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El amor y sus impactos: un análisis clínico del amor en la vida de la princesa Diana

RC: 135090
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CONTEÚDO

ARTÍCULO ORIGINAL

SILVA, Beatriz da [1], SOUZA, Elizandra Rodrigues de [2]

SILVA, Beatriz da. SOUZA, Elizandra Rodrigues de. El amor y sus impactos: un análisis clínico del amor en la vida de la princesa Diana. Revista Científica Multidisciplinar Núcleo do Conhecimento. Año. 07, ed. 09, vol. 08, págs. 87-121. Septiembre 2022. ISSN: 2448-0959, Enlace de acceso: https://www.nucleodoconhecimento.com.br/psicologia-es/analisis-clinico-del-amor

RESUMEN

El estudio de caso en cuestión analiza, desde una perspectiva psicoanalítica, la vida de la amada princesa Diana, investigando la constitución de la relación amorosa y sus posibles impactos en ella. Este análisis recorre la forma en que Diana fue amada desde la infancia, así como algunos hitos de su vida adulta, como su matrimonio conflictivo frente a la admiración global experimentada por ella. El estudio parte de un paralelismo con el amor como posible queja de los pacientes en la práctica clínica. ¿Sería posible, entonces, que cualquier sujeto, como Diana, se vea impactado por la concepción del amor elaborada a lo largo de su vida hasta el punto de desarrollar fantasías y sufrimientos particulares que se repiten? Por lo tanto, el objetivo de este estudio es comprender si es válida la apuesta que el establecimiento de síntomas relacionados con esta dolencia hace temblar desde pacientes anónimos, en el secreto del consultorio, hasta íconos popularmente reconocidos, como Lady Di. Para ello, como medio de estructuración, se pretendió profundizar el conocimiento disponible sobre el tema a través del estudio y análisis de datos bibliográficos en un enfoque cualitativo, teniendo como fuente de investigación, conceptos y propuestas descritas en libros, artículos y textos de una ciencia, basada principalmente en los fundamentos de Freud y la biografía autorizada de Lady Diana, escrita por Andrew Morton, que, en muchos momentos, es narrada por ella misma. Con eso, el estudio aclaró que el amor, en un contexto psicoanalítico, puede ser identificado a partir de la fantasía del sujeto sobre lo que es amar y ser amado, revelando que – a través de las circunstancias vividas, resulta en una búsqueda y aceptación del amor desde un ciertas formas en la vida adulta, que pueden no ser saludables. También validó la hipótesis de que el amor, como denuncia, repercute en la vida de las personas en diferentes escenarios, sean reconocidos mundialmente o no. De esta forma, se concluye que el Psicoanálisis, de ser aplicado, podría jugar un papel fundamental en la reelaboración de estos sujetos y su respectiva transformación, a fin de salir de las cadenas inconscientes que parecen condenadas hasta entonces.

Palabras clave: Amor, Psicoanálisis, Clínica, Ser amado, Princesa/Lady Diana.

1. INTRODUCCIÓN

Según Andrew Morton (2013), gran y actual biógrafo de la monarquía inglesa, Lady Di fue una personalidad importante y mundialmente reconocida del siglo XX. Apodada la “princesa del pueblo”, Diana es recordada por las generaciones venideras por su influencia y admiración, que arrasó con las naciones más allá del Reino Unido.

Como observa Morton (2013) al describir a Diana tras sus contactos con ella, era una mujer extraordinaria que, a pesar de ser muy querida, estaba necesitada. Una de las mayores contradicciones analizadas en Diana, al ahondar en su historia, es su claro anhelo de amor, a pesar de que fue una de las mujeres más queridas del mundo (CNN RESEARCH, ed. 2020). Atrapada en un matrimonio frío y distante durante la mayor parte de su vida, tuvo intimidad con sus empleados y se abrió a completos extraños. Siempre estaba haciendo algo por alguien que buscaba elogios y halagos (MORTON, 2013, p. 253).

La devoción mundial que cayó sobre ella se produjo recién después de su relación con el Príncipe Charles, en 1981, cuando éste se unió a la Familia Real Británica (MORTON, 2013, p. 133). Antes de eso, según Morton (2013), Lady Di no fue deseada por sus padres cuando era bebé, su madre la abandonó cuando era niña y luego la engañó su esposo cuando era adulta.

Ante esta narrativa e historia, este estudio de caso analiza y profundiza, con base en la teoría del Psicoanálisis, en las etapas de vida de la Princesa Diana, comprendiendo el impacto inconsciente que provocó toda la construcción de cómo fue amada y amada a lo largo de su trayectoria. Esto debido a que esta investigación se basa, como objetivo, en encontrar un paralelismo entre su relato y el eventual reclamo de los pacientes en la práctica clínica, quienes hablan del amor (o de la falta del mismo), marcado desde la más tierna infancia en sus vínculos afectivos iniciales.

Así, la pregunta de apertura de esta investigación se asienta en la reflexión y posibilidad de que cualquier sujeto, como Diana, pueda ser impactado por la concepción del amor elaborada en el transcurso de su vida hasta el punto de desarrollar, de manera singular, fantasías y el sufrimiento resultante. Por lo tanto, el objetivo de este estudio se validaría al comprender que el establecimiento de síntomas relacionados con esta queja afecta desde pacientes anónimos, en el secreto del consultorio, hasta íconos popularmente reconocidos, como Lady Di. La apuesta de este trabajo es que los sujetos son susceptibles de crear fantasías y síntomas particulares, que se repiten independientemente del escenario.

Freud (1914-1916) atestigua que todo encuentro es, de hecho, un reencuentro. Nuestras primeras y más marcadas satisfacciones en la vida llegan en la infancia. Después, nuestros placeres, alegrías y felicidades tendrán siempre una inmensa intimidad con lo que hemos experimentado antes. En cambio, las angustias más profundas y las cicatrices que dan origen al dolor adulto tienen sus raíces en este mismo lugar.

Si esto es cierto, el amor en su esencia y exigencia también se aprendería en la niñez y, por tanto, el amor se aprende siendo amado y más, la forma en que se ama -y se quiere ser amado- dice cómo se fue amado (FREUD, 1914 – 1916).

Allí se instala entonces la paradójica situación del amor, ya que el encuentro amoroso proporciona, por un lado, cierto apaciguamiento al alimentar la ilusión de la plenitud perdida y, por otro lado, implica siempre un efecto de engaño, porque basta amar para que el sujeto se encuentre de nuevo con esta brecha estructural. Por tanto, si las experiencias de amor en la vida adulta nos tocan por referencia a las primeras experiencias, se supone que nadie, mientras vive, sale de la infancia.

Para cumplir con el objetivo planteado, vale la pena analizar si las circunstancias vividas por el sujeto son mediadoras para la construcción de la fantasía de amor, que le hace buscarlo de forma específica y que le puede hacer sufrir. Para finalizar la composición del estudio y fundamento psicoanalítico, se plantea la posibilidad de aplicar el Psicoanálisis como alternativa eficiente para la reelaboración y transformación de la angustia del sujeto a fin de liberarse de las ataduras inconscientes que parecen predestinadas, pero que, en el pasado, podría tomar otro rumbo cuando se analiza y se enfrenta.

Para ello, de manera estratégica para la construcción de este estudio de caso, se consultó el conocimiento disponible en análisis de datos bibliográficos para la articulación con la propuesta. Su abordaje cualitativo se rige por la profundización de conceptos relacionados con el tema, principios y significados psicoanalíticos. Por lo tanto, el criterio para identificar las formulaciones obtenidas y la concepción de las hipótesis está basado en valores.

Para fundamentar la estructura e investigación se realizaron consultas bibliográficas teóricas, buscando desentrañar ideas del contenido trabajado. Tiene, como fuente de estudio, conceptos y propuestas descritas en libros, artículos y textos de carácter científico ya publicados, principalmente de Freud.

Para reforzar la comprensión y fortalecer la correlación con la vida de Lady Di, se utilizaron películas documentales y su bibliografía escrita por Andrew Morton, incluyendo, incluso, sus propias líneas.

2. DESARROLLO

2.1 LA AMADA PRINCESA DIANA: LA PERSPECTIVA DEL PUEBLO

Fue el 1 de julio de 1961, en Sandringham, Reino Unido, que nació la aristócrata Diana Frances Spencer. Según Morton (2013), fue la tercera y penúltima hija de sus padres. Sin embargo, el último hijo de la pareja, fatalmente, murió tan pronto como nació. La autora relata que Diana vio a sus padres pasar por una mala etapa en su matrimonio, con frecuentes discusiones. Se separaron, entonces, en 1967, cuando ella tenía seis años, poco después de que se supiera públicamente que su madre mantenía una relación con un empresario que también estaba casado. Luego de peleas en la corte, la custodia de los niños fue otorgada al padre, ya que la madre estaba ausente y menos interesada en la custodia de los niños.

Morton (2013) entiende que la separación de los padres de Diana fue decisiva para su infeliz infancia. Pensando en no cometer los errores de sus padres, Diana quería construir una familia unida y feliz, dijo (MORTON, 2013, p. 112).

Así, Diana creció viviendo con su padre, hermanos y abuelos. Asistió a una escuela preparatoria para niñas, tenía un talento artístico natural, en particular para la danza y la música. Sin embargo, su padre quería que se dedicara más a los estudios regulares que a las artes, a pesar de que fueron las mayores pasiones de su infancia y juventud (MORTON, 2013).

Siempre según el autor, cuando era un adolescente, consiguió un apartamento de su padre y empezó a vivir con unos amigos en Londres. Para entonces, Diana había retomado la relación con su madre. Aunque no dejaron de hablar a lo largo de los años, no eran tan cercanos. Los dos hablaban esporádicamente y su madre la ayudó a conseguir trabajo como profesora de ballet. Más tarde, se convirtió en maestra de jardín de infantes.

La vida de Diana fue tranquila. Ella no iba a clubes, diciendo que era demasiado tímida y sensible para eso. En una entrevista también dijo que quería mantenerse tidy, expresión británica utilizada para designar la virginidad, porque esperaba a alguien especial (MORTON, 2013).

En 1978, Diana y su hermana Sarah fueron invitadas al trigésimo cumpleaños de Charles, Príncipe de Gales e hijo mayor de la actual Reina Isabel II. Las familias eran unidas y, en ese momento, su hermana estaba en una relación amorosa con el Príncipe. Las invitaciones aumentaron y Diana se acercó cada vez más a Charles a pesar de que tenían más de 10 años de diferencia de edad (LADY DI, 2017).

Al año siguiente, la familia real experimentó un intento y, en el incidente, murió el padrino de Charles, Lord Mountbatten. Entristecido por el dolor, Charles buscó a Diana para desahogarse. En ese momento, él ya había terminado su relación con Sarah y Diana le dijo: “Te ves tan triste. Mi corazón está vacío cuando te veo así. Esto no está bien, estás sola, deberías tener alguien que te cuide” (LADY DI, 1977 apud MORTON, 2013, p. 114). A partir de entonces, Charles y Diana comenzaron a tener una relación más estrecha, con mucho apoyo de la familia, precisamente porque Diana encajaba en lo que la familia real llamaba esposa ideal y futura reina (LADY DI, 2017).

