ARTÍCULO DE REVISIÓN
MAGALHÃES, Ricardo Antonio [1], GARCIA, July Mesquita Mendes [2]
MAGALHÃES, Ricardo Antonio. GARCIA, July Mesquita Mendes. Efectos psicológicos del aislamiento social en Brasil durante la pandemia de COVID-19. Revista Científica Multidisciplinar Núcleo do Conhecimento. Año 06, Ed. 01, vol. 01, pág. 18-33. Enero 2021. ISSN: 2448-0959, Enlace de acceso: https://www.nucleodoconhecimento.com.br/psicologia-es/aislamiento-social
RESUMEN
En este estudio se plantearon los impactos del Covid-19 en la salud mental. Específicamente las enfermedades mentales observadas durante el aislamiento social provocado por la pandemia. El estudio tuvo como objetivo responder a la siguiente pregunta: ¿cuáles son los efectos psicológicos observados en la literatura actual sobre el aislamiento social provocado por el COVID-19? En cuanto a la naturaleza de esta investigación se caracteriza como aplicada, en relación a su forma de abordaje como cualitativa, en cuanto a sus objetivos la investigación se clasifica como descriptiva y en cuanto a los procedimientos técnicos como encuesta. Como resultado, se observó que el Covid-19 brinda cambios en la salud mental de la población con aumento en el número de síntomas de Trastorno de Estrés Postraumático, trastornos de ansiedad y afectos negativos tras el fin del aislamiento social. El distanciamiento físico ha reducido la disponibilidad de muchos apoyos familiares, sociales y psiquiátricos. Las personas con enfermedades mentales graves y desventajas socioeconómicas asociadas corren un riesgo particular por los efectos directos e indirectos de la pandemia. Sin embargo, se concluye que el COVID-19 no solo causa problemas de salud física, sino que también genera una serie de trastornos psicológicos. La propagación de COVID-19 puede afectar la salud mental de las personas en diferentes comunidades.
Palabras clave: Covid-19, Aislamiento Social, Salud Mental.
1. INTRODUCCIÓN
En diciembre de 2019, China informó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el brote de una nueva enfermedad, similar a la neumonía. Esta enfermedad, transmitida por el nuevo coronavirus, posteriormente identificado como Sars-Cov-2, se denominó COVID-19. En enero de 2020, se informaron nuevos casos de COVID-19 fuera de China, lo que llevó a la OMS a declarar una emergencia de salud pública internacional. En América Latina, el primer caso registrado fue en São Paulo, Brasil, el 25 de febrero de 2020. Según el informe de situación 115, emitido por la OMS, hasta el 14 de mayo de 2020 se confirmaron 4.248.389 casos y 292.046 muertes por la enfermedad en todo el mundo. En Brasil, en la misma fecha, se confirmaron 177.589 casos y 12.400 muertes, según el boletín diario de la OMS (WHO, 2020). En esta situación, el estatus de la enfermedad ha cambiado, debido a la alta tasa de transmisión del virus y su expansión a nivel mundial, pasando a la clasificación de pandemia, según el informe de situación nº 114, emitido por la OMS.
Más de 180 países alrededor del mundo han registrado la presencia de COVID-19 y, a través de la propagación de este virus, varias autoridades gubernamentales han adoptado diferentes estrategias, con el objetivo de reducir el ritmo de su progresión (KRAEMER et al., 2020). Al ser identificada como una enfermedad predominantemente respiratoria, la COVID-19 puede transmitirse de persona a persona a través de gotitas de saliva, estornudos, tos y flemas, así como por contacto cercano con la boca, nariz, ojos u objetos y superficies contaminados (TEIXEIRA, 2020).
La situación en rápida evolución ha alterado drásticamente la vida de las personas, así como varios aspectos de la economía global, tanto pública como privada. Las caídas en el turismo, la aviación, la agricultura y la industria financiera, debido a la pandemia de COVID-19, se reportan como reducciones masivas en los aspectos de oferta y demanda de la economía que se han convertido en consecuencias inevitables y que han dependido de la adopción de estrategias por parte de gobiernos a nivel internacional.
