispuestos a participar en el estudio, cuyos familiares también estuvieron de acuerdo.

CRITERIOS DE EXCLUSIONES

Se excluyeron todos los pacientes con patología asociada confirmada y aquellos sin acompañantes (proveedores de atención médica informales).

VARIABLES

Identificación sociodemográfica (Edad, Género, estado civil, Ocupación, nivel de educación y hogar), formas de ir a consultas, grado de parentesco con el proveedor informal, quedar desempleado por enfermedad, ingresos mensuales del hogar, impacto económico del accidente cerebrovascular (formas de gasto y gastos totales) grado de dependencia funcional.

RECOPILACIÓN Y PROCESAMIENTO DE DATOS

La recopilación de datos se realizó aplicando un formulario que tenía como objetivo determinar la caracterización socioeconómica y demográfica de la muestra, así como registrar la evaluación del índice barthel que tenía como objetivo determinar el grado de dependencia funcional después de la enfermedad.  Los datos se introdujeron en una base de datos de Excel, se procesaron y analizaron a través de estadísticas descriptivas en la versión 19.0 de Software SPSS (Statistical Package for the Social Sciences) – Paquete Estadístico para Ciencias Sociales.

Los resultados fueron escritos en forma de texto, presentados en tablas y gráficos a través del Programa Microsoft Word 2010®, más tarde diseñados a través de un proyector en el Programa Microsoft PowerPoint 2010® en windows 8® entorno, el día de la comunicación pública.

ASPECTOS ÉTICOS

El estudio fue autorizado por la Junta Directiva de la FMUAN, así como por las Direcciones Clínicas de HAB y CMFR, a través de una carta que fue enviada con antelación, así como el consentimiento informado realizado de manera tácita, y existe el compromiso de mantener el anonimato y la confianza en relación con los datos del paciente.

DIFICULTADES

Teniendo en línea las características sociodemográficas de las personas que componían la muestra (incluyendo baja educación-educación), la mayoría de los pacientes no tenían una renta fija, no sabían cómo especificar el ingreso mensual del hogar, o tenían una idea clara del gasto total, que requería tiempo, cálculos y mucha paciencia para estimar a partir de datos de preguntas básicas.

AJUSTES OPERATIVOS

Ingreso familiar mensual: La suma de todos los ingresos de las personas productivas que conforman la familia.

Salario mínimo: El mínimo que se puede pagar a un empleado que en nuestro país, según la publicación más reciente (año 2012) en el diario de la República de Angola es de 15.000 Kwanzas.

Proveedor de atención informal: Todo individuo que establece alguna relación socio-afectiva-emocional con el enfermo y con la responsabilidad de cuidar de él, ayudando en todas las actividades diarias, que no puede realizar solo teniendo en cuenta las deficiencias, discapacidades y desventajas causadas por la enfermedad.

RESULTADOS

PRESENTACIÓN DE RESULTADOS

De los 56 pacientes incluidos en el estudio, encontramos que la edad media era de 53,04 años (±10,44), que oscilan entre 32 y 77 años, y el grupo de edad modal era de 50 a 59 años, lo que representa el 39,3% de los pacientes que componen la muestra. (gráfico 1).

Gráfico #1: Distribución de la muestra, según la edad, seguida de una consulta externa del HAB y CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

Del número total de pacientes observados en ambas instituciones de salud, encontramos que 26 (46,4%) eran mujeres, mientras que 30 (53,6%) eran hombres. (gráfico no 2).

Gráfico 2: Distribución de la muestra, según género, seguido en una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

En cuanto al estado civil, vimos que 39 (69,6%) pacientes se casaron y/o vivieron en unión de hechos, después de solteros y viudos con 7 (12,5%) Enfermo. La minoría, 3 (5,4%) estaba divorciado. (gráfico 3).

Gráfico #3: Distribución de la muestra, según el estado civil, seguida de una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

Sobre la ocupación profesional, se observó que 14 (25%) de los 56 pacientes estudiados estaban desempleados, seguidos de los que eran conductores con 8 (14,3%) pacientes y empleadas domésticas de 6 (10,7%) Enfermo. Hubo 4 (7,1%) pacientes jubilados y otras ocupaciones menos frecuentes, con un caso sólo para cada uno, que en total fueron 5 (8,9%). (gráfico 4).

Gráfico #4: Distribución de la muestra, según la ocupación, seguida de una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

En cuanto al nivel educativo, 21 (37,5%) de la educación primaria, mientras que 17 (30,4%) eran del primer ciclo. Sólo 1 paciente tenía educación superior, que corresponde al 1,8% de todos los estudiados. (gráfico no 5).