Sometido a exigencias, Charles se vio a sí mismo renunciando a su vida de soltero y su relación con Camilla Parker Bowles, su exnovia y de quien estaba abierta y verdaderamente enamorado, para casarse con Diana. Las constantes apariciones de Diana y Charles juntos comenzaron a atraer la atención de la prensa. Cada momento que salía de su apartamento, los periodistas la seguían. Pronto, Diana comenzó a llamarse Lady Diana al pasar a formar parte de la Monarquía Real al convertirse en Princesa de Gales, en 1981, tras su matrimonio con el Príncipe Charles (MORTON, 2013, p. 16).

De acuerdo con la Investigación realizada por la gran emisora ​​y centro de noticias CNN, en la edición 2020, fue en este momento que Diana se convirtió abruptamente en un ícono mundialmente venerado. Una de las mujeres más famosas del mundo, símbolo de moda, ideal de belleza y elegancia femenina. Lady Di era, y sigue siendo, una celebridad frecuente en la prensa, vista como humana en medio de la frialdad de la realeza. Fue admirada por su labor filantrópica con especial implicación en la lucha contra el SIDA y la campaña internacional contra las minas terrestres, convirtiéndose así en la “Princesa del Pueblo” (MORTON, 2013).

Como objeto de deseo de muchos, el exceso para Diana podría representar la proyección de millones de fantasías, con el fin de encubrir la carencia de todos aquellos que depositaron en ella la salvación de sus propias depresiones. Fue considerado un símbolo de una nueva generación. La generación de esperanzas y expectativas de un nuevo orden y futuro en medio de la rigidez monárquica.

Con esto, la boda real más grande del siglo XX pasó a ser comparada con un cuento de hadas. La Princesa conquistó al público en cada exposición que realizó con su jovialidad, ingenuidad y gracia. Aún a lo largo de su matrimonio, Diana y Charles tuvieron dos hijos, William, que nació en 1982, y Harry, en 1984 (MORTON, 2013).

Aunque en público seguían pareciendo una pareja apasionada, la tensión entre Diana y Charles aumentó. Él comenzó a permanecer cada vez más fuera del palacio, mientras ella estaba sola o cuidando a los niños. Diana, con cada nueva aparición pública, parecía más triste. Languidecía frente a las cámaras, incluso llorando y desmayándose en hechos reales, causando gran conmoción y molestias a la figura de la familia real (LADY DI, 2017).

¿Frente a esto, alguien que recibe tanto amor y apuestas sufre? Si sufres, ¿por qué sufres? Responder a estas preguntas es también lo que nos motiva a hablar de Diana en este contexto. “La mujer más querida del mundo es amable, generosa, triste y, en cierto modo, un poco desesperada. Una mujer muy inteligente, pero inmensamente angustiada” (MORTON, 2013, p. 18).

Lo que pocos sabían eran las marcas familiares que Diana llevaba incluso antes de conocer a Charles: “Mi recuerdo más vívido fue cuando tenía 6 años y mi madre decidió irse para casarse con su amante” (MORTON, 2013, p. 19). Este hecho le provocó la ruptura más dolorosa de su vida, según ella, al tener que ser criada por varias niñeras tras la separación de su madre. Entonces, ¿no era suficiente para Diana ser amada por el mundo cuando no tenías el amor de madre que deseabas de niña?

En la situación en la que quedó expuesto este recuerdo, Lady Di estuvo a punto de divorciarse de Charles cuando, a través de entrevistas secretas con el periodista Andrew Morton, le confesó toda su vida. La autora, entonces, preparó una biografía de Diana y sacó a relucir toda la fragilidad de su historia personal y angustia con extractos narrados por ella misma. La publicación generó gran revuelo en la población, pues -en ese momento- no se sabía que la fuente del periodista era la propia Princesa.

Diana expuso y materializó hechos, hasta entonces solo especulaciones, dejando al Reino Unido intrigado e inspirado por descubrir qué provocaba profundos sentimientos de sufrimiento y soledad en una mujer tan admirada y amada por el mundo entero (LADY DI, 2017). Con eso, pronto aumentaron los rumores sobre el fin del matrimonio real.

Con la publicación, Diana habló directamente de sí misma por primera vez y así dio noticias sobre lo que la angustia desde hace tiempo. A su modo de ver, como lo describe Morton (2013), fue prisionera de un matrimonio fallido y sin amor, dijo estar encadenada por una realeza insensible y atada a la imagen pública de una vida totalmente irreal, desconocida para todos. Confesó que su matrimonio había terminado hacía mucho tiempo y, pronto, sería la segunda Princesa en divorciarse en la Monarquía.

Para el hermano de Diana, esta angustia no sería nueva y no vendría solo por la relación con Charles. Menciona que la Princesa siempre ha mostrado soledad, buscando, desde niña, ser comprendida (MORTON, 2013, p. 32). Según Pires (2017), la invisibilidad debe ser desesperada: ¿no sería lo que sostiene a toda celebridad la fantasía de ser amado? Sin embargo, Diana fue incluso exageradamente querida por el público. Lo que no se sabía, hasta entonces, es que la persona que más deseaba ser amada no la amaba: su esposo.

Diana (1992 apud MORTON, 2013, p. 171) dice que desde niña se sentía como una carga para las personas que amaba. Recuerda las peleas de sus padres y que ella sentía el motivo de la inestabilidad de su matrimonio, ya que ellos no querían hacerse cargo de su cuidado, dejándola con terceros. Esto se repitió con el hombre que amaba. Charles, también la Reina y otros conocidos, a su juicio, la consideraron “inestable, enferma y que debería ser internada”. Diana relata la triste necesidad, entonces, de sentirse amada todo el tiempo para superar de alguna manera este dolor. Charles, por otro lado, también era un joven bastante necesitado.

Los historiadores consideran que sintió que nunca fue lo suficientemente bueno para sus padres bajo la presión de ser el futuro rey. Su padre era estricto y su madre estaba ausente porque era la reina. Lo que quería en un matrimonio era una esposa que lo apoyara sin dudar, además de llenar el vacío dejado por su madre. En Diana, no tenía tal esposa. La incompatibilidad entre ambos fue verdaderamente trágica (CHARLES E DIANA, 2019).

Aún durante su matrimonio, Diana se sintió amenazada por la ex novia de Charles, Camilla Parker Bowles, ya que la consideraban la amante de su esposo mientras estuvieron casados. Vivía angustiada sabiendo que corría el riesgo de que Charles la dejara para vivir al lado de la mujer a la que amaba de verdad desde el inicio de su relación.

Después de muchas consideraciones y situaciones complejas vividas en este escenario, Diana y Charles decidieron separarse. Morton (2013) observa que Diana estaba, aunque muy triste y frustrada por el final de su relación con Charles, arriesgándose por una existencia más libre, comenzando una nueva parte de la historia y con menos restricciones de un sistema endurecido. Así, se convirtió en un “ángel cuidador” en la sociedad.

Diana se hizo cargo de los pueblos que sufren, de los enfermos y de los abandonados. Se preocupó y se preocupó por aquellos que la sociedad apenas quería ver en ese momento, como los leprosos y las personas afectadas por el SIDA. Diana dio amor y lo recuperó.

Con el tiempo, Diana todavía anduvo por algunas relaciones amorosas y, la última de ellas, sorprendente y polémica según la opinión popular de la época, con el también mayor productor de cine Dodi Al-Fayed.

El 27 de agosto de 1997, una buena amiga la llamó y le preguntó si Diana finalmente iba a ser feliz después de todo lo que había pasado en los últimos años. Ella dijo feliz: “Sí, muy feliz. Adiós” (MORTON, 2013, p.384).

El 31 de agosto de ese mismo año, Diana y Dodi fallecieron en un accidente automovilístico en el túnel Ponte de l’Alma, en París – Francia, al ser perseguidos por paparazzi, dejando al mundo en una inmensa conmoción. Durante semanas, Inglaterra estuvo cubierta de flores mientras miles de ramos de flores se dejaban en las puertas de los palacios reales como testimonio del amor por Lady Diana.

2.2 LA CONSTRUCCIÓN E IMPACTO EN AMAR Y SER AMADO

Comúnmente se escucha que toda la alegría de la vida proviene de amar y ser amado, ya que no hay nada más natural que amar para evitar el conflicto con el otro. Sin embargo, lo que sucede es lo contrario. En contradicción, Freud (1901-1905) reflexiona: “Nunca estamos tan mal protegidos contra el sufrimiento como cuando amamos, nunca somos tan irremediablemente infelices como cuando perdemos al ser amado oa su amor”.

O problema é que o amor faz a gente querer mais e mais, e com isso, nos dá trabalho. É uma tristeza achar que o amor é uma coisa pronta, que só precisa ser encontrada. E não é que amar, especificamente, dê trabalho. É que viver e ser feliz ao mesmo tempo, é bem difícil. É preciso que possamos nos divertir nessa busca, mas há quem sofre muito com ela (KUSS, 2017, p. 127).

Lejos de ser una experiencia rara, hablar de construir el amor va más allá: cuenta la historia de cada uno. De esta manera, se comprende que la experiencia de la clínica psicoanalítica está directamente involucrada en la cuestión del amor, ya que tanto se fundamenta en las disoluciones particulares del sujeto como se re-presenta a través del amor de transferencia, que el Psicoanálisis considera como un reemplazo del fenómeno del amor dentro de la experiencia terapéutica.

Así, sería natural que, en la práctica clínica, la queja de los pacientes ante el desgaste de sus relaciones personales y amorosas sea contemplada en su análisis personal. Los sujetos buscan el análisis en estado de angustia, mostrando síntomas, incluso físicos, ante la terminación de estas relaciones o incluso cuando estos vínculos aún muestran signos de posibilidad de interrupción (KUSS, 2015, p. 23). También se lamentan grietas en estas relaciones y los sujetos demuestran que a veces son incapaces de lidiar con la idea y el miedo de perder el amor del otro. Para muchos, nada más importa cuando aquellos a quienes aman aparentemente no los aman de vuelta o incluso cuando no los aman de la forma en que desearían hacerlo.

Según Kuss (2015), el amor surge como respuesta a alguna carencia. Las formas en que uno se ama y se desea a sí mismo, dicen de la estructura psíquica y de la posición que cada sujeto adopta ante la vida. A juicio del autor, en la obra de Freud, el amor aparece todo el tiempo. La gran diferencia es que la idea que la gente tiene del amor es de unificación, hace que dos se vuelvan uno y el Psicoanálisis va precisamente en sentido contrario, porque hacer de dos uno es una complementariedad y el Psicoanálisis dialoga con la falta.