Entre las estrategias necesarias, aparece que el distanciamiento social fue la primera medida preventiva adoptada con el propósito de evitar aglomeraciones, a fin de mantener al menos un metro y medio de distancia entre personas, así como la prohibición de eventos que congreguen una gran cantidad de individuos (escuelas, universidades, conciertos, centros comerciales, academias deportivas, eventos deportivos, entre otros) (REIS et al., 2020).
Desde esta perspectiva, se observa que junto con la pandemia del COVID-19 surge un estado de pánico social a nivel global y el sentimiento de aislamiento social desencadena sentimientos (de angustia, inseguridad y miedo), que pueden prolongarse incluso después del control del virus (HOSSAIN et al., 2020).
En este sentido, a pesar de que el aislamiento social es una medida ampliamente utilizada en el ámbito de la salud pública destinada a preservar la salud física del individuo, es fundamental pensar en la salud mental y el bienestar de las personas sometidas a este período de aislamiento social. Con énfasis en este hecho, este estudio tuvo como objetivo realizar un análisis de las consecuencias causadas en la salud mental, después del período de aislamiento social durante la pandemia de COVID-19, pronunciando, al final, estrategias de afrontamiento para minimizarlas.
En Brasil, parece que la gran desigualdad social y regional ha dificultado el proceso de aislamiento, ya que la población de pobres y extremadamente pobres, que suman más de 66 millones de brasileños, necesita salir de casa en busca de su subsistencia y la familia, aumentando así el riesgo de infección y transmisión del nuevo Coronavirus (OLIVEIRA et al., 2020).
En ese contexto, la factibilidad del aislamiento social durante la pandemia trae como consecuencia la exposición del sufrimiento de gran parte de la población, provocado por preocupaciones exacerbadas como: problemas relacionados con la economía y la explosión de noticias, entre otros temas relacionado con la realidad de cada una de las personas que se relacionan en el día a día. Factores como estos pueden provocar la manifestación o el empeoramiento de síntomas psicológicos como la ansiedad, el estrés y la depresión (ORNELL et al., 2020). Cabe mencionar que no existe un solo grupo específico que sufrirá los efectos del aislamiento social, por lo que todas las personas están sujetas a los efectos psicológicos ocasionados durante este período de pandemia, independientemente de su edad o grupo social (MARTINS et al., 2020).
Las incertidumbres y los miedos asociados con la pandemia del coronavirus, junto con los cierres masivos y la recesión económica, han demostrado tener el potencial de aumentar la incidencia del suicidio, así como los trastornos mentales asociados con el suicidio (MAVROUDEAS, 2020).
En diferentes niveles, el proceso de aislamiento social ha tenido muchos impactos en la vida de las personas. En ese sentido, esta investigación buscó comprender los principales efectos del aislamiento social, analizando los factores que cooperan o dificultan este proceso, correlacionando también algunas características socioeconómicas de la población con factores relacionados con el aislamiento social.
El propósito de este artículo tiende al campo de la Psicología y aborda la perspectiva de la producción de materiales informativos dirigidos a la salud mental de la población presente en un escenario muy delicado respecto al enfrentamiento a la COVID-19. Hablar de salud mental en tiempos de pandemia es crucial, pues entre las medidas preventivas está presente el alejamiento y/o aislamiento social, el cual es considerado uno de los más impactantes, ya que puede llevar a las personas a desarrollar diversos trastornos emocionales, tales como como estrés, ansiedad, pánico entre otros (RIBEIRO, 2020).
Para la obtención de los resultados se optó por el método de revisión sistemática de la literatura con enfoque cualitativo y exploratorio, en el que los autores se propusieron: comprender mejor los impactos en el cotidiano de la población frente al aislamiento social por coronavirus, haciéndolo más explícito.
2. METODOLOGÍA
En cuanto a la naturaleza esta investigación se caracteriza como aplicada, en cuanto a su enfoque como cualitativa, en cuanto a sus objetivos la investigación se clasifica como descriptiva y en cuanto a los procedimientos técnicos como encuesta.