Gráfico 5: Distribución de la muestra, según el nivel de educación, seguido de una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

Al evaluar las principales formas de consultar a los pacientes incluidos en el estudio, encontramos que 45 pacientes equivalentes al 80,4% de la muestra, van en taxi a consultas. Siete pacientes (12,5%) transporte público y 3 pacientes (5,4%) transporte de alquiler. Sólo había 1 paciente (1,8%) que se refirió a ir a la consulta a pie. (gráfico no 6)

Gráfico n.o 6: Distribución de la muestra, de acuerdo con las formas de ir a consultas, seguida de una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

En cuanto al grado de parentesco de los proveedores informales de atención de la salud, encontramos que 38 (67,9%) fueron atendidos por la coyuntura, y 10 (17,9%) pacientes fueron atendidos por sus hijos. Sólo 1 (1,8%) paciente informó de ser atendido por la tía. (gráficos 7).

Gráfico 7: La distribución de la muestra, según el grado de parentesco con el proveedor informal de atención médica, siguió en una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

De los 14 pacientes que estaban desempleados, el 100% de ellos declararon estar desempleados debido a su enfermedad. (gráfico no 8).

Gráfico 8: Distribución de la muestra, según el desempleo motivado por la enfermedad, seguido de una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

El hogar medio de los 56 pacientes estudiados fue de 6,71 personas (±2,78), donde el hogar mínimo estaba formado por 1 persona y el máximo por cada 15 personas. El hogar modal era el rango de 6-8 personas (28 agregados), correspondiente al 50% de todos los hogares de los pacientes estudiados. (gráfico no 9).

 
Gráfico No. 9: Distribución de la muestra, según el número de hogares, seguida de una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

Analizando el ingreso mensual por número de salarios mínimos de los hogares de todos los pacientes incluidos en el estudio, se encontró que el ingreso mensual promedio era 52139 kwanzas (±51 712 40) (4 Salarios Mínimos) que se encuentra, al mismo tiempo, en el ingreso mensual modal de 2-5 salarios mínimos correspondientes al 41,1% del estudio. El ingreso mínimo estudiado fue de 7000 kwanzas equivalentes a aproximadamente la mitad de un salario mínimo, incluido en los 14 pacientes (25%) de los hogares clasificados con ingresos de hasta 1 salario mínimo y el ingreso máximo fue de 260.000 Kwanzas (17 salarios mínimos), que también se incluyó en los 3 pacientes (5,4%) hogares con más de 10 salarios mínimos. (tabla no 1 y gráfico no 10).

Gráfico 10: Distribución de la muestra, según los ingresos mensuales del hogar en número de salarios mínimos, seguido de una consulta externa de la HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

Analizando las principales formas de gasto por la enfermedad, encontramos que más se gasta mediante pruebas diagnósticas complementarias con un promedio de 9.844,64±15 840.798 que oscilan entre 0 y 75.000,00. Las consultas son las que tienen el menor costo monetario que conlleva un promedio de 633,93±1373,420 y el valor mínimo fue 0 y el valor máximo fue de 7 500,00. (tabla 1).

Cuadro #1: La distribución de los valores medios de ingresos mensuales, las principales formas de gasto y el gasto total de la enfermedad de los 56 pacientes siguieron en una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Variables Promedio Mediana Mínimo Máximo Desviación estándar
renta 52139,00 39500,00 7000,00 260000,00 51712.449
Consultas 625,00 500,00 0,00 7500,00 1375.929
Exámenes 9845,00 5900,00 0,00 75000,00 15840.798
Medicación 6921,00 5250,00 0,00 35000,00 6451.264
No. S. Rehabilitación 5073,00 7200,00 0,00 45000,00 6349.617
Transporte 6146,00 3500,00 0,00 48000,00 7797.155
Gastos totales 28611,00 21100,00 6000,00 134700,00 25936.816

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

En cuanto al gasto mensual de la enfermedad en función de los ingresos mensuales, se encontró que los pacientes gastaron en total 28510.71±28510.71, que van desde 6.000 Kwanzas (más del 80% del ingreso mensual mínimo) hasta 134.500 Kwanzas (más del 50% del final máximo de ingresos mensuales). 25% (14 pacientes) de la muestra gastaron más del 50% de los ingresos familiares mensuales, mientras que 10 (17,9%) pacientes gastaron más del 100% de sus ingresos mensuales y sólo 2 (3,6%) pacientes gastaron hasta el 10% de sus ingresos mensuales en su enfermedad. Como podemos ver en la tabla 1 y el gráfico 11.

