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Cómo las personas ancianas que trabajan califican su calidad de vida

RC: 113122
185
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DOI: 10.32749/nucleodoconhecimento.com.br/psicologia-es/personas-ancianas-que-trabajan

CONTEÚDO

ARTÍCULO ORIGINAL

ROCHA, Felipe Queiroz Dias [1], PICCIONE, Marcelo Arruda [2]

ROCHA, Felipe Queiroz Dias. PICCIONE, Marcelo Arruda. Cómo las personas ancianas que trabajan califican su calidad de vida. Revista Científica Multidisciplinar Núcleo do Conhecimento. Año. 06, ed. 11, vol. 09, pág. 112-131. Noviembre 2021. ISSN: 2448-0959, Enlace de acceso: https://www.nucleodoconhecimento.com.br/psicologia-es/personas-ancianas-que-trabajan, DOI: 10.32749/nucleodoconhecimento.com.br/psicologia-es/personas-ancianas-que-trabajan

RESUMEN

La vejez trae como consecuencia cambios en el anciano por: crisis existencial, inadaptación a nuevas funciones, reforma y reducción de contactos sociales. La mayoría de las personas ancianas que continúan trabajando pertenecen a clases sociales desfavorecidas, pero hay personas ancianas que muestran insatisfacción por estar jubiladas y tratan de volver al trabajo para sentirse con energía. Frente a ese escenario, el presente artículo se orienta por la gran apreciación de la calidad de vida de los ancianos. El objetivo fue examinar cómo los ancianos que trabajan evalúan su calidad de vida. Participaron de la investigación 36 ancianos que aún trabajaban, con una media de edad de 71,5 y ± 5,4. Los datos fueron recolectados accidentalmente en la ciudad de São Paulo. Para ello se utilizaron 36 cuestionarios WHOQOL idénticos y Termo de Consentimento Livre e Esclarecido (TCLE)[3]. Para saber si existe una diferencia estadísticamente significativa se aplicó la prueba no paramétrica de chi-cuadrado. Como resultado: el 80,55% dice estar Totalmente de acuerdo con la premisa de que Dios se preocupa por sus problemas; 63,88% Totalmente de acuerdo en que tienen una relación significativa con Dios; El 50% está Satisfecho con su sueño y el 38,88% califica como Nada su necesidad de tratamiento médico diario. Se percibe que los ancianos trabajadores están mayoritariamente satisfechos con la calidad de los aspectos observados de sus vidas.

Palabras clave: vejez, remodelación, jubilados, tercera edad, personas ancianas.

INTRODUCCIÓN

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la calidad de vida es una medida que se fundamenta en tres ejes distintos y simultáneamente esenciales: el hecho de ser multidimensional, subjetiva y abarcar detalles negativos y positivos. Este objeto temático puede definirse como la perspectiva de un individuo sobre su posición en la cultura del entorno social en el que vive, en vista de sus metas, objetivos, preocupaciones y normas (TRENTINI; XAVIER y FLECK, 2006).

De hecho, la calidad de vida tiene varios conceptos en diferentes áreas del conocimiento. Por ejemplo, en el campo de la Economía, está vinculado a índices, como el ingreso per cápita, que muestran el acceso de las poblaciones a los servicios básicos (educación, salud y vivienda). En el campo de la Política y la Sociología, la atención se dirige precisamente a una categoría. En Psicología Social, el parámetro principal de este concepto es el grado de satisfacción de la experiencia particular de un individuo. Es por ello que en los últimos años se ha producido una gran valoración de la calidad de vida en los ancianos (TRENTINI; XAVIER y FLECK, 2006), lo que orientará nuestro enfoque en esta investigación con un grupo de remanentes en el trabajo.

El proceso de envejecimiento puede clasificarse de tres formas, según su desarrollo: la primera se denomina vejez con patología y se denota por la presencia de una enfermedad crónica o discapacidad que restringe severamente las actividades comunes del individuo, de manera que sus funciones una vez realizadas son marcadamente debilitado (TRENTINI; XAVIER y FLECK, 2006).

En la segunda vejez, habitual o normal, es bastante frecuente la aparición de patologías físicas o psíquicas leves o moderadas, que provocan solo cambios sutiles en la vida cotidiana de los sujetos (TRENTINI; XAVIER y FLECK, 2006).

Finalmente, la tercera clase de envejecimiento se conoce como vejez exitosa u óptima y se caracteriza por el mantenimiento de la salud como en el período juvenil, con el fin de reflejar el bienestar del sujeto (TRENTINI; XAVIER y FLECK, 2006).

El envejecimiento implica, en consecuencia, la aparición de cambios biopsicosociales inherentes y paulatinos que varían en su extemporaneidad y proporción, según la biogenética y, principalmente, el estilo de vida de cada sujeto. Algunas prácticas que pueden mitigar los impactos del transcurso del tiempo son: mantener una dieta balanceada, realizar actividades físicas, exponerse cuidadosamente a la radiación solar e incitarse mentalmente. Así, se entiende que la vejez es una etapa en la que el organismo es más propenso a desarrollar patologías, lo cual es diferente a ser una enfermedad (ZIMERMAN, 2000).

En otras palabras, el envejecimiento no es una patología, sino un proceso de desarrollo humano único en cada sujeto. También es importante considerar que las enfermedades resultantes de esta fase son susceptibles de intervención en los tres niveles (prevención, diagnóstico y tratamiento). Además, las personas ancianas pueden tener calidad de vida incluso si sus cuerpos están agotados y exhaustos (MARTINS et al., 2007).