La recolección de datos se procesó a partir de un levantamiento bibliográfico por consulta, realizado accediendo a plataformas digitales como Biblioteca Virtual de Estácio, Portal de Periódicos EBSCO-Estácio, Periódicos DynaMed, Meu Pergamum e collection, SciELO, PubMed, Lilacs, Bireme, Google academic y Capes Journal.
Las palabras: “COVID-19”, “pandemia”, “salud mental”, “enfermedades mentales”, “aislamiento social” fueron utilizadas como descriptores para delimitar la investigación. Se consideraron publicaciones en portugués, inglés y español, publicadas en revistas indexadas de 2004 a 2020.
El criterio de inclusión fue la admisión de bibliografías que respondieran a la pregunta orientadora vinculada al objetivo general de este artículo: ¿Cuáles son los efectos psicológicos observados en la literatura actual sobre el aislamiento social provocado por el COVID-19? Luego, se leyeron los resúmenes de las publicaciones y se excluyeron aquellas que no cumplieron con criterios como, por ejemplo, la mención de casos en territorio brasileño, o la presentación de características culturales diferentes a la realidad brasileña.
3. RESULTADOS
De las 110 publicaciones levantadas utilizando los descriptores, 60 fueron descartadas por no cumplir con los criterios de inclusión, finalmente, el último paso referente a la lectura completa de las 50 publicaciones restantes, posibilitó utilizar 38 para la producción final de este artículo y que cumplen los criterios de inclusión y exclusión.
Tabla 1 – Selección de publicaciones por tema, autores y año
Tema | Autores | Año |
Efectos psicológicos del aislamiento social | Brooks et al.;
Zanon et al.; JOHAL. |
2020
2020 2009 |
La salud mental y la pandemia de COVID-19
|
WHO;
DE MORAES, et al.; YAO et al.; HAO et al.; KOZLOFF et al.; FERNÁNDEZ-ARANDA et al.; CARR. |
2020
2020 2020 2020 2020 2020 2020 |
Psicopatologías relacionadas con el aislamiento social | MARTINS et al.;
BROOKS et al.; RUBIN et al.; NERIA et al.; LIM et al.; HOLMES et al. |
2020
2020 2020 2011 2018 2020 |
Estrategias para el seguimiento de psicopatologías derivadas del aislamiento social | BONANNO;
BONANNO et al.; BLACK; LOBO; BONANNO, et al.; |
2004
2008 2008 2015 |
Impactos del COVID-19 en Brasil | AQUINO et al.;
GANEM et al. |
2020
2020 |
Fuente: Autores
Hubo autores que se utilizaron en más de un tema.
A continuación, se presentarán los principales efectos observados del Covid-19 en la salud mental a través del relevamiento de los efectos psicológicos del aislamiento social, la relación entre la salud mental y el COVID-19, las principales psicopatologías observadas en el aislamiento social y las estrategias utilizadas en el seguimiento de estas psicopatologías.
3.1 EFECTOS PSICOLÓGICOS DEL AISLAMIENTO SOCIAL
Brooks et al., (2020) realizaron una revisión de la literatura reciente sobre los efectos psicológicos del aislamiento social en participantes de diez países que fueron sometidos a aislamiento por estar expuestos al ébola, la influenza H1N1, el SARS (síndrome respiratorio agudo severo) y el MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio), entre otros virus de epidemias/pandemias anteriores, en los que se observaron algunos factores predictores de malestar psicológico.
Indicadores sobre demostrar antecedentes de trastorno psiquiátrico previo y ser profesional de la salud, por ejemplo, predijeron emociones negativas duraderas. Los profesionales de la salud, además de manifestar una variedad de emociones negativas tras el aislamiento social (tristeza, nerviosismo, culpa), indicaron que sufrían mayor estigma en comparación con otros profesionales. Estos datos apuntan a una mayor disponibilidad al sufrimiento psíquico y, en consecuencia, a una mayor necesidad de intervención.