Gráfico No. 11: Distribución de la muestra, según el gasto mensual de la enfermedad, seguido de una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

Tomando el grado de dependencia funcional por el índice Barthel, vimos que de los 56 pacientes, más del 70% tenían un cierto grado de dependencia, y el grado más frecuente de dependencia era moderado con 25 (44,6%) Enfermo. Sólo 9 pacientes trabajaban por cuenta propia, lo que equivale al 16,1% de la muestra. (Véase el gráfico 12).

Gráfico No. 12: Distribución de la muestra, según el grado de dependencia por el índice Barthel, seguido en una consulta externa de la HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

En relación con la dependencia funcional medida por el IB y los gastos totales, encontramos que entre los pacientes autónomos (44,4%) y dependientes leves (41,4%) gastó menos del 50% de los ingresos mensuales de la enfermedad, mientras que los pacientes con dependencia moderada (48%), dependencia grave (50%) y dependencia total (100%) más del 50% de sus ingresos mensuales por la enfermedad. (véase el gráfico 16).

Gráfico No. 13: Distribución de la muestra, según el grado de dependencia por el índice Barthel y los gastos totales, seguido de una consulta externa de la HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

Analizando la cuestión de si se queda o no desempleado y el grado de dependencia del índice barthel, encontramos el de los pacientes que trabajaban por cuenta propia 5 (55,6%) pacientes respondieron negativamente mientras que la minoría (44,4%) respondió afirmativamente. Lo contrario ocurrió entre los pacientes con cierto grado de dependencia en los que la mayoría, con muy pocas excepciones, respondieron afirmativamente y la minoría negativamente. De esta manera, cabe señalar que de los 12 pacientes con dependencia leve el 70,6% respondieron afirma a la pregunta y el 29,4% respondieron que no; Entre los pacientes con dependencia moderada, el 14% respondió que sí contra el 11% que respondieron que no. (gráfico 16).

Gráfico #14: Distribución de la muestra, según la cuestión de si se quedará o no desempleado debido a la enfermedad y al grado de dependencia por el índice Barthel, seguido de una consulta externa del HAB y el CMFR de mayo a agosto de 2013.

Fuente: Base de datos de recopilación de datos del autor

DISCUSIÓN DE RESULTADOS

La edad promedio fue de 53,04 años (± 10,44), con un rango de 32 a 77 años, con predominio del grupo de 50 a 59 años. Estos resultados son similares a los encontrados por Falcão et. al. (2004) en un estudio sobre Implicaciones del ictus precoz para adultos en edad laboral atendidos por el sistema unificado de salud, en el que hubo una mayor concentración de pacientes en los grupos de mayor edad con una moda igual al presente estudio de 50-59, que representó 56 , 5% de su muestra, y la edad media fue de 52 años (FALCÃO et. Al., 2004). Kussola (2008) en un estudio sobre morbilidad y mortalidad por ictus en la unidad de atención diferenciada del CSE, observó una mayor prevalencia entre la cuarta y la quinta década de la vida. António (2011) en su estudio sobre morbimortalidad por ictus en pacientes ingresados ​​en el Servicio de Neurología del Hospital Américo Boavida, encontró un predominio del grupo etario de 60 a 69 años (ANTÓNIO, 2011). Estos resultados incluyen un soporte bibliográfico según el cual, la frecuencia con la que ocurre un ictus aumenta exponencialmente con la edad, por encima de los 50-60 años o después y el “riesgo de ictus es directamente proporcional a la edad” (RICARDO, 2012) . A diferencia de los resultados del presente estudio, son los encontrados por Ricardo (2012) en un estudio sobre Valoración de los beneficios en salud mediante el Índice de Barthel, en pacientes con ictus en fase aguda y tras el alta, con intervención de Enfermería de Rehabilitación, en el que la edad promedio fue de 75 (± 10.1) años, con predominio de los 70-79 años (RICARDO, 2012). Esta diferencia es comprensible por la esperanza de vida que es relativamente baja en nuestro país.