Según investigaciones, los ancianos necesitan constantemente apoyo en el manejo de su salud y comúnmente son ayudados por familiares (ABREU y MATA, 2001).

Cabe mencionar que las prácticas curativas son más privilegiadas por el sistema que las educativas. Por lo tanto, realizar acciones dirigidas a la educación sobre el cuidado de la salud de los ancianos se convierte en un trabajo desafiante (MARTINS et al., 2007).

Es importante resaltar que: en relación a la satisfacción con la salud, el 45% de las personas ancianas dijo estar satisfecho, mientras que el 40% dijo estar satisfecho con su capacidad para trabajar (COLALTO, 2002).

De hecho, uno de los aspectos que puede conducir a la jubilación anticipada es el estado de salud. Presumiblemente, a las personas ancianas que retrasan la interrupción les va bien en este sentido (BEE, 1997).

Además, algunos hombres y mujeres que tienen hijos muy tarde, o han formado una nueva familia a través de otro matrimonio, o aquellos que cuidan a los nietos, se supone que deben continuar trabajando hasta que quienes están conectados con ellos dejen su hogar (BEE, 1997).

La mayoría de las personas ancianas que continúan trabajando pertenecen a clases sociales desfavorecidas y lo hacen para ayudar a mantener a su posteridad, que muchas veces regresa a su familia de origen debido a relaciones fallidas (COUTRIM, 2005).

Otra cuestión que se puede corroborar para que los ancianos eviten la jubilación es no obtener una condición económica sólida durante el tiempo de actividad laboral y la falta de apoyo económico de sus hijos (BREVIGLIERI, 2002).

Cabe señalar que solo el 5% de los ancianos reporta estar completamente satisfecha con tener suficiente dinero para cubrir sus necesidades (COLALTO, 2002).

En una sociedad donde las personas son calificadas de acuerdo a su desempeño, pedir se convierte en un acto que connota incapacidad. De hecho, pedir nunca ha formado parte de la identidad de las personas ancianas, sobre todo porque se anima a los sujetos desde pequeños a no ser dependientes y nunca se menciona la relatividad y la pluralidad incrustadas en el concepto de independencia (ZIMERMAN, 2000).

Sin embargo, la persona mayor se abstiene de pedir cualquier tipo de ayuda porque siente que no puede hacerlo, no quiere ser inoportuna, piensa que la ocupación de sus descendientes es más importante que sus necesidades y aspiraciones, teme ser etiquetada como impertinente y deconstruida su condición de sujeto productivo e independiente (ZIMERMAN, 2000).

Por otro lado, hay personas ancianas que muestran insatisfacción por estar jubiladas. Hay personas ancianas que intentan volver a la profesión para sentirse ágiles y animar su ánimo y su propia imagen (BREVIGLIERI, 2002).

En efecto, el adulto mayor debe planificar acciones que le permitan tener satisfacción en esta etapa, y esto requiere adquirir nuevos hábitos, involucrarse en actividades rentables, cumplir con sus planes y deseos personales, estudiar en una universidad superior, realizar trabajo voluntario u otras prácticas. En otras palabras, una vejez exitosa depende de cómo las personas ancianas afronten las desgracias que les acontecen, aboguen por sus derechos y realicen acciones plausibles dada su realidad (MARTINS et al., 2007).

De hecho, la felicidad es un indicador de calidad de vida, que puede estar asociado con la asistencia a ceremonias religiosas y preferencias doctrinales. La religión influye considerablemente en la perspectiva del mundo del individuo, justifica el sentido de la vida y, por tanto, proporciona satisfacción (PANZINI et al., 2007).

La religión es una experiencia que necesita convertir al sujeto, una adversidad que necesita transformar y tocar al individuo, y no limitarse a ser un sistema compuesto de dogmas, creencias y normas, sino de una fe personal, que tipifica el saber particular de la divinidad. El encuentro de este espacio sagrado es algo subjetivo (DINIZ, 2003).

Así, algunos elementos, como los ritos (actos) y los mitos (discursos), base cada credo y son, por tanto, los ratificadores de los símbolos creados para la manifestación de lo deífico. De este modo, la religión puede definirse como la asunción de realidades trascendentales que la conciencia no puede comprender y, llevada al pleno goce psicológico, produce la unicidad del interior y la plenitud humana (BAPTISTA, 2003).

De hecho, no hay distinción entre los diferentes estilos de vida que mantienen las personas ancianas en las oraciones. La mayoría dice oraciones por: salud, recibir paz, por amor, asuntos familiares y para dar gracias (ORLANDO et al., 2008).

Se nota que la vida espiritual tiene un valor muy alto en la vejez, por lo que todo un grupo encuestado dijo que se ajusta a algún credo. La razón de esto es la posibilidad que les da una creencia de establecer una conexión entre sus imposibilidades y el uso de sus habilidades; o, cuando esto no ocurre, le ayuda a lidiar más fácilmente con la finitud de esta última etapa de la vida (ARAÚJO, 1999).

Así, la vejez es una etapa que resulta en cambios en el estado del sujeto, así como en su relación con el otro debido a: crisis existencial; cambio de posición en los núcleos familiar, social y laboral; remodelación; pérdidas misceláneas; disminución de los contactos sociales debido a sus restricciones (ZIMERMAN, 2000).