Siempre según el autor, la fantasía, entonces, aparece como un intento de responder al deseo, por lo que la fantasía es, esencialmente, fantasía de plenitud. El fantasma anuncia la presencia de un deseo y aparece como un escudo para que el sujeto se enfrente al malestar que es inherente a la condición de sujeto dividido. Según Freud (1914 apud KUSS, 2017), aprendemos a amar al otro porque dependemos de él para evitar la condición de desamparo en la que nos encontramos.

El deseo se fundamenta en la pérdida del objeto, momento que marca la entrada del sujeto en una relación continua con la insatisfacción. Como no hay objeto, el deseo no se realiza y la angustia (KUSS, 2017, p. 37).

Ahora es el momento de volver a la historia de Diana para pensar, a la luz de esto, qué hizo que Diana se aferrara al amor (o la búsqueda de él) con el Príncipe de Gales, incluso cuando claramente no iba a conseguirlo como quería. Por contradictorio que parezca, había algo atractivo para ella en esta forma de amor que no se suplía con el amor de toda una población.

Las experiencias de la primera infancia quedan marcadas en el niño como sensaciones crudas. Así, el deseo infantil es indestructible, pero no inmutable (KUSS, 2015, p. 46). Así relatando, para Freud (1915 apud LAURU, 2002), no hay amor que no tenga su prototipo en la infancia. Así es como amar y ser amado habita la fantasía de manera común a todo ser humano.

Con esta motivación, el estudio de caso de la historia de Diana se abre camino hacia la apuesta de que la forma en que alguien ama y quiere ser amado dice cómo fue amado en la infancia. Es porque alguien lo amó que aprendió lo que es amar.

Y, si el amor que recibiste en el primer vínculo es el que enseña, es urgente pensar qué esquema de amor fue este enseñado/aprendido, quien creó la forma de la demanda y el deseo al igual que para recuperarlo en otras relaciones amorosas.

La angustia impregna y acecha al sujeto que llega al análisis, pero ¿habría forma de revisitar este proceso para luego reelaborar la concepción del amor que tiene en sí mismo? Así lo cree Násio (1997), ya que el amor, aunque sea una condición constitutiva de la naturaleza humana, es siempre la premisa insuperable del sufrimiento del sujeto: cuanto más se ama, más se sufre. Ahí es donde trabaja el Psicoanálisis.

2.3 AMOR Y OTROS CONCEPTOS EN PSICOANÁLISIS

Para sustentar el estudio que sigue, es necesario profundizar conceptualmente algunos temas relevantes. Desde el punto de vista del Psicoanálisis, las definiciones son fundamentales para comprender y coser el análisis del caso de Diana, así como de los demás sujetos de los pacientes en un contexto clínico.

2.3.1 AMAR

Freud (1905) afirma que el amor está condicionado a la existencia de una dependencia. El sujeto aprende a amar al otro porque depende de él para evitar la condición natural de desamparo que enfrenta. Es teniendo sus necesidades satisfechas, y aún siendo protegido, que el niño aprenderá a amar y así moldeará sus futuras experiencias de amor.

Según Klein (1937), si por un lado el sujeto aprende a amar, el odio es inherente al ser humano. Aún más contradictorio es cuando el sujeto encuentra impulsos de odio contra alguien a quien ama. Según el autor, la tendencia es que el sujeto deje en un segundo plano estos sentimientos de culpa por el dolor que le causan.

Aun así, los sentimientos se manifiestan de muchas maneras disfrazadas. Klein (1937) ejemplifica que algunas personas sufren cuando no reciben elogios y aprecio y, por lo tanto, no se consideran dignos de atención. Aún otros no se sienten insatisfechos consigo mismos y reciben, de manera popular, el nombre de “complejo de inferioridad”.

Por lo tanto, el Psicoanálisis propone raíces profundas para este tipo de sensación que se vincula con el sentimiento inconsciente de culpa. Klein (1937) afirma que este sentimiento surge del miedo a ser incapaz de amar verdadera o suficientemente a los demás y aún así no controlar los propios impulsos agresivos, ya que uno tiene miedo de causar daño a los que ama.

A luta entre amor e ódio, com todos os conflitos que ela provoca, começa no início da infância e continua ativa pelo resto da vida. Ela se origina da relação da criança com os pais. (…) No caso da menina, à medida que prossegue seu desenvolvimento, passa a desejar ao pai mais do que à mãe. Ela passa a ter fantasias conscientes e inconscientes de tomar o lugar da mãe, conquistando o pai, tornando-se sua mulher. Também tem muita inveja dos outros filhos que a mãe possui e deseja que o pai lhe dê bebês que possam ser seus. Esses sentimentos de desejos e fantasias são acompanhados de rivalidade, agressividade e ódio contra a mãe, somando-se ao ressentimento que sente contra ela, oriundo de frustrações anteriores no seio. Mesmo assim, fantasias e desejos sexuais em relação à mãe permanecem ativos na mente da menina. É sob sua influência que ela deseja tomar o lugar do pai ao lado da mãe (KLEIN, 1937, p. 354).

Hay una preocupación del niño por el objeto amado. Esto significa que, según el autor, junto a los impulsos destructivos, existe un profundo deseo de hacer sacrificios para restaurar a los seres amados que él mismo lesionó o destruyó en la fantasía.

Ser considerado, entonces, implica ponerse en el lugar de los demás e identificarse con ellos. Además de ser una condición básica del amor, el sacrificio de uno mismo, poniendo temporalmente en primer plano los intereses y emociones del otro, ofrece la posibilidad de retomar y desempeñar el papel de buena madre o buen padre. La persona se comporta como desearía que sus padres se hubieran comportado con él. Al mismo tiempo, también desempeña el papel del niño bueno. En este sentido, Klein (1937) afirma que se recrea la fantasía de un amor bondadoso.

Además, el autor también expone que el Psicoanálisis ha demostrado que existen razones inconscientes que contribuyen a la elección de pareja en la edad adulta. Aún así, si bien las relaciones amorosas se basan en situaciones afectivas relacionadas con los creadores, no son necesariamente simples repeticiones, sino que también se componen de nuevos elementos derivados de la situación actual.

Aún considerando el amor infantil, según Klein (1937), es precisamente porque siente tanto amor por la madre que el niño puede movilizar recursos para posteriores relaciones. Es este desplazamiento del amor lo más importante para el desarrollo de la personalidad y las relaciones. Es desplazando el amor (y el odio) que siente por la madre hacia otros objetos, que el adulto se ocupará de los deseos infantiles que lleva dentro de sí.

Por lo tanto, el autor concluye que es investigando la mente inconsciente que se hace posible comprender el amor en los adultos. Sin embargo, advierte que para que haya un desarrollo satisfactorio es fundamental que la represión de los sentimientos sexuales relacionados con los primeros seres queridos no sea excesiva, ni que haya un desplazamiento total de los sentimientos del niño hacia personas distintas a los padres. Con esto, el amor y los deseos sexuales pueden revivir más tarde y reconstituirse en una relación de amor feliz.

Freud (1929), afirma que es el amor el que nos humaniza y nos civiliza. Se sabe, pues, que un bebé no vive si no es amado por alguien cuyo papel materno lo acoge, lo alimenta, lo desea y lo inserta en el lenguaje.

En la obra de Freud aparece con frecuencia el tema del amor, ya sea como sexualidad, libido o pasión. El amor se sitúa entonces como todos los días en la búsqueda de la plenitud para el sujeto deseante. Es a través del amor que el sujeto busca recuperar su mítico estado de felicidad plena que supuestamente vivía (KUSS, 2015).

Sin embargo, Freud (1914) advierte que el amor encuentra una barrera inicial: el amor por los demás. Tienes que renunciar a una parte de ti mismo para lanzarte en busca del amor. Es así como el deseo, inaugurando al sujeto como humano, lo hace vivir continuamente con una carencia, que es la marca de la incompletud y el motivo de la búsqueda de satisfacción. Freud (1909 apud KUSS, 2015) afirma que este deseo es todavía pueril y apunta a una indestructibilidad, porque nunca se cumplirá. Sin embargo, incluso si no cesa, es cambiante.

Así, se puede decir que la idea del amor se presenta como un posible significado para el vacío que el deseo no se cansa de denunciar. Por lo tanto, no existe una conjunción entre el amor y el deseo, ya que son sus disyunciones las que mantienen el amor y lo hacen reimprimir una y otra vez en cada una de las relaciones adultas (KUSS, 2015).

2.3.2 TRANSFERIR AMOR

Freud (1914) observó que la experiencia del amor, entonces, es un reencuentro con algo que trae noticias del objeto perdido o un recuerdo de la primera satisfacción con él. Así, a lo largo del proceso de análisis, se evocan estos recuerdos y se podría llevar a cabo el proceso de sanación en lo que llamó reincidencia en el amor.

Así, el autor descubre el fenómeno de la transferencia y advierte que está presente en toda relación médico-paciente, aunque el médico no sea consciente de ello. Es a través de ella que los síntomas aparentes hablan de conflictos y relaciones anteriores e inconscientes impresas en la situación actual. Es también, a través de la transferencia, que emerge el inconsciente y el analista identificará así la represión de este afecto en su repetición infinita.

Freud (1914) traduce el concepto de “amor de transferencia” como una transcripción de la observación clínica, en la que el amor -como repetición significativa- se fija en la figura del analista. Para el tratamiento, es fundamental que utilice este hecho como un instrumento impulsor para la dirección del análisis, ya que le corresponde al analista, a través de la interpretación de la transferencia, deshacer el error del falso amor: revelarle al paciente que está equivocado, que hay un engaño, que la sociedad es una ilusión y que el material depositado en él, o supuesto al analista, no le pertenece.

Dado que la transferencia involucra al analista, la cuestión es saber de qué manera y cómo responde el paciente al llamado de dicho amor.

Sempre que numa relação terapêutica se institui a dialética em que um fala e um outro ouve e interpreta, o amor se faz presente. O que comporta a ideia de que cada um ama em função do que supõe que o outro sabe do que ele ignora sobre si mesmo na medida em que sempre se é um mistério para si mesmo; donde reside a questão aberta do amor dos analisandos pelo seu analista a quem supõe um saber. No fundamento da transferência em psicanálise há a conjugação do amor com a palavra e o saber este, não mais que suposto (ZALCBERG, 2008 apud KUSS, 2015, p. 53).

Es así como la transferencia destaca el amor como un desplazamiento, un error de la persona (KUSS, 2015). Para Freud (1915), el fenómeno está ligado a la naturaleza de la enfermedad misma, en la que los síntomas y sentimientos no se originan en la situación actual y no se aplican al médico, sino que están repitiendo algo que ya le sucedió.

Así, la repetición en el recuerdo y la actuación en la transferencia, ya sea amorosa u hostil, se convierte en el mayor instrumento de tratamiento. Así, la transferencia crea una zona intermedia entre la enfermedad y la vida, a través de la cual se produce el tránsito de una a otra (FREUD, 1914).