Otros factores observados como antecesores de un mayor sufrimiento psíquico fueron la duración del período de aislamiento social superior a diez días, el miedo a contagiarse o a contagiar a otros, la frustración, el aburrimiento, la falta de insumos y la información inadecuada sobre la enfermedad (Brooks et al. , 2020). Algunos de estos indicadores se vincularon con un mayor número de síntomas de Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), trastornos de ansiedad y afectos negativos tras el fin del aislamiento social. Así, las pérdidas financieras y el estigma, así como otras condiciones adversas provocadas por el aislamiento social, fueron identificadas como factores de riesgo para el desarrollo de trastornos mentales y afectos negativos prolongados.
También se identificó que las pérdidas financieras son el mayor factor de riesgo en el desarrollo de trastornos mentales vinculados a familias de bajo nivel socioeconómico, debido a la representación de este ingreso para estas familias y el impacto de la pérdida del mismo (Brooks et al., 2020). La evidencia muestra que el 30% de la muestra de algunos estudios sobre participantes sometidos al aislamiento social tenía criterios para el diagnóstico de TEPT (ZANON et al., 2020).
La prevalencia continua de síntomas de trauma en individuos que estuvieron expuestos a pandemias, sujetos a periodos de aislamiento social, posiblemente puede explicarse por el hecho de que el miedo y la percepción de riesgo funcionan como amplificadores de información poco clara, que son comunes en los periodos iniciales de los brotes (JOHAL , 2009). Así como el desconocimiento sobre la enfermedad y la ausencia de vacunas y medicamentos representan otros factores relevantes. En este sentido, la cobertura de pandemias por parte de fuentes noticiosas auténticas es un factor desencadenante del miedo, ya que informan de algo importante y, quizás, de la existencia de una posible amenaza para la población, que es difícil de controlar.
3.2 SALUD MENTAL Y LA PANDEMIA DE COVID-19
Las emergencias de salud pública pueden afectar la salud, la seguridad y el bienestar de las personas y las comunidades a través de pérdidas económicas, cierres de empleos y escuelas, uso inapropiado de los recursos de atención médica y distribución deficiente de las necesidades. Estos efectos pueden traducirse en una variedad de reacciones emocionales percibidas a través del sufrimiento o condiciones psiquiátricas, comportamientos poco saludables como el abuso de sustancias y el incumplimiento de las pautas de salud pública (como el confinamiento en el hogar y la vacunación) en las personas que contraen la enfermedad y en el población general. La investigación sobre salud mental en desastres ha establecido que la angustia emocional es frecuente en las poblaciones afectadas, un hallazgo que seguramente resonará en las poblaciones afectadas por la pandemia de Covid-19 (WHO, 2020a).
La pandemia de Covid-19 tiene implicaciones alarmantes para la salud individual y colectiva y para el funcionamiento emocional y social. Los proveedores de atención médica, ya sobrecargados, además de brindar servicios de atención médica, tienen un papel importante en el seguimiento de las necesidades psicosociales y la prestación de apoyo psicosocial a sus pacientes, profesionales de la salud y el público, actividades que deben integrarse en la atención médica general para un pandemia (DE MORAES et al., 2020).
Las personas con trastornos mentales preexistentes informaron un aumento de los síntomas y un peor acceso a los servicios y el apoyo desde el comienzo de la pandemia de COVID-19 (YAO et al., 2020). El alta temprana de las unidades psiquiátricas y la interrupción de la atención psiquiátrica presencial se han vuelto comunes, con consecuencias negativas que pueden incluir recaídas, conducta suicida, falta de acceso a la atención médica y aislamiento social. La cuarentena y el encierro pueden afectar particularmente a las personas con problemas de salud mental preexistentes: se han informado mayores síntomas de ansiedad y depresión y altas tasas de trastorno de estrés postraumático e insomnio (HAO et al., 2020).