Estas modificaciones también comprometen el sueño. En el curso del proceso habitual de envejecimiento, se producen cambios en la cantidad y calidad del descanso que afectan a más de la mitad de los ancianos de 65 años que viven en casa y al 70% de los institucionalizados, con el fin de impactar negativamente en su calidad de vida vida (GEIB et al., 2003).

Los cambios provocan alteraciones en el sistema homeostático y afectan: aspectos psicológicos, sistema inmunológico, comportamiento de respuesta, desempeño diario general, adaptabilidad y estado de ánimo. Las causas que suelen provocar este tipo de trastorno en la vejez son: el dolor, los factores ambientales, el malestar emocional y los cambios en los patrones del sueño, como el aumento de la latencia, la dificultad para reiniciar el sueño y la reducción de la duración (GEIB et al., 2003).

Además de estas quejas, la somnolencia y la fatiga durante el día son comunes, al igual que el aumento de las siestas, el deterioro cognitivo y del rendimiento diario, y una serie de otros problemas que, si bien no son específicos del envejecimiento, tienen un gran impacto en las personas ancianas. La falta de adaptación a los trastornos emocionales, hábitos inadecuados, algunos trastornos orgánicos y afectivos, el consumo de sustancias (psicotrópicas u otras), la inquietud nocturna y las caídas son posibles consecuencias. Estos síntomas nos permiten afirmar que el sueño y el descanso son funciones reparadoras esenciales para el mantenimiento de la vida (GEIB et al., 2003).

Entre los factores psicosociales responsables de los trastornos del sueño en los ancianos se encuentran el duelo, la jubilación y los cambios en el entorno social, como el aislamiento, la institucionalización y las dificultades financieras. La muerte de un cónyuge tiene un fuerte impacto en la vejez, y puede o no estar asociada a la depresión. La jubilación y los cambios en el entorno social, cuando rompen con los hábitos normales de los ancianos, contribuyen a reducir la amplitud del ritmo sueño-vigilia, produciendo la fragmentación del sueño nocturno y las siestas diurnas, utilizadas como escape de la monotonía (GEIB et al., 2003).

Otro factor significativo en la dificultad de los ancianos para dormir es la intensidad del dolor crónico (ALVES et al., 2019).

Sin embargo, además de los cambios en el cuerpo, el envejecimiento trae al ser humano una serie de transformaciones psicológicas que pueden resultar en inadaptación a nuevas funciones, desmotivación, dificultad para organizar el futuro, falta de apoyo para enfrentar pérdidas orgánicas, emocionales y sociales, dificultad para adaptarse a cambios rápidos, cambios psíquicos que requieren apoyo profesional y falta de autoestima e imagen de sí mismo (NERI, 2001).

Según estudios internacionales, el 15% de los ancianos necesitan apoyo psicológico y el 2% tiene depresión. Muchas veces, estas demandas no son identificadas por la familia y los cuidadores, sino que son grabadas como peculiaridades de la etapa de la vejez (ZIMERMAN, 2000).

De hecho, solo el 40% de las personas ancianas reportan estar satisfechos con el servicio de salud que tienen (COLALTO, 2002), aunque coinciden en decir que no están satisfechos con dicha asistencia médica por la imposibilidad de hablar de sus quejas y que no les hagan preguntas. A veces, los profesionales ni siquiera los miran directamente (BERES, 1994).

La conversación del anciano con el profesional de la salud genera intercambios interpersonales, que, junto con los conocimientos ya difundidos popularmente, ayudan a superar las falencias presentes en el ejercicio tradicional de educación en salud. Por lo tanto, existe la posibilidad de que las personas ancianas soliciten sus intereses de manera autónoma como sujetos sociales capaces de hacerlo (MARTINS et al., 2007).

El objetivo general fue examinar cómo los trabajadores ancianos califican su propia calidad de vida.

Los objetivos específicos son:

  • Analizar la marcha de algunos aspectos de la vida de los ancianos que continúan trabajando;
  • Escuche a las personas ancianas que todavía están trabajando cómo les está yendo en algunos aspectos de sus vidas;
  • Revisar críticamente el estado de algunos aspectos de su vida.

METODOLOGÍA

PARTICIPANTES

Esta investigación tuvo como participantes a 36 ancianos (88,90% hombres y 11,10% mujeres), que tenían 65 años o más (que es el grupo de edad definido por la OMS para la reforma) y que trabajaban con o sin vínculo laboral, constantemente o inconstantemente. Se encontró que el rango de edad es 22 años (la edad más baja es 65 y la más alta 87), la edad media es 71,5 años, la desviación estándar es 5,4 y la mediana es 71 años.

MATERIAL

El material utilizado fue el cuestionario WHOQOL; había 36 unidades iguales entre sí para recolectar los datos. Este instrumento fue elegido por su reconocimiento internacional para examinar la calidad de vida en sus diversos aspectos.

El instrumento fue un cuestionario dividido en tres etapas: la primera para caracterizar al participante; la segunda parte consistió en una serie de preguntas cerradas sobre diversos aspectos que conforman la comprensión general de lo que es la calidad de vida en el ámbito de la Psicología Social; la última parte contenía oraciones afirmativas y negativas que permitían al participante exponer su percepción sobre ellas en relación con su contexto, es decir, había una serie de oraciones en las que el participante informaba en qué medida estaba de acuerdo o en desacuerdo con ellas respecto a su vida.