2.3.3 COMPLEJO DE EDIPO

La importancia del Complejo de Edipo como fenómeno central del período sexual de la primera infancia es indiscutible. El mito de Edipo es inspiración de la teoría elaborada por Freud (1923-1925) en la que la experiencia del sujeto en un triángulo amoroso está marcada por el niño que tiene a la madre como objeto de amor. Sin embargo, ella (figura femenina) es disputada por el padre (o figura masculina). Por lo tanto, para tener a la madre para él solo, el niño quiere eliminar al competidor de alguna manera.

Para Freud, (1924) es cuando viendo que esto se torna imposible, en la mayor frecuencia de veces, y no alcanzando la satisfacción deseada, el infante es llevado a abandonar el afecto esperado. Con eso, el Complejo de Edipo desaparecería por su falla, como resultado de la imposibilidad interna.

Todavía en 1924, Freud observa que, cuando la moral y la ley son interiorizadas por el superyó, sumadas a la formación de la sexualidad y de la estructura, el sujeto introyecta a los padres a través de una desexualización de la relación, desviándolos así de fines sexuales directos, pues sólo en de esta manera es posible superar por completo el complejo de Edipo. Por lo tanto, sólo con el colapso de este complejo se abandona el objeto de inversión en la madre.

Así, esta teoría se relaciona con lo que Freud (1923-1925) considera la característica más notable de la sexualidad humana y su desarrollo: su inicio en dos etapas, siendo la disolución del complejo de Edipo y, posteriormente, el período de latencia. El desarrollo en dos etapas de la sexualidad es una condición biológica que predispone a la neurosis. Sólo con la pubertad se reviven los impulsos y las investiduras de objeto del primer período, así como los vínculos emocionales del complejo de Edipo. En la vida sexual de la pubertad hay una lucha entre los impulsos de los primeros años y las inhibiciones del período de latencia.

El autor también señala que el desarrollo sexual del niño llega a una etapa en la que los genitales asumen el papel principal. Esta organización genital fálica del niño sucumbe a la amenaza de la castración.

Esta amenaza hace referencia al momento en que el chico, orgulloso de tener un pene, ve la región genital de una chica y tiene que lidiar con la falta de un ser tan parecido a él. Con esto, la pérdida del propio órgano se vuelve concebible. Por lo tanto, la amenaza de castración tiene un efecto secundario. Así, admitir esta posibilidad pone fin a las posibles formas de obtener satisfacción del complejo de Edipo.

Aquí es donde las investiduras de objeto son abandonadas y reemplazadas por la identificación. La autoridad de los padres se introyecta y entonces toma forma el superyó. Este proceso da lugar a la severidad y la prohibición mientras que las tendencias libidinales se desexualizan y subliman. En este momento, hay más que una represión, es una abolición del complejo.

Sin embargo, para la niña, el Complejo de Edipo no ocurre como en el niño. Freud (1924) afirma que la niña no entiende su falta de pene como una característica sexual, sino en el supuesto de que ya tenía el miembro y luego lo perdió con la castración. En consecuencia, la niña acepta la castración como un hecho, mientras que el niño teme la posibilidad de su consumación.

El autor observa, entonces, que la renuncia del pene, por parte de la niña, no se tolera sin un intento de compensación. La niña comienza a tener el deseo de recibir un hijo de su padre como regalo. El deseo no se hace realidad y entonces se abandona el complejo. Aun así, los dos deseos (tener un pene y un hijo) permanecen fuertemente incrustados en el inconsciente y apoyan la preparación del ser femenino para su futuro rol sexual.

Para componer la comprensión sobre la constitución del amor, se suma la idea de Freud (1914-1916), cuando considera que la vida amorosa de los seres humanos también está íntimamente ligada al narcisismo, pues es en la elección de objeto del niño que vemos cómo toma sus objetos sexuales de sus experiencias de satisfacción e incluso de identificación. Freud también señala que hay dos objetos sexuales originales en el sujeto: él mismo y la mujer que lo crió, en este supuesto narcisismo primario.

Es con la idea del narcisismo que nace también dentro de ti un ideal, por el cual se mide tu Yo actual. A este ideal del yo se dirige entonces el amor propio del que disfrutó el yo real en la infancia y, por supuesto, el individuo no quiere renunciar a la satisfacción que una vez disfrutó y no quiere privarse de la satisfacción narcisista de su infancia.

Para Pires (2017), en este proceso, el sujeto empieza a crear el ímpetu para acercarse a otros buscando establecer relaciones. Entonces, uno podría pensar que ha habido un movimiento, como este, hacia eso antes. Es decir, es al haber ocupado el lugar ideal de alguien que será posible establecer -en la figura de los padres- las raíces del Ideal de Sí mismo para construirse un modelo sobre lo que uno debe ser. Como un espejo, el niño devuelve al Otro la mirada que le fue dirigida y se constituye en este juego entre lo íntimo y lo externo.

El amor propio se nos aparece inmediatamente como la expresión de la grandeza del Yo. Cualquier residuo del sentimiento primitivo de omnipotencia que la experiencia confirmó ayuda a aumentar la autoestima. Por tanto, esto quiere decir que hay entonces una relación de íntima dependencia de la libido narcisista en la que, en la vida amorosa, el no ser amado rebaja el amor propio, mientras que el ser amado lo eleva. Así, complementando el análisis anterior, es como si el ser amado representara el objetivo y la satisfacción en la elección narcisista del objeto (FREUD, 1914).

2.3.4 TRAUMA

La palabra trauma proviene de la medicina y está ligada a la entrada de un objeto extraño capaz de inducir patología. Para Freud (1926), el trauma siempre sucede como una experiencia impactante y constitutiva en un momento en que el sujeto no está preparado: o insuficiente para esa marca o excesivo para esta.

Yendo más allá, el autor observa que es algo que ocurre en dos etapas. En el primer evento, la marca se genera en el sujeto, atravesada de manera aún sin sentido. Sin embargo, solo se vuelve traumático, ya que hay un evento posterior al primario, que generó la marca inicial e infantil, que luego conecta y remite a este primero, que el sujeto había olvidado. El retorno de lo reprimido pasa a primer plano, entonces, como adulto.

Por lo tanto, el trauma es significativo en la teoría de Freud, ya que representa un evento para el sujeto, inicialmente sin sentido en el momento, pero que es marcado y, después de un intervalo, siempre regresa de una experiencia capaz de remitirlo.

En esta concepción, el síntoma puede entenderse como la dirección que cada persona le da a su trauma. En la práctica psicoanalítica, esto se opera de manera singular considerando la base de la ‘fijación’ del sujeto en una determinada posición, que es el punto que le otorga su forma individual de satisfacción.

Con el tiempo, el concepto de trauma fue complementado y revisado por Freud. Las primeras formulaciones se dieron en su estudio inicial sobre la histeria, en el que concluyó que el trauma era de naturaleza sexual y la consecuente aparición de síntomas histéricos. En la secuencia, complementó con la noción de fantasía como principal factor traumático para la condición humana.

Freud (1920), tras reformulaciones basadas en las neurosis de guerra, introduce la noción de trauma como una ruptura de las defensas del yo que conduce a un exceso de excitación. Esta situación haría que el aparato psíquico buscara medidas para escapar del Principio del Placer y, finalmente, descargarlo.

Además, Freud (1929) sitúa el trauma en la condición de conmoción psíquica, es decir, reacción a las excitaciones modificadoras del Yo que permiten el surgimiento de nuevas formaciones yoicas.

De todos modos, en ese mismo año, Freud considera el trauma vivido por el sujeto como una experiencia de dolor que se expresa de manera escenificada y actuada, como síntoma, como reproducción de una incomprensible agonía psíquica.

2.3.5 COMPULSIÓN DE REPETIR

Freud (1914) continúa observando, después de renunciar a la hipnosis ya partir de los pensamientos espontáneos del analizando, que había algo muy importante generalmente relacionado con el trauma, que el paciente no podía recordar. Sin embargo, incluso si no recordaba lo que había sido olvidado y reprimido, el paciente lo actuaba.

Así, para el autor, el analizante no reproduce el olvido como recuerdo, sino como acto. Lo repite, naturalmente sin saber que lo está haciendo. La actuación puede surgir como discursos o acciones repetitivas. Freud (1914) también afirma que el paciente inicia la terapia con una repetición de este tipo y que este es un vasto camino de análisis y elaboración:

Logo notamos que a transferência mesma é somente uma parcela de repetição, e que a repetição é transferência do passado esquecido (…) devemos estar preparados, portanto, para o fato de que o analisando se entrega à compulsão de repetir, que então substitui o impulso à recordação, não apenas na relação pessoal com o médico, mas também em todos os demais relacionamentos e atividades contemporâneas de sua vida. Quanto maior a resistência, tanto mais o recordar será substituído pelo atuar (repetir) (FREUD, 1914, p. 201).

Freud (1914) continúa su observación a través de las resistencias del paciente, ya que ellas determinan la secuencia de lo que se repetirá. Es a partir del pasado, entonces, que el paciente crea condiciones para defenderse de la continuación de la terapia y el analista, a su vez, debe ir eliminando condición por condición. Así, aún tratando de proteger sus inhibiciones, actitudes inviables y rasgos de carácter patológicos, el paciente sigue repitiéndolos, incluyendo sus síntomas.

El autor destaca la importancia de que el analista observe que el paciente experimenta su patología y síntoma como algo real y actual, pero que en buena parte consiste en un retorno al pasado.

En este proceso, paciente y analista se disponen a una lucha continua para mantener en el ámbito psíquico todos los impulsos que el paciente quisiera dirigir al ámbito motor. El triunfo de la terapia se produce entonces cuando, mediante el trabajo de la rememoración, el paciente resuelve algo que le gustaría descargar a través de una acción. Aun así, Freud (1914) advierte que es necesario dar tiempo al paciente para que enfrente la resistencia ya conocida.

Sin embargo, Freud retoma y complementa el tema en 1920, cuando describe la compulsión de repetición como un esfuerzo del sujeto por repetir un estado anterior, incluido un estado inorgánico (pulsión de muerte) con el objetivo de rebajar su tensión psíquica. Esta vez considerando el proceso instintivo, la compulsión sigue siendo la búsqueda de satisfacción aunque no evoca el hecho traumático, sino que repite lo no trabajado.

En este sentido, el carácter pulsional de la compulsión de repetición apunta a cambios teóricos radicales en el Psicoanálisis:

Uma pulsão seria, portanto, um ímpeto, inerente ao orgânico vivo, para a reprodução de um estado anterior que o ser vivo teve que abandonar sob a influência de forças perturbadoras externas, um tipo de elasticidade orgânica ou, se se quiser, a exteriorização da inércia na vida orgânica (FREUD, 1920, p. 36).

Fue viendo a su nieto lanzar un carrete y luego tirarlo hacia atrás por la cuerda, exclamando las palabras Fort (izquierda) y Da (regresó), que Freud basó esta segunda parte de la teoría como revivir la desagradable experiencia de irse y regresar, en el ejemplo, de su hija, madre de su nieto. El autor teorizó que esta repetición se trataba de intentos del Yo de simbolizar y dominar situaciones desagradables, de manera que el propio sujeto realiza el movimiento y ocupa un lugar activo en relación al sufrimiento.