Al mismo tiempo, el distanciamiento físico ha reducido la disponibilidad de muchos apoyos familiares, sociales y psiquiátricos. Las personas con enfermedades mentales graves y desventajas socioeconómicas asociadas corren un riesgo particular por los efectos directos e indirectos de la pandemia (KOZLOFF et al., 2020). Asimismo, se ha informado un aumento de los síntomas y la vulnerabilidad durante la pandemia de COVID-19 en personas con trastornos alimentarios, trastorno del espectro autista, demencia y discapacidades intelectuales y del desarrollo (FERNÁNDEZ-ARANDA et al., 2020). El confinamiento en el hogar, la interrupción de la rutina diaria y el distanciamiento físico pueden exacerbar estas condiciones y plantear un desafío para los usuarios del servicio y los cuidadores.
Muchos países cuentan con equipos dedicados a brindar apoyo de salud mental a los profesionales de la salud y los servicios de enlace psiquiátrico. El apoyo necesario depende de la etapa de la pandemia. Quedan muchas preguntas sobre cómo mitigar los efectos de la pandemia de COVID-19 en la salud mental. Los profesionales de la salud mental con experiencia en las ciencias sociales y los servicios comunitarios también deben asesorar a los reguladores para que desarrollen, implementen y evalúen estrategias para hacer frente a la pandemia y sus consecuencias.
Para las personas con angustia aguda que corren el riesgo de desarrollar una enfermedad a largo plazo y aquellas que no confían en los servicios de salud mental convencionales o no se involucran con ellos, es particularmente importante facilitar un acceso diverso y flexible a la atención de la salud mental. Organizaciones dirigidas por la comunidad, usuarios y familias locales, y pequeñas iniciativas independientes de apoyo entre pares se movilizaron rápidamente para brindar ayuda y orientación inmediatas durante la pandemia. Estos servicios de apoyo comunitario han respondido proactivamente al COVID-19 de manera diferente a los servicios clínicos convencionales y podrían expandirse de manera rentable para respaldar un aumento esperado en la demanda de servicios (CARR, 2020). Sin embargo, es posible que no sean apropiados o suficientes para todos y, por lo tanto, deben complementar, pero no reemplazar, la atención de salud mental convencional.
3.3 PSICOPATOLOGÍAS RELACIONADAS CON EL AISLAMIENTO SOCIAL
Gran parte de las noticias que se publican sobre el COVID-19 son angustiantes y, en ocasiones, las noticias están asociadas a rumores, por lo que los niveles de ansiedad aumentan cuando una persona está constantemente expuesta a noticias sobre el COVID-19. La información errónea y los informes fabricados sobre el COVID-19 pueden exacerbar los síntomas depresivos en la población general.
La investigación emergente sobre los efectos psicológicos de COVID-19 se ha centrado principalmente en comprender las reacciones excesivas de miedo o ansiedad. Un fenómeno igualmente importante pero descuidado se refiere a la ausencia de miedo y ansiedad frente al COVID-19; de hecho, es menos probable que las personas con bajos niveles de ansiedad sobre un brote infeccioso se adhieran a las recomendaciones de salud pública (p. ej., distancia social).
En los países subdesarrollados y en vías de desarrollo, que incluye a Brasil, las condiciones epidémicas de la COVID-19 imponen mayores efectos psicológicos en la población, ya que estos países también son afectados por muchas otras enfermedades infecciosas como las enfermedades endémicas que se transmiten por vectores y que aún hoy todavía tiene una alta incidencia en estas poblaciones. La incertidumbre sobre el estado de salud, el seguimiento de los pacientes, la atención del tratamiento y la ineficiencia en estas comunidades también pueden aumentar la vulnerabilidad de estas comunidades a los efectos psicológicos de la COVID-19 (MARTINS et al., 2020).
El nerviosismo y la ansiedad en una sociedad afectan en gran medida a todos. La evidencia reciente sugiere que las personas que se mantienen aisladas y en cuarentena experimentan niveles significativos de ansiedad, ira, confusión y estrés (BROOKS et al., 2020). En general, todos los estudios que han examinado los trastornos psicológicos durante la pandemia de COVID-19 han informado que las personas afectadas experimentan diversos síntomas de trauma mental, como angustia emocional, depresión, estrés, cambios de humor, irritabilidad, insomnio, trastorno por déficit de atención, hiperactividad, estrés postraumático e ira (RUBIN et al., 2020).