PROCEDIMIENTOS

La recolección de datos se hizo de manera casual: los sujetos fueron buscados y encontrados accidentalmente en los meses de enero y febrero y si se encontraban en las condiciones establecidas por el objetivo (trabajando y con 65 años o más) eran admitidos por el investigadores

En un primer momento nos presentamos y explicamos el propósito de nuestra investigación. Posteriormente, si el individuo cumple con nuestros objetivos de investigación y acepta participar voluntariamente, presentamos el TCLE y el cuestionario WHOQOL, así como brindamos cualquier tipo de aclaración sobre estos documentos y sus ítems, que contenían nuestros contactos. Es importante resaltar que el presente trabajo forma parte de un proyecto mayor, que fue aprobado por el Comité de Ética en Investigación nº 017/2005 y CAAE 005.0.237.000.05.

Todos los participantes fueron abordados en la ciudad de São Paulo, encontrándose la gran mayoría en barrios próximos: 15 en Mooca, 6 en Brás, otros 6 en Sé, 5 en Zona Cerealista, 3 en Vila Mariana y 1 en Cambuci.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Algunos resultados obtenidos en los cuestionarios WHOQOL utilizados serán presentados y discutidos estadística y críticamente en las siguientes tablas.

Tabla 1 – Ocupación

Áreas F %
Área de ciencias y artes 10 27,77
Área de ventas y comercio 15 41,66
Área de bienes industriales 8 22,22
Otros 3 8,33
Total 36 100

Fuente: cuestionarios WHOQOL.

En la Tabla 1, se observa que, entre los participantes, el 41,66% son trabajadores del Área de ventas y comercio, el 27,77% laboran en el Área de ciencias y artes, el 22,22% están en el Área de bienes industriales y sólo el 8,33% reportó pertenecer a otra área.

Según la prueba no paramétrica Chi-cuadrado – que se aplicó para verificar si existe diferencia estadísticamente significativa – no existe diferencia estadísticamente significativa, dado: xo2=2,35 y x2c=7,81, además de n.g.l.=3 y α= 0.05.

Las variables de la Tabla 1 fueron sistematizadas según las categorías de la Classificação Brasileira de Ocupações (CBO)[4], mencionadas en el sitio web del Ministerio del Trabajo y Empleo: http://www.mtecbo.gov.br. Las ocupaciones de CBO que no estaban entre las practicadas por los ancianos fueron descartadas de la tabla.

El material utilizado plantea la profesión de cada participante, pero no investiga el camino que llevó al sujeto a elegir esta área de actividad, su camino o las circunstancias que lo llevaron a ejercer su profesión actual, de manera totalmente imprecisa, proponiendo cualquier hipótesis que por favor detalle su industria en base a cualquier otro dato obtenido de la recopilación de datos y la literatura consultada. Lo que se puede hacer es discutir hipótesis de posibles razones por las cuales los voluntarios continúan practicando estas actividades.

Coutrim (2005), por ejemplo, dice que la mayoría de los ancianos que continúan realizando actividades laborales pertenecen a clases sociales desfavorecidas, que requieren de su colaboración en el presupuesto familiar para la subsistencia de su posteridad, ya que sus hijos comúnmente regresan al trabajo sus hogares por fallar en sus relaciones.

De acuerdo, Breviglieri (2002) dice que la falta de estabilidad económica durante los años de trabajo y el apoyo financiero de los hijos también confirma que los ancianos no se jubilan, para demostrar la necesidad de volver a las actividades remuneradas. Bee (1997) enriquece estas palabras al decir que la paternidad o maternidad tardía, así como la constitución de otra familia, pueden obligar al sujeto a permanecer en el trabajo hasta que sus dependientes tengan condiciones suficientes para mantenerse, lo que debe postergar su retiro como resultado.

Cabe mencionar que Colalto (2002) dice que solo el 5% de los adultos mayores dice estar completamente satisfecho con tener suficiente dinero para satisfacer sus necesidades y el 40% de los adultos mayores está satisfecho con su capacidad para trabajar.

De hecho, Bee (1997) también dice que uno de los factores que pueden adelantar la jubilación es el estado de salud. Presumiblemente, a las personas ancianas que llegan tarde les va bien en este sentido.

De esta forma, se observa que la necesidad económica es uno de los principales motivos que conduce a la permanencia de los ancianos en el mercado laboral, lo que, por otra parte, tiende a depender del estado de salud del sujeto, ya que este aspecto puede conducir a la jubilación anticipada. Así, los ancianos pueden estar en una paradoja: mientras necesitan trabajar, no pueden o no pueden hacerlo por sus condiciones físicas.

Además, Zimerman (2000) dice que pedir es un acto que no forma parte de la identidad de las personas ancianas ni es una construcción social bien considerada, ya que la sociedad evalúa a los ciudadanos por lo que son capaces de producir. El adulto mayor evita solicitar cualquier tipo de apoyo porque: siente que no tiene este derecho, no quiere causar molestias, cree que la ocupación de sus hijos y nietos es más importante que sus necesidades y deseos, teme ser considerado inconveniente y finalmente se ve o se siente despojado de su status de sujeto productivo e independiente. Sobre esta última causa, Breviglieri (2002) dice que existe cierta dificultad para que los ancianos permanezcan jubilados; las personas ancianas expresaron su deseo de volver a trabajar porque querían sentirse con energía y mejorar su espíritu y su propia imagen.