“La compulsión de repetición también recuerda experiencias pasadas que no incluyen ninguna posibilidad de placer y que nunca, ni siquiera hace mucho tiempo, trajeron satisfacción, incluso para impulsos instintivos que desde entonces han sido reprimidos” (FREUD, 1920, p. 34).

Así, la compulsión a repetir sería un intento, por parte del Yo, de controlar situaciones desagradables. Es a través de la repetición que el aparato psíquico logra el equilibrio buscado por el principio del placer.

Por lo tanto, la tarea psicoanalítica sería identificar la repetición del paciente, aunque este proceso sea doloroso y evitado por el paciente, lleno de resistencia, para finalmente elaborar.

2.4 LA AMADA PRINCESA DIANA: LA MIRADA PSICOANALÍTICA

2.4.1 LA INFANCIA DE DIANA Y EL TRAUMA VIVIDO

Diana, como la tercera hija de la pareja Frances y John Spencer, vivió la parte final de la relación de sus padres mientras estaban casados, estando lejos de su madre desde los seis años. Dice Diana (1992 apud MORTON, 2013, p. 29) que, tras varias discusiones entre ellos, se separaron.

Rescatando el concepto de trauma, es posible reflexionar sobre circunstancias que generaron la huella impactante en Diana respecto al amor y al abandono como síntoma dirigido hacia el sufrimiento vivido. Esto se debe a que, si tienen éxito, los padres tienden a encontrar hermoso y perfecto todo lo que se hace por el bebé, convirtiéndolo en his majesty the baby en casa. Sin embargo, poco a poco, esta majestad deberá abandonar el trono y enfrentarse a las dificultades de la vida. El niño debe empezar a escuchar un “no”, pasar más tiempo solo, los padres vuelven poco a poco a sus otras tareas y, entonces, el bebé recibirá menos atención (PIRES, 2017).

Los cuidadores construyen un primer momento de protección familiar con el niño y, si sucede lo suficientemente bien, la caída debería venir después. Esta caída debe existir, como Castración, para marcar la carencia que es inherente al ser humano. Como señala Lacan (1963-1964 apud PIRES, 2017), esa nominación que dan los cuidadores nunca es total y ni siquiera suple lo que se pierde, incluso porque nunca se sabe exactamente lo que se perdió.

Lo que solo unos pocos se dan cuenta es que esto también es amor. Alabar y -también- romper, es dar el amor necesario para que el bebé se desarrolle al punto de identificar la escisión entre la madre y él. Freud (1906-1909) informa que la forma en que el sujeto aprende a amar y odiar se basa en estas mismas relaciones primarias.

Dio la casualidad de que con Diana su madre la dejó. No en el sentido progresivo y saludable de cuando se le quita la majestuosidad al bebé, sino en una fase crucial de vinculación. Sus padres perdieron a su hijo tras el nacimiento de la Princesa y, a partir de entonces, empezaron a discutir intensamente, llegando incluso a separarse. Además, las peleas entre sus padres continuaron incluso después de ese momento y la atención de los padres se retiró de ella y se depositó en los problemas de la pareja. Este quiebre puede corroborar la infancia infeliz de Diana, como ella misma la define, además de llevar posiblemente las causas de muchos de sus síntomas y forma de actuar de adulta como reencuentro de amores de infancia.

El síntoma, para Freud (1926-1929), está relacionado con el inconsciente de quien lo produce, caminando junto a las vivencias de la sexualidad y sostenido por sus muy particulares fantasías infantiles. Íntimamente relacionado con los conflictos familiares y amorosos, el síntoma aparece como una expresión disfrazada de deseo, reemplazando la satisfacción directa de la pulsión. Es decir, la formación de síntomas está intrínsecamente ligada a la fantasía y, muy a menudo, a la fantasía amorosa. Corresponde al analista, por tanto, relacionar su formación a partir del vínculo entre la experiencia infantil y la constitución sexual que se remonta a los antepasados.

Para Diana, se convirtió en una carga para aquellos a quienes amaba. Es posible pensar que Lady Di ya ocupaba este lugar en las relaciones a partir de su sentimiento de culpa cargado de la dualidad amor y odio a su principal núcleo de convivencia. Tanto sus padres como la familia real representaron la necesidad de Diana de dominar sus impulsos agresivos para no causarles daño.

Todo sugiere que la discusión sobre la etiología del síntoma neurótico conduce necesariamente al tema de la fantasía. Por tanto: si hay neurosis, hay fantasía y si hay fantasía podemos suponer la presencia del síntoma.

La formación de síntomas comienza con la indisponibilidad de un objeto, lo que implica la retirada de la libido. La libido vuelve, por regresión, a otras organizaciones instintivas, reinvirtiendo objetos previamente abandonados. En este retorno se producen fijaciones, estableciéndose un conflicto entre defensa y deseo. Tal conflicto evoluciona hacia la forma de un compromiso que debe conciliar las exigencias de la fantasía y el deseo, restaurando la eficacia de la represión y, finalmente, determinando un síntoma (FREUD, 1926).

Lady Di sufría de debilidades psíquicas y síntomas físicos como la bulimia, por ejemplo. Según De Clercq (2012), negarse obstinadamente al objeto oral o expulsarlo del estómago inmediatamente después de la ingestión, representan dos rostros dolorosos de la relación del sujeto con el Otro. Cada paciente reflejará su forma de ser amado a través de un síntoma y le corresponde al analista interpretarlo para aprovechar las asociaciones y, por tanto, comprender el mensaje. En el caso de Princess, “no basta con responder a las necesidades del cuerpo. El hambre anoréxico-bulímica no es, de hecho, un hambre de comida. (…) Es hambre de amor.” (DE CLERCQ, 2012, p. 21). Esto dice del hambre del deseo del Otro, que ni “todo el pan del mundo” podría matar. Es hambre de lo incomible. Tiene hambre de una referencia simbólica para el sujeto.

Además, el hermano de Diana menciona que ella siempre mostró soledad al querer ser comprendida por las personas que la rodeaban. Este sería un posible rastro dejado por el trauma.

El síntoma es tomado como un mensaje cifrado que encuentra lugar para su interpretación y elaboración en el espacio analítico, pero que también provoca resistencias a su tratamiento. Por lo tanto, si estuviera en una situación de análisis, Diana, como los pacientes en la clínica, podría dejar este sentimiento de soledad a veces aparente ante el analista, a veces no tan evidente, buscando en silencio la comprensión del otro.

Tratando de librarse de esta angustia, el sujeto se sorprende entonces al reconocer y topar con la contradicción manifiesta de su síntoma: mientras genera sufrimiento, trae satisfacción. Por eso el amor también contempla esta paradoja.

Vale pensar que posiblemente así siguió Diana en su vida adulta. Mientras sufría, Lady Di fue sumamente discreta con sus pensamientos, opiniones y angustias. Estaba esperando que Charles pudiera hablar, manifestarse, pero así siguió respetando y complaciendo a la Corona, manteniéndola como la esposa ideal y futura reina.

Sin embargo, como se sabe, aunque en silencio los síntomas de Diana continuaron siendo noticia y, al poco tiempo, aunque no dijo nada al respecto, Diana parecía cada vez más triste, adelgazando gravemente, llorando y desmayándose en eventos públicos ( MORTON, 2013).

Por tanto, al igual que los sueños, el síntoma también denota la intención de cumplir un deseo, pero éste en una versión más tangible. Así: “En las neurosis, son las pulsiones sexuales las que sucumben a la represión y constituyen así la base más importante para la génesis de los síntomas, que por lo tanto pueden ser vistos como sustitutos de las satisfacciones sexuales” (FREUD, 1929, p. 103).

Según Morton (2013), los cambios en Diana, ante el sufrimiento de cómo se formó la relación con Charles, fueron incluso físicos.

Sua fala normalmente rápida, vigorosa e incisiva, degenera no mesmo instante na presença de Charles. Torna-se monossilábica e monótona (…). É o mesmo tom que domina sua fala quando comenta o divórcio dos pais e o que chama de “tempos sombrios” (MORTON, 2013, p. 199).

Y si, según la teoría psicoanalítica, la forma en que amamos hoy es como fuimos amados en la infancia, sumado a la idea de la compulsión inconsciente a la repetición, esto sería un indicio importante de por qué Lady Di se sintió atraída por esa forma de amor continuar buscándolo en una persona que no la amaba como adulto.

2.4.2 AMOR POR LA SEÑORA DI

Morton (2013) señala que el objetivo de vida de Diana era no cometer los errores de sus padres, apuntando a construir una familia unida y feliz. Así, vio en el Príncipe de Gales la oportunidad de finalmente sentirse realizado. Lady Di intentó, entonces, seguir encajándose en el papel de esposa ideal, cuidadora de Charles, y así el matrimonio se fue convirtiendo en un cuento de hadas, la contradicción es que no era eso lo que ella sentía. “Estaba muy ansiosa. Me sentí feliz, porque el público te emociona, pero no creo que fuera feliz” (DIANA, 1992 apud MORTON, 2013).

Diana aparentemente sintió la necesidad de hacer sacrificios para que aquellos a quienes amaba sanaran de sus heridas. Estuvo atenta a Charles, tratando de anteponer sus intereses, al igual que cumplía con las exigencias de su padre cuando era pequeña, su madre y la reina. Lady Di se comportó en el papel de una buena madre para el Príncipe de Gales. Este comportamiento posiblemente denota la forma en que le hubiera gustado que su madre se hubiera comportado con ella. Esto también le permitió recrear su postura de niña para luego complacer a sus padres y evitar desavenencias familiares que, en su concepción, eran culpa suya (LADY DI, 2017).

Sin embargo, los desacuerdos entre Charles y ella se intensificaron cuando fingieron el matrimonio perfecto ante la cámara. Es posible que el enorme deseo de ser lo que no fueron sus padres la llevara por el camino contrario. Aquí, apostamos a que Diana insistió y repitió su experiencia infantil. Así fue como, entonces, buscó relaciones -y se mantuvo en ellas- en este formato. También es plausible que, en un intento de simbolizar y dominar las situaciones desagradables con Charles, se centrara en tratar de equilibrar finalmente la obtención de placer en un escenario tan similar al de sus padres.

Este hecho se remonta al recuerdo de Diana que siempre terminaba sintiéndose una carga para los que amaba (MORTON, 2013). Se sentía responsable de las peleas entre sus padres, así como había sido acusada de la inestabilidad de su matrimonio, lo que, según ella, la hacía muy insegura en las relaciones. La falta de elogios de Charles, así como la falta de reconocimiento de sus padres durante su infancia, posiblemente hizo que Diana solidificara la idea de que ella era inferior, a pesar de que era la princesa más idolatrada del mundo (CNN SURVEY, ed. 2020).