El predominio de hombres con 30 (53,6%) sobre mujeres con 26 (46,4%) coincide con el estudio de Ricardo (2012) sobre Evaluación de los beneficios en salud mediante el Índice de Barthel, en pacientes con ictus en fase aguda y posterior al alta, con intervención de Enfermería de Rehabilitación (54,8% hombres y 43,2% mujeres) (RICARDO, 2012)., de Silva y Costa (2012) en un estudio sobre el perfil de pacientes con ictus y posibles diferencias y similitudes entre sexos (51,6% hombres y 48,4% mujeres), de Valverde (2007) en su estudio sobre el perfil de las víctimas de ictus atendidas en el hospital de urgencias de Goiânia (58,6% hombres y 41,4% mujeres) y para muchos otros estudios con pacientes con ictus como Kussola (2008), Massango (2009), Falcão et. al. (2004), de Duncan et. al. (2003), de Saposnik; Del Brutto (2003), de Medina; Shirassu; de Goldefer (1998); Rodrigues; Sá; Alouche (2004); Nunes; Pereira; Silva (2005); Radanovic (2000); Pires; Gagliardi; Gorzoni (2004); de Melcon (2006); Anesi; Okubadejo y Ojini (2007); (RIBEIRO et. Al., 2012). Estos resultados confirman el consenso existente en la literatura de que “en los hombres la incidencia de ictus es algo mayor” (RICARDO, 2012). Como regla general, las mujeres en edad fértil están menos predispuestas a sufrir un accidente cerebrovascular debido a la protección hormonal. Después de los 50 años, la incidencia de esta patología es la misma en ambos sexos, presentándose más en el sexo masculino (RICARDO, 2012). Los estudios de Ribeiro et. al. (2010) sobre la caracterización de usuarios de ictus y respuestas sociales tras el alta y Por António (HAB / 2011) sobre Determinantes de Morbilidad y Mortalidad por ictus en pacientes ingresados ​​en el Servicio de Neurología de la HAB, contrasta con el presente estudio una vez encontrado un predominio del sexo femenino sobre el masculino, lo que puede ser comprensible, ya que, si bien la morbilidad es más frecuente en el sexo masculino, la mortalidad por ictus es mayor en el sexo femenino, probablemente debido a que el ictus en la mujer ocurre en edades más avanzadas (RICARDO, 2012).

En cuanto al estado civil (69,6% casado y o vivido en unión de hechos, 5,4% divorciado/al 12,5% soltero y viudo), coincide con los resultados encontrados por Falcão et. al.(2004) en un estudio sobre las implicaciones del accidente cerebrovascular temprano para los adultos en edad productiva a los que asistieron el sistema de salud unificado, en el que prevaleció el estado civil casado o la unión de hechos antes y después del accidente cerebrovascular, por Alves et. Al. (2010) en un estudio sobre la depresión después del accidente cerebrovascular: Intervención de enfermería (62,5% casado), por da Costa (2010) en su estudio sobre la evolución cognitiva y funcional de los pacientes post-accidente cerebrovascular (más del 50% se casaron) y por Pereira et. al. (2009) en su estudio sobre la prevalencia del ictus en personas mayores en el municipio de Vassouras, Río de Janeiro, Brasil, a través del seguimiento de datos del Programa de Salud Familiar (SILVA y COSTA, 2012; COSTA, 2003). La amplia convergencia de los datos descritos anteriormente tiene apoyo bibliográfico, porque el accidente cerebrovascular ocurre a edades avanzadas en un momento en que la mayoría de las personas ya han contraído su matrimonio y / o unión de cohabitina de los hechos y el grado de asociación es tan intenso en esta etapa, que no permite divorcios fáciles incluso en la cara de una enfermedad fuertemente incapacitante como accidente cerebrovascular, razón por la cual el estado civil casado / o la búsqueda de hechos es predominante en todos los trabajos de investigación (que incluye a los pacientes de accidente cerebrovascular) consultado, descrito y no descrito en el presente estudio.