El trabajo es una faceta que conforma la autoimagen del anciano, la ruptura con el trabajo tiende a herir su perspectiva de sí mismo y como consecuencia cambia la forma en que el sujeto trata con los familiares y otras personas, ya que el anciano muchas veces trabajaba y participó de la creación de estos individuos que hoy tienen que apoyarlo y ayudarlo, lo cual no es fácil de aceptar. Según Zimerman (2000), este efecto de la vejez modifica el estatus del anciano debido a: crisis existencial, cambio de roles en el trabajo y en la sociedad, jubilación, pérdidas varias, situación financiera y otras razones.

Tabla 2 – Necesidad de tratamiento médico para la vida diaria

Necesidad F %
Nada 14 38,88
Muy poco 6 16,66
Más o menos 8 22,22
Bastante 7 19,44
Extremadamente 1 2,77
Total 36 100

Fuente: cuestionarios WHOQOL.

En la Tabla 2, en cuanto a la necesidad de intervención médica, Nada fue la opción más respondida por los participantes con un 38,88%. Además, el 22,22% de los ancianos eligieron la variable Más o menos, mientras que el 19,44% y el 16,66% de los sujetos de investigación eligieron las variables Bastante y Muy poco, respectivamente. Solo el 2,77% tenía Extremadamente necesidad de tratamiento médico.

Se aplicó la prueba de chi-cuadrado para verificar si existe una diferencia estadísticamente significativa. El resultado fue: xo2=4,42 y x2c=9,48, sin tal diferencia, considerando también n.g.l.=4 y α=0.05.

De esta forma, el tratamiento médico, a pesar de la mayoría de las opiniones relacionadas con Nada y Muy Poca Necesidad, está presente en el contexto de los ancianos.

Trentini; Xavier y Fleck (2006) discuten la vejez con patología, tanto habitual como exitosa, que corresponden al desarrollo del envejecimiento humano: la primera acompañada de disfunciones físicas o mentales que limitan críticamente las acciones del anciano, la segunda con la aparición de estas condiciones disfunciones en un contenido leve que provoca solo cambios parciales y el tercero con la plena conservación de la salud como adultos jóvenes. Con base en esta clasificación, se puede decir que los participantes que reportaron como Nada (38,88%) su necesidad de tratamiento médico a diario disfrutaron de un estado de vejez exitoso, mientras que los que dijeron Muy Poca o Más o Menos (38,88) %) tiene un proceso de vejez habitual, mientras que el 22,22% que categoriza su necesidad como Bastante o Extremadamente tiene una vejez con patología.

Es posible reclasificar estos datos si consideramos que los participantes que reportan su necesidad de tratamiento médico diario como Muy poco tienen una vejez exitosa porque sabemos que muchos adultos jóvenes eventualmente desarrollan problemas de salud que también requieren tratamiento diario, por lo que poco más de la mitad (55,54%) disfrutaría de una vejez exitosa y el 22,22% de una vejez habitual, que al final, seguiría denotando a la menor parte de los voluntarios como titulares del proceso de envejecimiento con patología y una ligera mayoría como habituales o exitosas personas ancianas.

Zimerman (2000) corrobora las palabras del trío al decir que el envejecimiento predice sufrir cambios biopsicosociales de forma natural y gradual y en mayor o menor grado, según el sujeto. Los efectos de esos cambios pueden, según Bee (1997), determinar la continuidad del trabajo, ya que el estado de salud es un factor relevante para su continuación, lo que posterga la jubilación.

Martins et al. (2007) complementan diciendo que el envejecimiento es un fenómeno que se desarrolla de manera única en cada individuo, y no una patología, aun cuando las enfermedades derivadas de esta etapa son susceptibles de diagnóstico, tratamiento y prevención. Sin embargo, según Colalto (2002), el 45% de los ancianos están satisfechos con su propia salud y el 40% están satisfechos con el servicio de salud que tienen. Beres (1994) va más allá y dice que los ancianos son unánimes en relatar su insatisfacción con la atención médica recibida debido a que los profesionales no les dan tiempo para hablar de sus quejas, no hacen preguntas y, a veces, ni siquiera los miran directamente.

Según Martins et al. (2007), la apreciación de los intercambios interpersonales permeados por el diálogo entre el paciente y el médico puede ayudar a superar los vacíos presentes en el ejercicio educativo de la salud tradicional si se considera la importancia del saber popular. Así, existe una posibilidad para la autonomía de los ancianos como sujetos sociales capaces de exigir sus intereses. Además, es posible que las personas ancianas vivan bien y con calidad aunque su cuerpo esté agotado o empobrecido. Según Zimerman (2000), una dieta balanceada, actividad física, exposición cuidadosa a la radiación solar e incitación mental son algunas acciones que pueden paliar estos impactos del envejecimiento.

A su vez, Abreu y Mata (2001) reportan que investigaciones realizadas con ancianos sobre la necesidad de ayuda en el cuidado de la salud muestran que todos los sujetos reciben ayuda de sus familiares en este contexto. Sin embargo, como afirman Martins et al. (2007), el sistema favorece más las acciones curativas que las educativas, para postergarlas como consecuencia. Por lo tanto, promover una buena educación sobre el cuidado de la salud de las personas ancianas se convierte en un trabajo desafiante.