Pasados ​​los primeros años de vida en las relaciones infantiles, se revela la constitución del sujeto, siendo coronado por el Complejo de Edipo como fenómeno central del período sexual de la primera infancia. Es en este mismo contexto que amar y odiar ya presagian, por ejemplo, cómo se relacionará eróticamente el sujeto en la vida adulta (KLEIN, 1937). El resultado de esta conexión y triangulación determinaría entonces la sexualidad e incluso su estructura clínica estaría relacionada con el desenlace de esta historia y una de las instancias a las que sirve el yo: el superyó con su ley y su moral, bien signada por la inauguración a través de deseo incestuoso.

La observación del ideal sexual se vuelve aquí interesante, pues puede ubicarse en un eslabón auxiliar con el ideal del Yo, donde la satisfacción narcisista enfrenta verdaderos obstáculos. Entonces la persona ama, según el tipo de elección de objeto narcisista, lo que una vez fue y lo ha perdido o lo que tiene méritos que nunca tuvo.

Por lo tanto, entonces, el amante es humilde. Quien ama pierde una parte de su narcisismo y sólo siendo amado puede recuperarlo. Es decir, esta parte siempre faltará. En 1915, Freud afirma que el amor presenta algunas antítesis y la oposición al amor: ser amado es lo que corresponde a la conversión de la actividad en pasividad. En algunos extractos de su biografía, Diana denuncia su omisión: “¿Debería ser amable o simplemente sentarme aquí? Así que decidí ser amable y dejarlos en paz. Eso me rompió el corazón” (DIANA, 1992, p. 46 apud MORTON, 2013).

En este sentido, según Lacan (1977/1985), es también por amor a sí mismo que el sujeto se somete al deseo del Otro con pasividad, ya que, al fin y al cabo, es este Otro el que lo mantiene vivo y, por qué no decirlo, es gracias a ese Otro que se considera importante y perteneciente a la vida. El llanto del niño, por ejemplo, se escucha como una demanda y ese Otro materno es quien lo nombrará como hambre, frío o dolor. Es decir, el Otro es quien le atribuye sentido al bebé. Por lo tanto, no se puede dejar de tomar esta supuesta demanda como una proyección del deseo del Otro.

De esta forma, la madre ocupa la posición de Otro cuando el niño es sometido a su cuidado. Así, cuando el sujeto está desvalido, recurre al Otro. Por lo tanto, lo que uno desea es siempre el deseo del Otro (LACAN, 1977/1985, p. 205).

Es en este amor que te sientes vivo. Así, entendemos que, para el niño, el deseo de ser amado y de responder a lo que se le dirige, sigue siendo el motor del desarrollo psíquico, permitiendo al adolescente insertarse luego en la cultura de otro lugar.

Todavía inconscientemente, aparecerán en el discurso del paciente fantasías de lo que le falta y de lo que el paciente busca con el fin de ser, también en su fantasía, finalmente mirado por el otro. Según Freud (1914-1916), es lo que le falta al yo -para hacerlo ideal- que se le ame. Esto es de particular importancia para el neurótico, quien, debido a sus excesivas investiduras de objeto, se empobrece en el yo y es incapaz de realizar su ideal del yo. Busca entonces el camino de regreso al narcisismo, después de su derroche de libido en los objetos, eligiendo un ideal sexual de tipo narcisista, que tiene méritos que le son inalcanzables.

El enamoramiento implica un rasgo específico, que es una sobrevaloración sexual del objeto, secundaria a una idealización. Sin embargo, “el objeto es tratado como el yo mismo”, es decir, el yo se comporta como si quisiera llamar la atención sobre sí mismo y dar paso a otro, ya que “el objeto, por así decirlo, absorbía al yo” y ocupaba el lugar del ideal del yo. Lacan (1960 apud PIRES, 2017) bien concluye: “amar es dar lo que no se tiene a quien no lo quiere”.

Diana, que pasó por todo esto en su individualidad, siguió siendo querida por el público. Pero, al mismo tiempo, dice que sintió que estaba enfrentando el rechazo de la misma audiencia, porque, en realidad, desconocían la realidad solitaria de su vida, aceptando y amando solo su imagen sonriente como un hecho único (MORTON , 2013). Por lo tanto, se debe considerar que, si bien la vida del ícono Diana estuvo acompañada de cámaras invasivas, lo que realmente sentía permaneció en secreto hasta entonces. Aunque era muy querida, no sabían que solo amaban partes de ella. Ella lo sabía y no era suficiente.

En este sentido, cabría inferir que Diana se reverenciaba al deseo del Otro con pasividad, siendo éste el Príncipe, el padre y la madre. Diana parece haber seguido sometiéndose a ellos para seguir siendo amada, ya que fueron sus padres, como Grandes Otros, quienes la mantendrían con vida de alguna manera y, después, Charles: no fue por toda la población que la amaba, pero para su amor es lo que se consideró importante.

Diana les dijo a amigos cercanos, según Morton (2013), que algo en cada sujeto atrae cierto tipo de cosas. También dijo que se vio un poco en Charles, cuando reconoció una tristeza en él y creyó que necesitaría a alguien que lo cuidara. Diana se dio cuenta entonces de que esta relación despertaba un sentimiento maternal ya que continuamente intentaba que él se sintiera orgulloso de ella. Así como quería complacer a su padre, cuando su madre se fue y cómo se sentía culpable por irse de casa.

Aquí se ve la dependencia existente por la condición de amor. Es en el sentimiento de impotencia que nace el sentimiento y permea el inicio de la relación de Charles y Diana. Al mismo tiempo, Diana, cuando logró complacer a Charles, dijo que no entendía cómo “un hombre como él” le prestaba atención y seguía interesado en ella (MORTON, 2013).

Se trata de la posibilidad de que Diana esté, entonces, atrapada en la fantasía de haber tomado el lugar de su madre en la separación de sus padres, pero al mismo tiempo incapaz de ser amada por su padre como ella quisiera (como mujer). Volviendo al concepto del Complejo de Edipo en la niña, conquistar al padre para convertirlo en su esposa, en la situación de Diana, se convirtió en una fantasía un paso más cerca de ser factible, para ella, cuando vio a su madre irse de casa. Es posible especular que, en su perspectiva infantil, la rivalidad la ganó ella en esta ocasión. Sin embargo, Diana, de seis años, se quedó en un intento de compensar con el amor paterno, pero su deseo no se cumplió del todo, ya que no ocupó el lugar exacto de su madre, aunque quedó vacío. Así, la castración se acepta con consecuencias.

El psicoanálisis nos ha revelado que, cuando un objeto original de un impulso de deseo se pierde como resultado de la represión, a menudo se representa por una sucesión interminable de objetos sustitutos. Ninguno de los cuales, sin embargo, proporciona completa satisfacción. Esto puede explicar la inconstancia en la elección de los objetos, el ‘anhelo de estimulación’ que tan a menudo caracterizan el amor en los adultos (FREUD, 1909). En Diana, este punto se relaciona con la sucesión de amantes y la búsqueda de atención al exponerse a la población que la admiraba, pero que claramente no suplía su satisfacción. En otros pacientes, esto se aplicaría en el sentido de buscar satisfacer el deseo del otro, siendo y haciendo lo que el Otro espera para, entonces, sentirse amado.

El resumen de este análisis hasta aquí es que, a partir de la concepción de Freud (1914-1916), es siendo amado, por tanto, como se puede amar. Y amando, pasa a tomar para sí el objeto, asumiendo la represión, tan importante para la entrada del niño en la sociedad. En otras palabras, es porque cree que el deseo del Otro la quiere en una determinada posición que se somete a él. Así, mientras el niño, por ejemplo, busca mantener un cierto protagonismo, también está introyectando su lugar restringido como sujeto castrado, pues ya no busca la satisfacción plena e ilimitada. Podemos decir que, en cierto modo, el yo ejerce represión para seguir siendo amado.

Diana pasó gran parte de su vida moldeándose a sí misma en lo que esperaban que fuera para sentirse amada. Desde pequeña ya se animó a dejar atrás sus verdaderas pasiones para ser la niña estudiosa, la “virgen”, la madre perfecta, la esposa ideal y la futura reina impecable (MORTON, 2013).

Aunque amada por toda la población, es, al sentirse no amada por estos grandes Otros, que Diana posiblemente siguió dependiendo de la libido dirigida por ellos, en forma condicionada y directa a su amor propio, que entonces era degradado

A juicio de Freud (1924), es necesario que el hijo del adulto -después de identificar la idealización que sus padres hicieron de él- se detenga y ponga en jaque su propio ideal. La disolución de Edipo es, pues, constitutiva del ser humano. Es, a través de la disolución edípica, que podemos decir que el amor esperado por el sujeto en una relación amorosa es su propia respuesta al modo en que fue amado. Es posible que Diana estuviera atrapada en esta encrucijada de socialización y apropiación en relación a su deseo. A partir de ahí, como sujeto, empezó a mostrar cómo respondía a la carencia ya la castración, no sin producir síntomas.

Diana seguía obsesionada por la idea del rechazo ya que se sentía atacada por la posibilidad de que su esposo la dejara por su amante Camila. Una vez más, Diana se encontró a punto de ser abandonada por un extraño. Una vez la madre, ahora Charles. Es como si, aquí, la amenaza de castración siguiera viviendo durante todo el matrimonio, para finalmente darse cuenta de que la culpa ya estaba ahí, él nació con ella. Una vez más la triangulación se hace evidente y se repite. “Había tres personas en este matrimonio. Es demasiada gente”, admitió en 1992, pero que ya había vivido una situación similar. Aun así, trató por todos los medios de librarse de la inestabilidad del desamor de Charles y buscar garantías en otros objetos. Después de muchas consideraciones y situaciones complejas vividas en este escenario, Diana y Charles decidieron separarse.

Todavía sobre el amor, pero como madre, hubo una contradicción expresa. Diana tuvo dos hijos: William y Harry. La percepción de la población sobre su maternidad era que se comprometían con vehemencia al cuidado y crianza de sus hijos. Según ella, para hacerles sentir su amor incondicional para que no sufran lo que vivieron en su propia infancia (LADY DI, 2017).

Diana también confesó que mantuvo la relación con Charles, pues temía que, al separarse, la exiliaran del Reino Unido y le prohibieran ver a sus hijos bajo las estrictas leyes de la Monarquía, ya que ambos estarían en la línea de sucesión a la Corona Lady Di no concibió la idea de alejarse de ellos como una vez fuera de su madre (MORTON, 2013, p. 321).

Sin embargo, Diana sufría de depresión posparto, lo que genera un rechazo de los niños, ya que con cada nuevo embarazo se establecían nuevas discusiones entre la pareja y Charles comenzaba a ausentarse, posiblemente con Camila (MORTON, 2013). Aquí, el hecho se remonta a que aparentemente, en la vida de Diana, “Tres eran demasiados” en una relación: ya fuera el amante de su madre, el amante de su marido, los hijos y ella, como tercera hija de sus padres, que , en su visión, cree ser la causante de la separación y constantes peleas de ambos.