La investigación también ha demostrado que la exposición frecuente a los medios de comunicación puede causar angustia (NERIA et al., 2011). Sin embargo, en la situación actual, es un desafío predecir con precisión las consecuencias psicológicas y emocionales del COVID-19. Los resultados de los estudios epidemiológicos muestran que las mujeres tienen un mayor riesgo de depresión. Las mujeres son más vulnerables al estrés y al trastorno de estrés postraumático que los hombres (LIM et al., 2018).
Estudios recientes han revelado una asociación entre el historial médico y el aumento de la ansiedad y la depresión causadas por la propagación de COVID-19. Trabajos de investigación anteriores han demostrado que el historial médico y las enfermedades crónicas están asociados con mayores niveles de angustia psiquiátrica. Las personas con antecedentes de problemas médicos y con problemas de salud pueden sentirse más vulnerables a una nueva enfermedad (HOLMES et al., 2020).
3.4 ESTRATEGIAS PARA EL SEGUIMIENTO DE PSICOPATOLOGÍAS DERIVADAS DEL AISLAMIENTO SOCIAL
La principal tarea psicológica para la mayoría de las personas durante la pandemia es mantener el sufrimiento al mínimo. Sin embargo, ante la incertidumbre provocada por la pandemia, abundan las preguntas. ¿Qué tan común será la resiliencia? ¿Qué pueden hacer las personas frente a la pandemia de COVID-19 para mantener la resiliencia? Los estudios específicos de COVID-19 que pueden responder estas preguntas apenas comienzan. Sin embargo, investigaciones previas relacionadas con brotes de enfermedades y desastres naturales han brindado información importante que puede brindar pautas para ayudarnos a superar la pandemia. En este comentario, abordamos estas importantes preguntas y sugerimos algunas direcciones de investigación importantes.
Los estudios sobre la exposición al estrés extremo, como los brotes de enfermedades, informaron una mayor prevalencia de psicopatología y una menor tasa de resiliencia en comparación con los estudios que examinaron solo eventos moderadamente aversivos. En todos los tipos de estudios y enfoques de modelado, la proporción de individuos resilientes promedió alrededor de dos tercios (BONANNO, 2004).
Para aquellos infectados con COVID-19, puede ser especialmente importante movilizar el apoyo social, aumentar los comportamientos de búsqueda de ayuda y mantener la atención física continua para mantener la resiliencia (BONANNO et al., 2008).
A nivel familiar, los estudios han identificado algunos factores de resiliencia, como la adaptabilidad, la cohesión familiar, la buena comunicación y la adecuada gestión financiera (BLACK; LOBO, 2008). Si bien estos estudios contribuyen a nuestra comprensión de las trayectorias individuales, pocos estudios han examinado específicamente los resultados resilientes a nivel del hogar (BONANNO et al., 2015). Dado que muchas personas están en cuarentena con miembros de su familia, es importante considerar vías hacia la resiliencia a nivel familiar.
A nivel comunitario, es más probable que se produzcan resultados resilientes en comunidades con mayor cohesión social, índices de criminalidad más bajos y menor exposición a los desastres. Otros factores importantes incluyen el posible impacto negativo de las disparidades de salud, como el acceso a la atención médica y el nivel socioeconómico, sobre el miedo y la ansiedad (BONANNO et al., 2015). La investigación dirigida a comprender mejor los orígenes de las disparidades de salud en el contexto de COVID-19, los efectos de la desigualdad de salud percibida en la psicopatología y las políticas asociadas que se esfuerzan por cerrar la brecha de desigualdad son cruciales para mantener la resiliencia de la comunidad.
3.5 IMPACTOS DEL COVID-19 EN BRASIL
Brasil registró el primer caso en América Latina en febrero de 2020, luego de la confirmación de laboratorio de COVID-19, el paciente recibió atención estandarizada por vigilancia epidemiológica, permaneciendo en aislamiento domiciliario, mientras los familiares que tuvieron contacto con el sujeto, en el hospital donde se encontraba tratados y en el vuelo de regreso desde Italia, fueron investigados. Desde entonces, la epidemia se ha extendido por todo el país. Es importante señalar que, como Brasil no ha adoptado estrategias integrales de prueba en la población, existe una alta posibilidad de subregistro en el número de casos y muertes (AQUINO et al., 2020).