Tabla 3 – Satisfacción del sueño

Placer F %
Muy insatisfecho 1 2,77
Insatisfecho 5 13,88
Ni satisfecho ni insatisfecho 8 22,22
Satisfecho 18 50
Muy satisfecho 3 8,33
Total 36 100

Fuente: cuestionarios WHOQOL.

Como se ve en la Tabla 3, la mitad (50%) de los encuestados dicen estar Satisfechos con su sueño. Así, otro 22,22% eligió la alternativa, Ni satisfecho ni insatisfecho. Por otro lado, el 13,88% se considera Insatisfecho, mientras que el 8,33% y el 2,77% evalúan sus elecciones como Muy Satisfecho y Muy Insatisfecho.

Cabe señalar que xo2=8,96 y x2c=9,48, y se aplicó la prueba de chi-cuadrado para determinar si existe diferencia estadísticamente significativa; resultó que tal diferencia no existe. Todavía se sabe que n.g.l.=4 y α=0.05.

Los participantes que se encuentran en alguna medida satisfechos con su sueño son el 58,33% (los que se clasificaron como Satisfechos y Muy Satisfechos), número significativamente similar a los que reportan la necesidad de tratamiento médico diario como Nada y Muy poca, en la Tabla 2: 55,54%. Así, se entiende que la buena salud, que elimina la necesidad constante de recursos médicos, puede estar asociada a la calidad del sueño (o viceversa). Esta ecuación también puede estar relacionada con las palabras de Trentini, Xavier y Fleck (2006) respecto a los tres tipos de vejez: quienes dicen estar Satisfechos y Muy satisfechos (58,33%) tienen un proceso exitoso, quienes reportan Ni satisfechos ni Insatisfechos (22,22%) tienen un proceso de envejecimiento habitual y los que se consideran Insatisfechos y Muy insatisfechos (16,65%) transitan la etapa con patología. Al considerar este prisma, se puede apreciar que más de la mitad de los participantes tienen un excelente desarrollo, poco menos de ¼ pasan por esta etapa de manera habitual o normal y un 16,65% la tienen con patologías.

Por otra parte, los resultados de la Tabla 3 son incompatibles con los citados por Geib et al. (2003) sobre los ancianos que no trabajan y se encuentran institucionalizados; Los autores dicen que el proceso habitual de envejecimiento provoca cambios en la cantidad y calidad del sueño y, por tanto, afecta a más de la mitad de los ancianos de 65 años que viven en casa y al 70% de los institucionalizados, lo que repercute negativamente en el sueño calidad de vida.

Al respecto, los mismos autores (GEIB et al., 2003) dicen que estas modificaciones también provocan alteraciones en el sistema homeostático y se extienden a: aspectos psicológicos, sistema inmunitario, comportamiento de respuesta, desempeño diario general, adaptabilidad y estado de ánimo. Las causas que suelen provocar este tipo de trastorno en la vejez son: dolor, factores ambientales, malestares emocionales y cambios en el patrón del sueño (como aumento de la latencia, dificultad para retomar el sueño y reducción de la duración), somnolencia, cansancio diurno, aumento de las siestas, alteraciones cognitivas deterioro y otros síntomas que no son propios del envejecimiento pero que tienen un gran impacto en las personas ancianas.

Geib et al. (2003) también dicen que la incapacidad de adaptación a los trastornos emocionales, los hábitos inadecuados, algunos trastornos orgánicos y afectivos, el consumo de sustancias (psicotrópicas u otras), la inquietud nocturna y las caídas son ejemplos de posibles consecuencias. Toda esta sintomatología nos permite afirmar que el sueño y el descanso son funciones reparadoras necesarias para el mantenimiento de la vida.

Entre los factores psicosociales responsables de los trastornos del sueño en los ancianos se encuentran el duelo, la jubilación y los cambios en el entorno social, como el aislamiento, la institucionalización y las dificultades financieras. La muerte de un cónyuge tiene un fuerte impacto en la vejez y puede estar asociada a la depresión, mientras que la jubilación y los cambios en el entorno social, cuando rompen con los hábitos comunes de los ancianos, contribuyen a reducir la amplitud del ritmo sueño-vigilia , que produce la fragmentación del sueño nocturno y las siestas diurnas, utilizadas como escape a la monotonía (GEIB et al., 2003).

Desde la perspectiva biológica, Alves et al. (2019) dicen que el dolor crónico es un factor que interfiere significativamente en el sueño de las personas ancianas.

Tabla 4 – Falta de certeza sobre el sentido de la existencia humana

Incertidumbre F %
Concuerdo totalmente 5 13,88
Parcialmente de acuerdo 5 13,88
En acuerdo más que de desacuerdo 4 11,11
En desacuerdo más que de acuerdo 6 16,66
Parcialmente en desacuerdo 8 22,22
Desacuerdo totalmente 8 22,22
Total 36 100

Fuente: cuestionarios WHOQOL.

Los resultados de la Tabla 4 muestran que existe un equilibrio entre las opiniones sobre el sentido de la existencia humana. La mayoría de los entrevistados, un 22,22%, aparecen tanto como el porcentaje final de los que optaron por la alternativa Parcialmente en desacuerdo como por la alternativa Concuerdo totalmente. Además, el 16,66% eligió En desacuerdo más que de acuerdo, el 13,88% dijo: Parcialmente de acuerdo, otros 13,88% Concuerdo totalmente y el 11,11% En acuerdo más que de desacuerdo.