Sumado al hecho, según Diana, estaba la presión de Charles sobre su maternidad, quien veía de manera exagerada y actuada su amor y protección a los niños. Continuando con el tema y según la Princesa (1992 apud MORTON, 2013, p. 201), “Charles vio esto como la causa de nuestros problemas maritales, pero no como síntoma y consecuencia de ellos”.

El amor entre padres e hijos es uno de los tipos de amor más valorados socialmente e incluso nace dado por sentado e incondicional. Todos se sorprenden cuando un niño es abandonado, asesinado o descuidado por los padres, ya que se piensa que los niños son su extensión, algo que debe ser elogiado y protegido.

Sin embargo, se olvida que algunos padres, como sujetos que son y en primera instancia, pueden ser incapaces de dar este amor a su hijo. Y Freud (1914-1916) va más allá cuando afirma que “el amor de los padres, tan conmovedor y en el fondo tan pueril, no es sino el narcisismo de los padres renacido, que, transformado en amor objetal, revela inequívocamente su naturaleza anterior”, señalando que todo el amor es limitado, es narcisista, aunque esté colocado en el lugar más alto y valorado de nuestra sociedad. Es decir, si va dirigido al bebé recién llegado es porque allí se proyecta algo de los padres, que llama a su libido a aparecer donde tal vez no surgió naturalmente. Aun así, en este ir y venir entre el yo y el no-yo, percibimos que el amor se transmite y, siendo transmitido, sólo puede constituirse en la relación entre los sujetos.

2.4.3 EL SUPUESTO DE LA ESCUCHA ANALÍTICA EN EL CASO

De las entrevistas concedidas al periodista Andrew Morton en 1992, se desprende que las confesiones de Diana fueron muchas y el acto de hablar evocó en ella varios recuerdos. Con eso, vale la pena reflexionar: ¿Qué podría haber logrado Diana si hubiera sido conducida por un analista, siendo escuchada por él y permitiéndole alcanzar, con mayor facilidad, los elementos responsables de la liberación de afectos, recuerdos y representaciones inconscientes? Como suposición, es posible apostar que Diana, si estuviera bajo el secreto de la clínica, mirándose a sí misma, buscaría entender cómo era amada y cómo amaba a Charles en esta historia.

Al igual que los pacientes de la clínica, Diana experimentó su patología y síntomas en la vida adulta como algo real y actual, pero que son partes constantes de su pasado.

El periodista, aunque complaciente con lo que escuchaba, ocupaba otro puesto y nada analítico se podía, ni se debía, hacer con el contenido ahí colgado. Por lo tanto, la Princesa pronunció palabras, pero sin una elaboración guiada por principios psicoanalíticos.

Los desacuerdos entre los padres o su matrimonio infeliz condicionan la más grave predisposición para el desarrollo sexual alterado o enfermedad neurótica en los niños. (FREUD, 1905/1906, págs. 215-216)

Con eso, si estuviera bajo análisis, el analista abriría el camino para que Diana revisitara sus historias de infancia y, entonces, pudiera comenzar a observar su singularidad más allá de la Monarquía. Probablemente, aún considerando un supuesto proceso de análisis, Diana no dejaría indemne a la escucha analítica con respecto a las parapraxis que se colocarían en los oídos del analista.

Según Gabbard (1994), las parapraxis son fenómenos que obedecen a un mecanismo psíquico y manifiestan un deseo reprimido en el inconsciente, que puede descubrirse a través de la asociación libre. Pronto, Diana cometería deslices, bromas, narraría sus sueños y, así, ella y su analista comenzarían a investigar la producción y el soporte de estos síntomas para una probable reelaboración.

Morton (2013) narra que Diana siempre estaba callada. Considerando esto y sus apariciones públicas como posibles indicios, es posible inferir que pasó su vida guardándose lo que pensaba y dejando los síntomas evidentes a los demás. Cuenta Diana (1992 apud MORTON 2013) que sus quejas eran vistas como actos de escenificación. Ella recuerda que pasó por varias posibilidades de tratamiento, pero no estaba convencida de ninguna. Pasó por terapias y aprendió de todo, desde astrología, tarología, aromaterapia, acupuntura hasta terapias de masaje. Incluso fue analizada por un junguiano, pero sintió que “nunca, ninguno de ellos, estuvo cerca de comprender la verdadera naturaleza de la agitación que llevaba en el corazón y la mente”. Como un ciclo común en la clínica, Diana se fue, como muchos pacientes, buscando un psicoanalista como última opción de tratamiento.

Incluso si todos estos profesionales la escucharon, la escucha analítica es otra cosa. Dunker (2003) afirma que escuchar no es resolver los problemas de los demás, ofreciendo soluciones y caminos que él no ve, sino aceptar lo que alguien tiene de incurable y loco en su demanda. Aquí, es posible reconocer el problema en dos frentes relacionado con Diana: primero, que ella tenía razón al suponer que nadie entendía su mundo interno, ya que no había sido escuchada de esa manera; la segunda por el hecho de que ser idolatrada por la población aún no suplía el sentimiento de sentirse amada, ya que, en ese sentido, sus fans y admiradores desconocían su locura, por lo que pronto, no la podían aceptar y mucho menos , la amar en ese estado.

Le corresponde entonces a la clínica psicoanalítica dejar espacio para que el paciente hable -en su libre asociación- y se queje de sus síntomas, cometa errores inconscientes y, hablando, pueda llegar a la forma en que fue amado y a sus historias de infancia, considerando que los síntomas se conectan, a su vez, con las experiencias históricas más singulares, conteniendo una fuerte conexión con la dimensión traumática. El analista entra entonces, para cada paciente, observando cómo el síntoma formado, a través de este, se convirtió en una solución única y confidencial al conflicto y, sólo así, obtener la posibilidad de transformarlo (DUNKER, 2003).

2.4.4 LAS POSIBILIDADES DE APLICACIÓN DE LA PRÁCTICA PSICOANALÍTICA CON LADY DI

Pensando en el papel del Psicoanálisis en este ámbito, se abre un espacio para reflexionar sobre la actuación del psicoanalista bajo la constancia de la fantasía de amar y ser amado que el sujeto tiene que enfrentar en medio de su análisis personal. Al no ocupar el lugar del sujeto supuesto saber, el analista permite al paciente salir del lugar de ser amado y, pasando al lugar de amante, pasar del amor al deseo.

En una carta a Jung, Freud escribe:

Poder-se-ia dizer que a cura [psicanalítica] é essencialmente efetuada pelo amor. E a transferência, na realidade, proporciona a prova mais convincente – a única de fato irrefutável – de que as neuroses são determinadas pela história de amor do indivíduo”, principalmente pelo fator infantil que dá ao amor “seu caráter compulsivo e patológico (FREUD, 1901, p. 152).

Ante la revelación de que a través de las circunstancias vividas, el sujeto busca el amor para reproducir, en la vida adulta, lo que experimentó de niño, queda así comprobado que existen posibles intervenciones de sanación a través del Psicoanálisis, especialmente en lo que se refiere a la relación con el analista tomando como base la transferencia.

El paciente llega a la consulta lleno de traumas y síntomas, solicitando la ayuda del analista para resolverlos. Pero son estos mismos síntomas los que la sostienen. Con eso, sabiendo que ese es un factor que genera angustia y por eso también la gente acude al análisis, corresponde al analista identificar la forma en que el sujeto se presenta y se comporta ante él como base fundamental del proceso psicoanalítico. Será, pues, a través de la transferencia, que el analista verificará el desplazamiento del significado que inconscientemente se le atribuye a las personas del pasado (FREUD, 1914-1916).

Comparando al analista y la transferencia a la posición del periodista durante el reportaje de Diana, por ejemplo, es posible notar que éste ocupaba un lugar de comprensión y amor, incluso coincidiendo con ella y defendiéndola frente a su angustia. Es tan desastroso para el análisis que el anhelo de amor del paciente sea satisfecho como que sea reprimido. El paciente tiende a dirigir su amor hacia la figura del médico, pero el camino que debe tomar el analista no es ninguno de estos, es un camino para el cual no hay modelo en la vida real.

Y así comienza el proceso de curación.

O processo de cura se efetua numa recidiva do amor […] e tal recidiva é indispensável, pois os sintomas devido aos quais o tratamento foi empreendido […] podem ser resolvidos e afastados apenas por uma nova maré das mesmas paixões. Cada tratamento é uma tentativa de liberar o amor reprimido que achou uma pobre saída no compromisso de um sintoma (FREUD, 1914, p. 115).

También es importante decir que, aunque el sujeto tiende a repetir la forma de amar como fue amado, el amor no se transmite exactamente como lo recibimos. De lo contrario, la existencia de familias en las que el desamor se extendería por generaciones sería inevitable ante la ausencia de personas con capacidad de amar. Diana, por ejemplo, aún con la ruptura con su madre y todas las dificultades en torno a la corona y la maternidad, no aceptaba la posibilidad de romper con sus hijos.

Según Gobatto (2001), sucede que lo que nos daña, pero a veces nos salva, es que nunca somos amados. El autor pregunta: “¿Cómo sabemos que fuimos amados? No sabemos. Nos pasamos toda la vida tratando de decirnos si lo éramos o no, creando ficciones, fantasías, delirios, poemas, cualquier cosa que parezca decir más sobre el amor de lo que realmente somos capaces de decir”. Al parecer, Diana se quedó en esta paradoja durante mucho tiempo.

Tomando el ejemplo de la relación de Diana con Charles como espejo de lo que ella vivió con su madre en la infancia, mientras el niño ama al Otro, también va recibiendo e interiorizando el amor que sienten por ella, configurando así el narcisismo, tan importante para la creación de una identidad a través de la cual el sujeto puede nombrarse a sí mismo. Invirtiendo la libido en el Yo, es posible cuidar tu cuerpo, tus acciones y pensamientos, exaltarte, estudiar, trabajar y relacionarte (FREUD, 1914).

Así es como el amor, dirigido hacia el analista, es un error. El paciente no lo dirige allí de forma consciente, sino como un falso amor, proyectado desde la infancia y fuera del consultorio. Si Diana se encontrara cara a cara con un analista, tal vez él podría reconocer su error y revelarle que ese amor no le pertenecía, sino que entonces sería un desplazamiento. Una repetición de algo que ya te ha pasado y pasa en otras relaciones.

Además de amar al otro, el analista debe darse cuenta de que el sujeto se cuida a sí mismo, como alguna vez fue cuidado o quiso ser. El sujeto todavía quiere que su Yo tenga fuerza y ​​vivacidad, buscando el amor del otro y su reconocimiento. En estado saludable, se hace alguien que merece ser amado, sirve al deseo del Otro y se constituye a partir de ese lugar. Freud (1914-1916) señala que la capacidad del sujeto para constituirse como tal está ligada a lo que sus padres proyectaron en él a través de su narcisismo.

Lo bueno es que el sujeto puede comprender el juego de la dependencia para que se dé cuenta de que no puede hacer todo solo y que realmente necesita de los demás, pero no de los Otros, los que saben todo y lo mantienen inferior. Serían otros no tan idealizados. Lady Di, por ejemplo, demostró ser dependiente de los Otros aprovechando el poder y la idealización de Charles y su madre.