Se observó que 14 (25%) de los 56 pacientes estudiados estaban desempleados, seguidos de los conductores con 8 (14,3%) pacientes y los trabajadores domésticos que eran 6 (10,7%) pacientes. Hubo 4 (7,1%) pacientes jubilados y otras ocupaciones menos frecuentes, con solo un caso para cada uno, que en total fueron 5 (8,9%). Cabe señalar que, en este estudio, el 80,4% de los pacientes refirió acudir a las consultas de transporte público (ver gráfico nº5 y tabla en anexo). Estos resultados son similares a los encontrados por Falcão et. Alabama. (2004) en un estudio sobre Implicaciones del ictus precoz para adultos en edad de trabajar atendidos por el sistema único de salud, en el que se observó que el ictus trajo cambios, con disminución de la condición de los trabajadores. Antes del accidente cerebrovascular, el 83% de los hombres y el 54% de las mujeres estaban trabajando; después del ictus, solo el 25% de los hombres y el 4,5% de las mujeres mantuvieron esta condición ”(RICARDO, 2012). El predominio de parados tras la enfermedad puede justificarse por las deficiencias e incapacidad que provoca el ictus, el porcentaje relativamente alto de jubilados puede ser reflejo de la avanzada edad de los pacientes mientras que la mayor referencia de actividades con poca cualificación profesional (con menor implicación intelectual) y el predominio de pacientes que acuden a consultas de transporte público (por falta de transporte adecuado), puede reflejar un nivel socioeconómico bajo de los individuos ya que, históricamente, la ocupación profesional ha sido considerada como el indicador más confiable de la posición relativa de cualquier individuo en la jerarquía social (RICARDO, 2012). Proporciona información socioeconómica ya que sirve de base para una escala salarial; diferentes niveles de seguridad y estabilidad financiera en diferentes profesiones; diferente autoridad y control para cada ocupación profesional (ofreciendo diferentes niveles de satisfacción personal y tensión física y psicológica); y diferentes grados de prestigio que se atribuyen a las distintas ocupaciones (RICARDO, 2012). El estado ocupacional también es indicativo de factores de riesgo para la salud concomitantes en determinadas profesiones, como la exposición a agentes tóxicos o riesgos para la integridad física (RICARDO, 2012). Junto a dos indicadores que veremos a continuación (nivel educativo e ingresos mensuales) permiten la estratificación social en clase. Y teniendo en cuenta que el tipo de patología varía con la clase social, se afirma que el ictus afecta mayoritariamente a las clases más desfavorecidas como presenta el presente estudio. Y desde el punto de vista del impacto socioeconómico, aumenta enormemente los gastos familiares y disminuye considerablemente la calidad de vida tanto del individuo como de su familia, estableciendo así un círculo vicioso de retroalimentación positiva.

De los 56 pacientes que componían la muestra, 21 (37,5%) de la educación primaria, mientras que 17 (30,4%) eran del primer ciclo. Sólo 1 paciente tenía educación superior, que corresponde al 1,8% de todos los estudiados. Estos resultados se deben al hecho ya aclarado en el debate anterior en el que el nivel de educación es el requisito previo para la ocupación profesional y, en consecuencia, los ingresos, y los tres indicadores juntos informan el nivel socioeconómico del individuo. Se sabe que el nivel de educación de una población está relacionado con el estado de salud. Más específicamente, existe una correlación significativa entre la educación de los padres y la salud de sus hijos. Este indicador puede proporcionar más información en caso de discriminación según los niveles educativos. Las personas con un mejor nivel educativo tienen una situación ocupacional más alta, mejores condiciones de vivienda y estilos de vida más saludables (RICARDO, 2012). Por lo tanto, ser de bajo nivel socioeconómico es un factor de riesgo importante para enfermedades cerebrovasculares como el accidente cerebrovascular. Por esta razón, existe un gran acuerdo del presente estudio con los realizados por de Santana (1996) sobre las características socioeconómicas de los pacientes con accidente cerebrovascular en los que el 82% eran analfabetos y o semi analfabetos, por Fernandes y Santos (2009) sobre la evolución motora y funcional de los pacientes con accidente cerebrovascular en los primeros tres meses de vida después del alta hospitalaria en el que el 50% fueron del ciclo I seguido de aquellos que fueron analfabetos con 36.7% , por Pereira de Sá (2013) sobre la influencia de los parámetros socioculturales en el reconocimiento del ictus en el que el 63,4% provenía de la educación primaria, seguido de pacientes analfabetos con un 25,7%, por Albuquerque y Coelho (2010) en determinantes de la capacidad funcional de los pacientes tras un accidente cerebrovascular en el que el grupo más representativo fue la educación básica (ciclo I) con el 55,8%. El grupo menos representativo fue de la educación superior, sólo con el 4,9%, por Panhoca y Gonalves (2009) sobre Afasia y las consecuencias de la calidad de vida de un accidente cerebrovascular desde la perspectiva de la terapia del habla en la que se observó que la población estudiada tiene baja escolaridad, y el 12,5% son analfabetos y el 45% asisten a la escuela primaria (SÁ, 2009; PANHOCA y GONÇALVES, 2009; SANTANA et. al., 1996) y muchos otros estudios realizados en diferentes partes del mundo.