Dado que los avances tecnológicos ocurren como resultado de los avances en las políticas y prácticas humanas y sociales, se entiende que la salud mental es esencial para mantener las capacidades de creatividad y productividad humanas. De esta forma, el estudio se justifica por la necesidad de focalizar y orientar mejor las campañas y propuestas para controlar la propagación del COVID-19, ya que los niveles de salud mental de la población se reflejan en el comportamiento de los ciudadanos, quienes pueden cumplir más o menos menos a las políticas de distanciamiento.
Aunque la Ley nº 13.979/2020, que trata de las medidas de combate al COVID-19 en Brasil, está en vigor desde el 7 de febrero, o sea, desde el momento previo al inicio oficial de la epidemia, el presidente de la república ha subestimado su relevancia, sin dejar de ser uno de los pocos líderes mundiales que niegan la amenaza que representa. Hay varios artículos periodísticos comunicando su oposición a las medidas adoptadas en estados y municipios y animando a sus simpatizantes en las redes sociales a incumplir las recomendaciones de distanciamiento social. Se estableció un claro impasse político entre el presidente y el entonces Ministro de Salud, quien defendió las medidas guiadas por la OMS y apoyó las iniciativas locales y regionales más estrictas de medidas de control del COVID-19 (AQUINO et al., 2020).
Insertados en este escenario político, además de la crisis sanitaria, una crisis política importante, la implementación de medidas de control, que incluyen el distanciamiento social, ha sido garantizada por gobernadores y alcaldes, especialmente en los estados más afectados. La autonomía administrativa de los estados y municipios en las áreas de salud, educación y comercio, prevista en la Constitución Federal, reduce la ocurrencia de injerencia directa del gobierno federal en las decisiones de los gobiernos locales. Por lo tanto, el tema de discusión por el Supremo Tribunal Federal. Sin embargo, hasta entonces ha prevalecido el reconocimiento de la autonomía de los estados y municipios en cuanto a la adopción de medidas de emergencia relacionadas con la salud pública.
La mayoría de los estados y el Distrito Federal han adoptado prácticas y medidas para minimizar en mayor o menor medida el movimiento y aglomeración de personas. Sin embargo, el Gobierno Federal, al subestimar la importancia del distanciamiento social y oponerse a las medidas adoptadas por estados y municipios, tuvo una pérdida en la adhesión de la población a las mismas. En este sentido, un estudio brasileño aplicó modelos matemáticos para estimar el efecto de las medidas de distanciamiento social en la Región Metropolitana de São Paulo (AQUINO et al., 2020).
Este estudio mostró que, si no se adoptaran medidas de distanciamiento social, la capacidad de las UCI para el tratamiento de la COVID-19 se superaría en el primer mes en alrededor de un 130 %, mientras que en el segundo mes esto correspondería a 14 veces. También sugiere que “el conjunto de medidas de distanciamiento social implementadas (y su mantenimiento en este momento) podría evitar la sobrecarga del sistema de salud (manteniendo la ocupación en un 76%) y la muerte de casi 90.000 personas a lo largo de la epidemia” (AQUINO et al. , 2020 p. 2429). Además, el estudio indica el uso de datos de hospitalización por SARS (Síndromes Respiratorios Agudos Severos) para monitorear el impacto de las medidas de distanciamiento social (GANEM et al., 2020).
Según las noticias más recientes, la epidemia de COVID-19 en Brasil aún se encuentra en su primera fase, y la crisis política, alimentada por la sustitución del Ministro de Salud, suma más inseguridades en cuanto a las políticas que pueda adoptar el Gobierno Federal. Las encuestas científicas sugieren que la combinación de aislamiento de casos, cuarentena de contactos y medidas ampliadas de distanciamiento social, especialmente aquellas que reducen los contactos sociales en al menos un 60 %, tienen el potencial de minimizar la transmisión de la enfermedad. Aunque poco explorado en la literatura sobre el tema en el contexto brasileño, la observación anterior de países asiáticos y europeos sugiere que las estrategias de distanciamiento social deben ser estimuladas, aplicadas y coordinadas entre diferentes esferas gubernamentales y regiones con el objetivo de alcanzar el fin de la epidemia lo antes posible tan pronto como sea posible, así como para prevenir nuevas oleadas de contagio de enfermedades.