Para determinar si existe diferencia estadísticamente significativa se aplicó la prueba no paramétrica de chi-cuadrado, la cual dio como resultado: xo2=3,44 y x2c=11,07, sin diferencia estadísticamente significativa. También se considera n.g.l.=5 y α=0.05.

Panzini et al. (2007) dicen que la religión influye en la perspectiva que el individuo tiene del mundo, puede explicar el sentido de la vida y traer satisfacción. En este sentido, se puede ver en la Tabla 5 que el 94,43% de los trabajadores ancianos está de acuerdo en algún grado con la premisa de tener una relación personal significativa con Dios, mientras que en la Tabla 6 se ve que el 97,21% está de acuerdo en algún grado con que Dios se preocupa por tus problemas.

Baptista (2003) define la religión como la comprensión de realidades trascendentales no comprendidas por la conciencia, que conducen a la unidad interior en su ápice.

Se observa que el impacto de una creencia religiosa para los ancianos es muy alto, sin embargo, ese aspecto no parece determinar del todo la perspectiva que los sujetos tienen sobre el sentido de la existencia humana, dada la nivelación de respuestas presentada en la Tabla 4. Es decir, existe la posibilidad de que esta variable influya en tu visión del mundo, no una garantía.

Tabla 5 – Significado de la relación personal con Dios

Significado F %
Concuerdo totalmente 23 63,88
Parcialmente de acuerdo 7 19,44
En acuerdo más que de desacuerdo 4 11,11
En desacuerdo más que de acuerdo 1 2,77
Desacuerdo totalmente 1 2,77
Total 36 100

Fuente: cuestionarios WHOQOL.

Se observa en la Tabla 5 que entre los ancianos participantes de la investigación, el 63,88% Concuerdo totalmente en que tienen una relación significativa con Dios, entre los demás entrevistados, el 19,44% Parcialmente de acuerdo, el 11,11% dijo estar más de acuerdo que en desacuerdo, el 2,77% de los ancianos En desacuerdo más que de acuerdo y otro 2,77% Totalmente en desacuerdo. La alternativa Parcialmente en desacuerdo no fue elegida por ningún participante y, por lo tanto, se eliminó de la tabla.

Para verificar si existe una diferencia estadísticamente significativa, se aplicó la prueba no paramétrica de chi-cuadrado. Se obtuvieron xo2=8,53 y x2c=9,48, sin diferencia estadísticamente significativa. También se considera n.g.l.=4 y α=0.05.

Orlando et al. (2008) refieren que la mayoría de los ancianos oran por fines como la salud, la paz, el amor, la solución de problemas familiares y el agradecimiento por los favores logrados, lo que configura un tipo de relación con Dios a través de estas peticiones.

Diniz (2003) dice que el encuentro personal con Dios a través de la fe, además de los dogmas y normas preestablecidas por el sistema de creencias, toca y transforma al individuo, y es este punto el que caracteriza a la religión. Baptista (2003), por su parte, entiende la religión como la asunción de realidades trascendentales que la conciencia no comprende y que llevada al pleno goce psicológico produce la totalidad del ser humano en su interior, aunque considera que los ritos y los mitos subyacen en la construcción de todas las religiones y son, por tanto, los validadores de los símbolos creados para la expresión de lo sagrado en nosotros.

Araújo (1999) continúa diciendo que este aspecto tiene una gran influencia en la vejez, por lo que el 100% de la población que investigó dijo conformarse con algún credo. Esta adhesión se debe a que la práctica de una religión por parte de los ancianos les permite establecer una conexión entre sus imposibilidades y el uso de sus capacidades o, cuando esto no ocurre, les ayuda a afrontar con mayor facilidad esta etapa final de vida.

Panzini et al. (2007) completa diciendo que las doctrinas y la asistencia a las ceremonias religiosas promueven la felicidad, instigan la cosmovisión y explican el sentido de la vida.

Además, la Tabla 5 muestra que el 94,43% de los participantes dice estar de alguna manera de acuerdo con la premisa de tener una relación personal significativa con Dios, similar a la Tabla 6, en la que el 97,21% está de acuerdo de alguna manera en que Dios se preocupa por sus problemas. Además del alto índice de espiritualidad verificado en estos dos resultados, es posible correlacionarse entre sí y comprender que la relación personal con Dios puede darse por la preocupación del Ser Divino con los problemas de los devotos, con el fin de configurar un contexto propicio para la relación interpersonal en un marco espiritual y la construcción de símbolos y dogmas derivados de esta misma relación.

Tabla 6 – La preocupación de Dios por los problemas

Variables F %
Concuerdo totalmente 29 80,55
Parcialmente de acuerdo 4 11,11
En acuerdo más que de desacuerdo 2 5,55
Parcialmente en Desacuerdo 1 2,77
Total 36 100

Fuente: cuestionarios WHOQOL.

Observando la Tabla 6, se nota que el 80,55% de los participantes Concuerdo totalmente con la afirmación de que a Dios le importan sus problemas. Solo el 11,11% está Parcialmente de acuerdo y el 5,55% En acuerdo más que de desacuerdo. Sólo el 2,77% está Parcialmente en Desacuerdo. Las alternativas Desacuerdo totalmente y En desacuerdo más que de acuerdo fueron eliminadas por no ser mencionadas por ningún sujeto.

Cabe mencionar que xo2=0 y x2c=7,81; una vez aplicada la prueba de chi-cuadrado con la intención de saber si existe una diferencia estadísticamente significativa; resultó que no hay tal diferencia. También se debe tener en cuenta que n.g.l.=3 y α=0.05.