En cuanto al grado de parentesco del proveedor informal, se encontró que 38 (67,9%) fueron atendidos por el conjuro, con 10 (17,9%) pacientes atendidos por sus hijos. Solo 1 paciente (1,8%) informó haber sido atendida por su tía. Este hecho está íntimamente relacionado con la definición de proveedor informal dada por Edivaldo según la cual un proveedor informal es todo aquel que brinda atención y asistencia a otros, pero sin remuneración. Este servicio generalmente se brinda en un contexto de relaciones continuas. Es una expresión de amor y afecto hacia un familiar, amigo o simplemente hacia otro ser humano necesitado. Los cuidadores, en el sistema informal, asisten a la persona que depende parcial o totalmente de ayuda en su vida diaria, tales como: vestirse, alimentarse, cuidados de higiene, dependencia del transporte, administración de medicamentos, preparación de alimentos y manejo de las finanzas (BAIA, 2010). Y, en general, en un hogar, la persona con las calificaciones mencionadas ha sido el cónyuge, lo que justifica los resultados encontrados en el presente trabajo. Por otro lado, cuando encontramos mayor referencia al cónyuge como proveedor informal, nuestro estudio coincide con el estudio de Baia (2010) sobre pacientes con ictus: dificultades familiares en el que el 60% de los encuestados afirma que el cuidador informal es el marido. / esposa Para el 32% de los encuestados, el cuidador informal era el niño (BAIA, 2010). Gomes (2010) en su estudio sobre Satisfacción relacionada con los servicios educativos y socio-sanitarios a disposición de las víctimas de ictus. La perspectiva del cuidador informal encontró que el grado de parentesco entre Esposo / esposa representó el 58.7%, Hijo / a representó el 26.1% y Hermano / 6.5% (GOMES, 2010). Costa (2003) en su estudio sobre la calidad de vida después de un accidente cerebrovascular encontró que el mayor porcentaje de proveedores eran marido / mujer e hijos (COSTA, 2003).

La mayoría de los pacientes (69,6%) estaban desempleados y / o dejaron de estudiar debido a su enfermedad, lo que refleja claramente el gran impacto negativo del ictus desde el punto de vista socioeconómico. Creemos que este resultado se debe al hecho de que esta patología es una fuerte causa de discapacidad, discapacidad y desventaja. Según la bibliografía, el estatus profesional cambia con el ictus, pasando de ser trabajador a estar jubilado (RICARDO, 2012); lo que coincide con los resultados de Falcão et. Alabama. (2004) en un estudio sobre las implicaciones del ictus precoz para los adultos en edad de trabajar atendidos por el sistema único de salud, encontraron que el ictus trajo cambios, con una reducción en la condición de los trabajadores. Antes del accidente cerebrovascular, el 83% de los hombres y el 54% de las mujeres estaban trabajando; después del ictus, sólo el 25% de los hombres y el 4,5% de las mujeres mantuvieron esta condición (FALCÃO et. al., 2004). Sin embargo, informan que en una población de 15 a 45 años, la reincorporación al trabajo de algo más del 70%, en promedio, después de ocho meses de ictus, aunque hubo necesidad de ajustes en la ocupación en torno al 26%. Ching-Lin y Mong-Hong encontraron un 60% de retorno al trabajo, con casi la mitad de ellos regresando al trabajo y limitando la jornada laboral o el tipo de trabajo del resto (RICARDO, 2012). La diferencia entre estos resultados y los nuestros, se entiende por el tiempo de evolución de la enfermedad en la población de estudio, que para nuestro caso fue relativamente menor.

Neste estudo verificamos que a maior parte dos doentes tinha um agregado familiar constituído por 6-8 pessoas com uma renda mensal modal de 2-5 salários mínimos, sendo que o salário mínimo foi de 7000 kw e o máximo foi de 260000 Kw com uma média de 52139 kwanzas. Esse resultado, no mesmo sentido do que já foi discutido até aqui sobre a influência que o nível socioeconômico tem relativamente a susceptibilidade à patologia em questão, é consequência da cascata, com algum grau cíclico vicioso, em que o baixo nível socioeconômico condiciona baixo grau de escolaridade com consequentes ocupações pouco rentáveis. E ao mesmo tempo que isso acontece o número de filhos tende a ser maior também alargando assim o agregado familiar. Santana et. al. (1996) ao estudar as características socioeconômicas de pacientes com acidente vascular cerebral, verificou que 82% dos pacientes eram analfabetos ou semianalfabetos, mais de metade da sua amostra tinha um agregado de 2-4 pessoas e 60% viviam com renda familiar de 1 a 2 salários mínimos (SANTANA et. al., 1996). As diferenças encontradas neste estudo quanto ao agregado familiar, pensamos que, devem-se a questões culturais, no nosso meio, em que quanto mais se é da camada pobre mais se cumpre com a visão de ter os filhos como uma espécie de investimento a longo prazo para o sustento na velhice e, paradoxalmente, acabam sendo mais uma sobrecarga que uma ajuda, pela incapacidade que os pais têm, dada as suas limitações, de conceder uma instrução e educação suficiente para que a mudança de nível socioeconômico se efetive. Deus (2013) no seu estudo sobre morte por AVC é maior na zona urbana da cidade do Amazonas, verificou que o perfil mais comum dos acometidos pela doença era de homens, pardos, sem estudo formal e com renda de um a dois salários mínimos (DEUS, 2013). Ribeiro et. al. (2012) ao estudar o Perfil de Usuários Acometidos por Acidente Vascular Cerebral Adscritos à Estratégia Saúde da Família em uma Capital do Nordeste do Brasil, inferiu que a situação socioeconômica também desempenha um papel determinante na saúde dos indivíduos ao observar que a maioria dos entrevistados possuiu renda familiar entre 1 a 2 salários mínimos (49,3%) para manutenção de toda família (RIBEIRO et. al., 2012). Dias (2006), em sua pesquisa transversal, com 82 usuários, em 12 Unidades de Saúde da Família da cidade de Divinópolis- MG, verificou uma prevalência de 622 reais como média da renda familiar (RIBEIRO et. al., 2012).  Pelo que a convergência, com a literatura, dos resultados do presente estudo, relativamente a este indicador, é bastante intensa.