Su implementación en la realidad brasileña es sin duda un gran desafío. La desigualdad social del país, con muchas personas en situación de pobreza y la creciente proporción de personas en situación de calle, sumado al gran número de personas privadas de libertad, pueden contribuir a la transmisión y dificultar la implementación del distanciamiento social. Además, la parte importante de los trabajadores informales requiere que, para garantizar la sostenibilidad y eficacia real de las medidas de control del COVID-19, se apliquen políticas de protección social y apoyo a las personas en situación de vulnerabilidad. Políticas como el ingreso mínimo que certifica la protección de los trabajadores que tienen relaciones laborales formales son fundamentales para garantizar la supervivencia de las personas, no sólo mientras persistan las restricciones al desarrollo de las actividades económicas.
Si bien el aislamiento social es considerado una fuente de ansiedad y estrés para la población, esta variable no se identifica significativamente en el modelo de regresión. Tales encuestas pueden sugerir que el distanciamiento social y la restricción del contacto físico entre personas durante la pandemia no son intrínsecamente un factor de riesgo de enfermedad mental; sino que otros factores que permean este contexto influyen en el desarrollo de tal enfermedad. Las pérdidas financieras por los efectos de la enfermedad en el escenario económico local y, también, la exposición a información negativa sobre el COVID-19 son factores que brindan riesgos a la salud mental. Exigiendo así especial atención a los factores económicos y la pérdida de ingresos familiares, con el fin de reforzar la necesidad de políticas públicas y beneficios de ayuda financiera durante este período.
Así, tal y como indica la Organización Mundial de la Salud, parece que los trastornos mentales y del comportamiento representan una de las principales causas de ausencia laboral. Como resultado, se identifica que la provisión de buenos índices de salud mental ayuda a la conducta preventiva y al mantenimiento de la salud de la población, posibilitando que estas personas puedan reincorporarse a sus actividades, a corto plazo de la pandemia, lo cual es fundamental para la recuperación de la economía del país.
4. CONCLUSIÓN
El COVID-19 no solo causa problemas de salud física, sino que también provoca una serie de trastornos psicológicos. La propagación del nuevo coronavirus puede afectar la salud mental de las personas en diferentes comunidades. Por lo tanto, es fundamental preservar la salud mental de las personas y desarrollar intervenciones psicológicas que puedan mejorar la salud mental de los grupos vulnerables durante la pandemia de COVID-19. Por lo tanto, se puede concluir que la pandemia de COVID-19 puede afectar la salud mental de los individuos y de las diferentes comunidades.
En la crisis actual, es fundamental identificar a las personas sujetas a trastornos psicológicos en diferentes grupos y en diferentes estratos de la población, para que, con estrategias, técnicas e intervenciones psicológicas adecuadas, se preserve y mejore la salud mental de la población en general. Lo que la mayoría siente son los efectos de las pérdidas transitorias.
Las implicaciones económicas de la pandemia de COVID-19 son graves. Es importante ser consciente de los riesgos de promover soluciones baratas para ampliar el acceso a la atención de la salud mental. Una atención de salud mental de baja calidad basada en la accesibilidad sin una evaluación de la calidad o un seguimiento de las necesidades y la eficiencia solo aumentará las desigualdades y empeorará la salud mental.
REFERENCIAS
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[1] Graduada en Psicología por la Universidade Estácio de Sá y Graduada en Tecnología en Seguridad del Trabajo por el Centro Universitário Gama e Souza.
[2] Graduado en Psicología en la Universidade Estácio de Sá y graduado en Gestión de Recursos Humanos en la Universidade Estácio de Sá.
Enviado: Diciembre de 2020.
Aprobado: Enero de 2021.