Sólo entonces, liberados, los sujetos se vuelven capaces de más: de elegir lo que quieren como objeto de amor y cómo amar. Freud (1929) relaciona el amor con la felicidad, señala el amor y el trabajo como fuente de satisfacción social, por lo que el trabajo sería el punto de encuentro entre lo interno y lo externo.

2.4.5 SUBLIMACIÓN Y EL FIN DE LA VIDA DE LADY DI

A lo largo de su vida real, Diana fue admirada por su cuidado y amor desinteresados. Fue así como, al repartir amor a la sociedad, Lady Di lo recibió de vuelta y, luego, siguió satisfaciendo su propia necesidad de cariño. En una importante entrevista con la BBC (1992 apud MORTON, 2013, p. 51), Lady Di confiesa su fantasía:

Eu não me vejo sendo rainha neste país. Eu gostaria de ser a rainha do coração das pessoas. Alguém precisa sair por aí e amar as pessoas e mostrar isso. (…) Quero entrar numa sala, seja um hospital ou clínica, e sentir que sou necessária (BBC, 1992 apud MORTON, 2013, p. 51).

Es posible considerar que, en alguna medida, Lady Di logró convertir su angustia a través de la sublimación. Según Freud (1923-1925), esta sería una forma de transformar una pulsión en algo socialmente aceptado. Es la forma más saludable de poner tu libido en algo productivo. Sería como si hubiera una conversión de una energía (interesante para el individuo) en otra (interesante para la sociedad).

Además de la filantropía, Diana siguió incursionando en las relaciones románticas. El último de ellos fue considerado controvertido, según la opinión popular de la época, ya que su novio, Dodi Al-Fayed, también era mayor que Diana, al igual que el Príncipe Charles, pero esta vez, parecía ser el cuidador de la Princesa y no el al revés, como ella trató de establecer con Charles y su padre. Luego mostró un aire de gracia y transformación en su tormentosa vida (LADY DI, 2017).

Mirando hacia atrás en su vida, se cree que, aunque su angustia no fue acogida, tratada y reconocida, aunque no tuvo una escucha adecuada para transformarse, unos años antes de su muerte, Diana al menos pudo liberarse  un síntoma o otro. Si bien no pasó por un tratamiento con el que se identificara ni siquiera por un proceso analítico con todas sus posibilidades y matices, permitir la publicación de su biografía en sus propias palabras fue un movimiento que le permitió decir sobre sí misma, reflexionar y finalmente ser vista, y amada, como realmente era.

Según Dunker (2003), el objetivo del analista con el analizando es llegar a la sublimación, pero que, en ese camino, deberá luchar contra la inhibición, la actuación, la depresión y la angustia como alternativas que representan el fracaso de la formación de síntomas. Aquí está la retórica de cuánto logró Diana volverse capaz de amar y trabajar como lo indica el final de su vida. Si se restablece el vínculo inconsciente y se aplica adecuadamente el Psicoanálisis, sería posible lograr la reelaboración y transformación del sujeto, para salir de las ataduras inconscientes.

En Psicoanálisis, según las consideraciones de Klein (1934), es común e inevitable hablar de odio, ira y amor inconscientes, porque puede suceder que el impulso afectivo o emocional sea percibido, pero de manera equivocada. Es compelida, debido a la represión de su verdadera representación, a unirse con otra idea, y llega a ser tomada por la conciencia como una manifestación de esta última. Por lo tanto, el analista debe trabajar en liberar afecto, pero sin sustituir ideas. Para eso está el análisis. Es decir, apoyar al analizante en la construcción de una nueva representación consciente para esclarecer la angustia que vino sin saber qué la despertó.

Há um ponto da vida em que os pais ficam na infância. E a gente passa a lidar com a mulher que a mãe da gente é, com o homem que o pai da gente é, com os homens e as mulheres que são nossos irmãos. Quando a gente chega a esse ponto da vida, é que se tornou mãe, pai, irmão, irmã de si mesmo. E aí a gente não precisa mais deles, mas quer a presença deles mesmo assim. Não para que eles nos deem alguma coisa, mas porque a gente aprende que amar é dom e é dando que mais se recebe (KUSS, 2020, p. 79).

Así, desde la praxis psicoanalítica, tanto para Diana como para los pacientes de la clínica, existiría la posibilidad de cura, no en el sentido de erradicar por completo el síntoma y la angustia, sino como cuidado y tratamiento.

El trabajo y la elaboración permitirían, al final, que el sujeto se reconciliara con la realidad de la construcción del amor hecha con los padres, para que finalmente pudiera amar y ser amado de otra manera ahora. Desprendiéndote del ideal y renovando el guión que llevas dentro sobre el amor.

3. CONSIDERACIONES FINALES

Tenemos como máxima el conocimiento de que, en Psicoanálisis, nada apunta a una verdad última, sino que nos permite hacer algunas construcciones. La hipótesis, planteada al inicio de este estudio, de que el amor se aprendería en la infancia a través de la forma en que se ama al sujeto, siguió el camino que siguió hacia la confirmación.

Se puso en agenda la icónica vida de la princesa Diana, a partir de sus propios relatos y bibliografías publicadas, para que se analicen sus construcciones personales desde su infancia y el entrecruzamiento de sus relaciones en la edad adulta. Con eso, ¿habría sufrido de amor la mujer más amada del mundo? La respuesta es sí.

Ante toda la profundización y análisis, se validó la idea de que es posible, entonces, que cualquier sujeto, como Diana, sea impactado por la concepción del amor elaborada a lo largo de su vida y que vuelve a repetir en la edad adulta. El objetivo de este estudio se logró al comprender que el establecimiento de síntomas relacionados con esta dolencia afecta desde pacientes anónimos hasta íconos como Lady Di.

Se encontró el paralelismo entre la historia de Diana y la queja de los pacientes en la práctica clínica: el amor (o la falta de él), marca los lazos afectivos iniciales desde la primera infancia. Así, la pregunta de apertura de esta investigación fue respondida en la reflexión y posibilidad de que cualquier sujeto, como Diana, pueda ser impactado por la concepción del amor elaborada en el transcurso de su vida hasta el punto de desarrollar, de manera singular, fantasías, síntomas para luego alegrarse y enfermarse.

También se descubrió que, ligado a amar y ser amado, todo el contenido de la historia emocional del sujeto es intrínseco. La elección del amor se realiza, pues, inconscientemente. Es decir: no es posible pensar con claridad lo que encanta a un sujeto en otro, porque la anhelada captura del otro, en efecto, remite a una búsqueda de sí mismo, que puede ser angustiosa.

Esto porque, como se mencionó, aún en un contexto opuesto al secretismo del psicoanálisis clínico, las exigencias de la fantasía de amor también se construyen en otros escenarios. Ni siquiera la supuesta plenitud de amor que experimentó Lady Di pudo reparar el, para ella, el traumático abandono que sufrió por parte de su madre, posterior relación con su padre y consecuente infancia infeliz. Así, es posible reconocer que esta fantasía no es algo particular de algunos, sino que está impresa, de alguna manera, en todos.

Diana fue sumamente amada, pero también necesitada, pasó su vida anhelando el amor, buscándolo en una relación amorosa frustrada. El papel de sus primeras experiencias y relaciones marcó su demanda de amor. Lady Di sufrió síntomas físicos y psicológicos. Solo después de tomar un poco de conciencia de toda su trayectoria, pudo avanzar para lograr lo que quería. Mínimamente, finalmente pudo elegir cómo amar al otro y, por supuesto, a sí mismo. Sin embargo, es evidente a lo largo del estudio que sus conquistas y reelaboraciones podrían ser más expresivas si hubieran recibido la atención que merecen.

Para ello, era necesario comprender que, siendo el amor un reemplazo de un objeto reprimido, en realidad sería una repetición que busca actualizar sus relaciones primarias. Freud (1909) considera que las pasiones son ecos de los recuerdos amorosos de la infancia. Es el amor experimentado en la tierna infancia el que gobierna la vida de cada uno ya adulto. De esta experiencia resulta lo que cada uno será en el futuro y la resolución del Complejo de Edipo indicaría la modulación del modo singular e inconsciente que el sujeto establecerá para amar.

De esta forma y con este análisis, se abrió un campo para pensar que el sujeto neurótico quiere ser amado, más que amar, debido a que su elección de objeto es narcisista -después de todo, necesita ser amado para amarse a sí mismo.

Para corroborar las conjeturas se planteó una posibilidad del rol del Psicoanálisis y del analista bajo la fantasía de amar y ser amado que el paciente tiene que enfrentar en medio de su análisis personal. Ya que el uso de toda la metodología y posibilidades que ofrece el Psicoanálisis podría generar la reelaboración y transformación de los impactos de la construcción y deconstrucción de esta demanda de amor en el sujeto. Así, este último podría entonces salir de una condición de incomodidad y alcanzar, al menos, un mínimo de placer en las relaciones.

REFERENCIAS

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DE CLERCQ, Fabíola. Todo o pão do mundo, 1ª ed. Belo Horizonte: Editora Scriptum, 2012.

DUNKER, Christian. A Identificação na formação e sustentação de sintomas na família. Temas em Psicologia (Ribeirão Preto), v.9, p.145 – 154, 2003. Disponível em: <http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1413-389X200 1000200007>. Acesso em: 31 de agosto de 2020.

FREUD, Sigmund. A psicoterapia da histeria. In: Estudos sobre a histeria (1893-1895). 1ª ed. São Paulo: Companhia das Letras, 2016.

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KLEIN, Melanie. Amor, culpa e reparação. In: Amor, culpa e reparação e outros trabalhos (1921-1945). 1ª ed. Rio de Janeiro: Imago, 1996.

KUSS, Ana Suy Sesarino. A corda que sai do útero, 1ª ed. São Paulo: Patuá, 2020.

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NASIO, Juan David. O Livro da Dor e do Amor, 2ª ed.  Rio de Janeiro: Jorge Zahar Ed., 1997.

PIRES, Luísa Puricelli. A cura pelo amor: flutuando pelas impossibilidades de amar. Pepsic, 2017. Disponível em: <http://sig.org.br/wp-content/uploads/2017/11/art4-8.pdf>. Acesso em: 30 de maio de 2020.

[1] Psicoanalista – Atención Clínica de Adolescentes y Adultos; Estudiante de Maestría en Psicoanálisis en la Universidad John F. Kennedy de Buenos Aires – Argentina; Postgrado en Psicoanálisis por el Núcleo Brasileiro de Pesquisas Psicanalíticas – NPP, especialista en Salud Mental y Psicoanálisis por el Instituto Israelita de Pesquisa Albert Einstein; Graduada en Psicología en São Paulo – Brasil (CRP 06/139565). ORCID: 0000-0001-9607-7587.

[2] Tutor. ORCID: 0000-0003-3505-540X.

Enviado: Enero de 2022.

Aprobado: Septiembre de 2022.

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Beatriz da Silva

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