El 25% (14 pacientes) de la muestra gasta más del 50% de los ingresos mensuales del hogar mientras que 10 (17,9%) de los pacientes gastan más del 100% de los ingresos mensuales y solo 2 (3,6%) pacientes gastan hasta 10% de los ingresos mensuales por su enfermedad. Este resultado da una idea clara del gran impacto socioeconómico del ictus en la familia, teniendo en cuenta las demás necesidades básicas que carecen de cobertura económica. Por otro lado, va en contra de la bibliografía que dice que el costo de un ictus es bastante elevado para la familia y la sociedad en general, ya sea por el aumento de los gastos o por la disminución de la capacidad de producción del sujeto (en Brasil, el 40% del total). las jubilaciones anticipadas son consecuencia de esta enfermedad) (RIBEIRO, 2011). De la investigación realizada, casi ningún estudio se centró en los gastos mensuales de un paciente con ictus, pero un estudio de Ribeiro (2011) sobre el peso del ictus y la fibrilación auricular infirió que los costos son bastante elevados para el estado. Se gastan R $ 12 mil en el Sistema Único de Salud (SUS) por cada víctima de accidente cerebrovascular isquémico fatal. En 2009, el SUS gastó R $ 150 millones solo en hospitalizaciones (RIBEIRO, 2011). Pieri revela que el accidente cerebrovascular conlleva enormes costos de hospitalización, readmisiones, jubilación, prestaciones por enfermedad y rehabilitación (RIBEIRO, 2011).

Midiendo el grado de dependencia funcional mediante el índice de Barthel, vimos que de los 56 pacientes, más del 70% presentaba cierto grado de dependencia, siendo el grado de dependencia más frecuente el moderado con 25 (44,6%) pacientes. Solo 9 pacientes eran autónomos, lo que corresponde al 16,1% de la muestra. Este resultado está relacionado en gran medida con el hecho de que el accidente cerebrovascular es la principal causa de discapacidad y discapacidad funcional. En el estudio de Matos et. al., (2003), publicado en la Revista da Faculdade de Medicina de Lisboa, con el fin de evaluar el grado de dependencia en pacientes con ictus, en una lista de usuarios de un médico de familia, reveló que el 19,2% de los usuarios son independiente; El 57,7% tiene una dependencia leve a moderada; El 11,6% son muy dependientes y el 11,5% son totalmente dependientes. La puntuación global mostró un valor mínimo de 0 (totalmente dependiente) y un valor máximo de 20 (independiente), con una mediana de 90 (dependencia leve a moderada). Estudios de la Dirección General de Salud, publicados en las recomendaciones de las Unidades de Ictus, en 2001 / Portugal, revelan que tres meses después del ictus, el 24% de los pacientes son severamente dependientes, el 18% son levemente dependientes y el 30% son independientes. La convergencia existente con el presente estudio apoya el consenso existente en la literatura de que en la actualidad, el IB continúa siendo ampliamente utilizado, fundamentalmente en el contexto hospitalario, unidades de convalecencia y centros de rehabilitación, y varios autores lo consideran el instrumento más adecuado para evaluar la incapacidad para realizar actividades de la vida diaria. Y que las diferencias que puedan existir entre los porcentajes de leve, moderada y severa pueden entenderse como el momento de ocurrencia de la enfermedad en el que los pacientes tienden a ser más dependientes al inicio y con el paso del tiempo teniendo en cuenta la rehabilitación comienzan a recuperarse. las funciones van desde puntuaciones bajas (muy dependientes) a puntuaciones altas (autonomía).