Según Orlando et al. (2008), la mayoría de las personas ancianas oran con fines de salud, paz, amor, solución de problemas familiares y agradecimiento por los favores obtenidos. La práctica de estas oraciones denota su creencia en la preocupación divina por sus problemas, pues a través de la oración se presentan sus quejas para ser resueltas en este espacio sagrado, en palabras de Diniz (2003).

El mismo Diniz (2003) define la religión como una experiencia transformadora en el individuo, no un sistema concreto compuesto de moral, doctrinas y credos, sino una fe que produce un encuentro personal con Dios. La experiencia de este espacio sagrado es estrictamente subjetiva. Panzini et al. (2007) corrobora al afirmar que la felicidad está asociada a la participación en servicios religiosos y preferencias doctrinales, las cuales influyen significativamente en la visión del mundo del individuo.

Baptista (2003), por su parte, conceptualiza la religión como la asunción de realidades trascendentales que la conciencia no puede comprender y que, llevadas al pleno goce psicológico, conducen a la unicidad y totalidad interior del ser humano.

Según Araújo (1999), el aspecto espiritual influye mucho en esta etapa de la vida, de modo que el 100% de sus participantes dijeron estar en cumplimiento de alguna actividad religiosa. En cuanto a las razones de la ocurrencia de este hecho, parece que la práctica de una religión por parte de los ancianos les permite establecer un vínculo entre sus imposibilidades y el uso de sus capacidades o, cuando esto no ocurre, les ayuda a sobrellevarlas con este problema última etapa de la vida.

Además, la Tabla 6 muestra que el 97,21% de los participantes está de acuerdo en algún grado en que Dios se preocupa por sus problemas, porcentaje similar al Tabla 5, que dice que el 94,43% está de acuerdo en algún grado con la premisa de tener una relación personal significativa con Dios. El altísimo índice de espiritualidad se hace patente en estos dos tablas, que se corresponden cuando entendemos que la preocupación divina por los problemas de los ancianos favorece su relación personal con Dios.

La faceta espiritual, por tanto, se muestra como la más preponderante en la vida de los trabajadores ancianos.

CONSIDERACIONES FINALES

En respuesta a la pregunta orientadora, se percibió que los ancianos que trabajan están mayoritariamente satisfechos con la calidad de los aspectos de su vida observados. En particular, fue posible notar una gran adhesión a la religiosidad, de modo que esta es una faceta casi absoluta desde la perspectiva de los participantes, lo que está en línea con las palabras de Araújo (1999) sobre el apoyo que esta área brinda para enfrentar este problema etapa final de la vida. Se pueden realizar estudios más específicos y profundos sobre la vida religiosa en esta categoría para recopilar información más detallada.

Los demás aspectos observados también tuvieron una mayoría de respuestas reconocidas como satisfacción, aunque con mayor distribución entre todos los niveles, según las variables de las tablas. Es comprensible que esta preeminencia provenga del proceso de vejez exitosa, en palabras de Trentini; Xavier y Fleck (2006), lo que también permite la permanencia de los ancianos en las actividades laborales (BEE, 1997).

Además, los cambios peculiares en el proceso de envejecimiento mencionados por Neri (2001) no se observaron en el grupo de muestra: dificultades para adaptarse a nuevas funciones; desmotivación; necesidad de trabajar pérdidas; dificultad para adaptarse a cambios rápidos; cambios psíquicos que requieren apoyo profesional; pérdida de la autoimagen y la autoestima. Probablemente por las mismas razones que las anteriores.

Como se mencionó anteriormente, este estudio tuvo como objetivo investigar la calidad de algunas áreas de la vida de los ancianos que trabajan a través de un cuestionario estandarizado. Este material cuantificó las respuestas de los participantes y permitió construir hipótesis a partir de la literatura consultada, sin embargo, es posible percibir la existencia de brechas entre estas mismas respuestas y sus causas, lo que imposibilita un análisis crítico más riguroso. Como ya se sugirió, se pueden realizar otros estudios más detallados para indagar cualitativamente en estas y otras áreas de estos temas, de igual manera una réplica de este trabajo con ancianos que no trabajan para entrelazar los resultados de ambas categorías: jubilados y trabajadores.

Además, se estima que este aporte científico puede corroborar interrogantes sobre la realidad de los ancianos que trabajan para brindarles mejores condiciones de vida en los aspectos discutidos (pese a que el grupo de la muestra mostró una satisfacción predominante en las respuestas), así como así como en otros.

REFERENCIAS

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ZIMERMAN, Guite I. Velhice: Aspectos Biopsicossociais. Porto Alegre, Artmed, 2000.

APÉNDICE – NOTA AL PIE

3. Formulario de Consentimiento Libre e Informado Brésilien.

4. Clasificación Brasileña de Ocupaciones.

[1] Máster en Ciencias de la Educación por la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad de Oporto (FPCEUP); Máster en Educación y Formación de Adultos por la FPCEUP; Psicóloga y Licenciada en Psicología por la Universidade São Judas Tadeu (USJT).

[2] Especialista en Psicología del Deporte y la Actividad Física por el Instituto Sedes Sapientiae. Psicóloga y Licenciada en Psicología por la Universidade São Judas Tadeu (USJT).

Enviado: Agosto de 2021.

Aprobado: Noviembre de 2021.

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Felipe Queiroz Dias Rocha

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