En relación con la dependencia funcional medida por el IB y los gastos totales, encontramos que entre los pacientes autónomos (44,4%) y dependientes leves (41,4%) gastó menos del 50% de los ingresos mensuales de la enfermedad, mientras que los pacientes con dependencia moderada (48%), dependencia grave (50%) y dependencia total (100%) más del 50% de sus ingresos mensuales por la enfermedad. Estos resultados se deben al hecho de que la autonomía es un claro signo de curación y recuperación completa de la entidad nosológica y sus secuelas, un indicador de la reducción de las actividades que son razones para el gasto de dinero y el aumento de la capacidad de producción del individuo. El paciente con autonomía va solo al hospital (lo que implica poco gasto con el transporte), disminuye o cesa con las asignaciones de rehabilitación, el número de pruebas a solicitar, el gasto de medicamentos y otros.

Al examinar la cuestión de si se deben o no quedar desempleados y el grado de dependencia del índice Barthel, encontramos el de los pacientes que eran autónomos 5 (55,6%) pacientes respondieron negativamente mientras que la minoría (44,4%) respondió afirmativamente. Lo contrario ocurrió entre los pacientes con cierto grado de dependencia en los que la mayoría, con muy pocas excepciones, respondieron afirmativamente y la minoría negativamente. Este resultado es que las deficiencias y discapacidades que las personas acarician llevan a las personas a dejar de realizar sus actividades laborales. Falcão et. Al. (2004) en su estudio sobre el accidente cerebrovascular temprano: implicaciones para los adultos en edad de trabajar asistidos por el Sistema Unificado de Salud en el que dedujo que después del accidente cerebrovascular el número de desempleados y jubilados aumentó y las discapacidades afectan negativamente la satisfacción de la vida de más del 70% de los entrevistados (RIBEIRO, 2011).

CONSIDERACIONES FINALES

  1. En la muestra estudiada, hubo un predominio de individuos en la quinta década de vida, y los machos eran más frecuentes. En su mayoría estaban casados, sin ocupación profesional, con la educación primaria predominante.
  2. La mayoría de los pacientes tenían un ingreso mensual de 2-5 salarios mínimos que en promedio se estimaron en 52139 kwanzas con un hogar modal de 6-8 personas por familia.
  3. La mayoría de los pacientes tenían cierto grado de dependencia y casi todos ellos se quedaron desempleados debido a su enfermedad y reportaron un aumento en el gasto mensual que consumió más del 50% de los ingresos mensuales debido a la enfermedad solamente.
  4. Predominantemente los pacientes fueron atendidos, en casa, por el cónyuge o hijo, lo que muestra claramente las implicaciones sociales que la enfermedad causa en la familia.
  5. Por último, se encontró que cuanto mayor fuera la dependencia funcional, mayor era el gasto mensual de la enfermedad y mayor era el grado de desempleo.
  6. Las instituciones gubernamentales y no gubernamentales competentes que abarcan un carácter filantrópico, con el fin de crear políticas para educar a la población, especialmente a las más desfavorecidas, en relación con los factores de riesgo de accidente cerebrovascular, por un lado, y la subvención de los gastos de los pacientes con accidente cerebrovascular, por otro, teniendo en cuenta la falta de educación-instructiva y económica.
  7. Instituciones orientadas a la rehabilitación de pacientes (especialmente el Centro de Medicina Física y Rehabilitación), que aplican un descuento monetario no sólo dependiendo de la edad tal y como se hace actualmente, sino también de la gravedad.
  8. Médicos que tratan con pacientes de accidente cerebrovascular, con el fin de atraer a los miembros de la familia para que no permitan que las personas en edad escolar o en el desempeño de sus funciones profesionales y económicamente productivas sean responsables del cuidado de la
  9. A la comunidad estudiantil, para que se sigan realizando estudios de impacto socioeconómico del ictus, con el fin de atraer la atención de las entidades competentes para una intervención eficaz tanto preventiva como terapéutica.

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[1] Doctor, Neurólogo, Estudiante de Maestría, Facultad de Medicina, Universidad de Campinas.

[2] consejero. MD, Neurólogo, Phd.

Artículo: Septiembre de 2020.

Aprobado: Octubre de 2020.

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Henriques Tchinjengue Capingana

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